El 9 de diciembre de 1964 se dieron cita en el estudio de grabación del ingeniero de sonido Rudy Van Gelder (1924-2016) cuatro músicos de primerísimo nivel —el saxofonista y compositor John Coltrane (1926-1967), el pianista McCoy Tyner (1938-2020), el contrabajista Jimmy Garrison (1934-1976) y el baterista Elvin Jones (1927-2004)— para grabar un disco que sería considerado como una de las obras maestras de la historia del jazz: A Love Supreme. Los cuatro músicos formaban el John Coltrane Quartet “clásico” (denominación con que se le conoció después de varios cambios en su alineación y para distinguirlo de lo que más adelante sería un segundo cuarteto enfocado en el avant-garde jazz), sus interpretaciones se caracterizaban por un estilo conservador bastante alejado de los radicales experimentos que habían caracterizado al John Coltrane de finales de la década de 1950, y habían grabado para el sello Impulse! el elegante álbum Ballads (1963), la espléndida colaboración con el cantante Johnny Hartman (1923-1983) John Coltrane and Johnny Hartman (1963) y el magnífico Live at Birdland (1964). Sin embargo, con A Love Supreme John Coltrane hizo entrega de una obra insólita y extremadamente personal que, sin ser abiertamente experimental, terminó siendo su trabajo más conceptual.
Tras largos y difíciles años de lucha contra la heroína y el alcohol, Coltrane tuvo en 1957 una experiencia mística que cambió radicalmente su existencia. En sus propias palabras, inició una vida “mejor y más productiva”: abandonó el alcohol y las drogas, se dedicó a leer libros sobre la espiritualidad en las distintas religiones del mundo y empezó a estudiar la música de otras latitudes, sobre todo las posibilidades sonoras de la música africana y la asiática. Su búsqueda interna se vio reflejada en un impresionante abanico sonoro y estilístico que lo convirtió en un músico prácticamente inclasificable y fructificó en A Love Supreme, especie de suite en cuatro partes más cercana a una sinfonía clásica que a un álbum típico de jazz, que es —literalmente— un canto de amor a Dios.
Cada una de las partes de A Love Supreme (Acknowledgement, Resolution, Pursuance y Psalm) posee una progresión temática y una estructura interna previamente determinada por el compositor, el cual deja margen a la improvisación únicamente a los solos de piano, contrabajo y batería. Incluso sus solos de saxofón siguen patrones planificados, construidos a partir de los elementos establecidos en cada movimiento. Desde las famosas cuatro sencillas notas que el contrabajo toca obstinadamente como un mantra a lo largo de toda la primera parte (y que son la frase musical sobre la que gira todo el álbum, porque —como Coltrane nos revela más adelante al pronunciarlas con su propia voz en la única parte vocal del disco— se trata de las cuatro sílabas que no cesan de repetir la frase “A love supreme”) hasta el prodigioso cierre en Psalm, donde el saxofón “recita” con una nota por sílaba un extenso poema de la autoría del propio Coltrane incluido en el álbum, A Love Supreme es una creación tan asombrosa como hermosa que marca profundamente al escucha.
A propósito de este disco, quintaesencial en la carrera de John Coltrane, la madre del compositor decía: “Mi hijo ha visto a Dios. No hubiera debido. El que ha visto a Dios va a morir”. Lo cierto es que John Coltrane murió de cáncer hepático a los 40 años de edad, tan solo tres años después de esa histórica sesión decembrina en el estudio de grabación de Rudy Van Gelder.
Comentarios