Compositor francés, trabajó por un tiempo como pianista de café y cabaret, y a la edad de 39 años fue discípulo de Albert Roussel y Vincent d´Indy. Influyo a compositores como el grupo de “los seis” (Poulenc, Taillefere, Honegger, Milhaud, Auric y Durey que, inspirados por Satie y Jean Cocteau crearon un renacimiento de la música francesa en la década de los años veinte. De hecho, solo Poulenc, Milhaud y Honegger alcanzaron una fama amplia).
Satie dormía en una hamaca, y con una pequeña herencia se compró diez trajes de pana grises. Cuando Debussy le apremió a que, en la composición prestara más atención a la forma, Staie le presentó como resultado de su trabajo Tres piezas en forma de pera. En una palabra, Satie era un extravagante tanto musical como personalmente, pero debido a esta actitud antirromántica ejerció una inmensa influencia en las generaciones posteriores, incluso hasta en los minimalistas. Su ideal era la simplicidad musical, la claridad, el rechazo al rebuscamiento.
Su música para piano nos muestra todas las facetas de su arte. Aquí podemos percibir todas las transformaciones intelectuales y musicales que llevó a cabo: la música para los caballeros de la Rosacruz, cosas grotescas como sus Piezas llanas, sus Piezas para salir corriendo, las ya mencionadas Piezas en forma de pera, pero también los Doce pequeños himnos para piano u órgano, tres zarabandas extremadamente audaces y, sobre todo, las populares Gimnopedias. Todas estas obras son, por así decirlo, las piedrecillas de un mosaico que conforman la imagen de un hombre realmente insólito.
Satie también escribió obras escénicas como el ballet “realista” Parade (Desfile), estrenado en París en 1917, producto de una colaboración con Cocteau; otro ballet Relache (palabra que utilizan los teatros parisinos para informar que están ‘cerrados’); varias operetas, la comedia lírica La trampa de Medusa, una Misa para pobres, y el drama sinfónico Sócrates para 4 sopranos y conjunto orquestal.
Murió en la miseria en 1925. Poco después, su hermano Conrad Satie escribió:
Satie solía decir: “Tengo una gran confianza en nuestro Buen señor; cuando muera, Él hará conmigo todo lo que quiera”. Y sobre el entierro, Conrad comenta: “Se alejan de la fosa. Se escucha la voz burlona de Satie diciéndole a Dios: ‘Sólo deme tiempo para ponerme un abrigo, luego seré todo suyo’. Era tan vital”.
Fuentes: Harvard Concise Dictionary of Music, Cambridge, Harvard U. Press, 1978, Robert Orledge, El mundo de Satie, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2002.
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