Zapateado mexicano: obras para órgano de Ramón Noble

por José Antonio Palafox La música mexicana para órgano es una de las vetas menos exploradas por la industria discográfica, y es por ello que […]

Por Jose Antonio Palafox Última Modificación agosto 25, 2019

por José Antonio Palafox

La música mexicana para órgano es una de las vetas menos exploradas por la industria discográfica, y es por ello que Zapateado mexicano, álbum editado en 2018 bajo el sello Urtext, resulta una joya por partida doble. ¿Y por qué doble? Pues porque además de ser un bienvenido ejemplo del quehacer compositivo para órgano en nuestro país, es un acercamiento a la obra de Ramón Noble Olivares (1920-1999), compositor y arreglista hidalguense poco menos que desconocido a no ser porque se le recuerda como el fundador de la agrupación vocal Coral Mexicano del INBA (1956).

Ramón Noble estudió en el Conservatorio Nacional, donde fue discípulo de Francisco Salinas (guitarra), Jesús Estrada (órgano), Blas Galindo (composición), Jean Giardino (dirección coral) y Luis Herrera de la Fuente (dirección orquestal). También estudió canto con Sonia Verbitzky y Romano Picutti, y canto gregoriano y composición litúrgica con Miguel Bernal Jiménez. Fundó diversas agrupaciones corales, entre las que se cuentan —además de la ya mencionada— el Coro del Ballet Folklórico de México, el Coro Infantil de la Escuela Superior de Música del INBA, el Coro del Patronato de la Orquesta Sinfónica Nacional y el Grupo Coral del ISSSTE. Como compositor, fue autor de canciones, más de mil arreglos corales —casi todos basados en melodías tradicionales mexicanas— y numerosas obras para guitarra (por ejemplo, su Concertino mexicano para guitarra y orquesta de cuerdas), orquesta (por ejemplo, su Tríptico mexicano estrenado en 1959 por la Orquesta Sinfónica Nacional) y, sobre todo, órgano (muchas de las cuales fueron dadas a conocer en Europa por el eminente organista Víctor Urbán).

Y ahora que conocemos, a grandísimos rasgos que no le hacen nada de justicia, el calibre de este prolífico compositor que puede considerarse como uno de los últimos baluartes de nuestro nacionalismo musical, podríamos afirmar que Zapateado mexicano es una joya por partida triple, porque el músico que aquí desempolva una brevísima porción del copioso acervo musical de Ramón Noble es Víctor Manuel Morales, destacado organista que se ha dedicado arduamente a estudiar, promover activamente y registrar en disco el repertorio para su instrumento que va más allá del consabido top ten, por ejemplo en los álbumes Colores, donde aborda obras de compositores contemporáneos como Pēteris Vasks, Imants Zemzaris y los mexicanos Federico Ibarra Groth y Leonardo Coral, y Cantos místicos, donde rescata el trabajo de Paulino Paredes (1913-1957), otro compositor mexicano prácticamente olvidado.

En Zapateado mexicano, Víctor Manuel Morales selecciona nueve obras —escritas entre 1964 y 1997— que reflejan acertadamente los intereses temáticos de Ramón Noble en materia de órgano a lo largo de prácticamente toda su vida: un encantador arreglo en forma de chacona del son jarocho La Bamba, la monumental y majestuosa Suite Tonanzintla, formada por cinco danzas (Danza de los bufones, Danza de los músicos, Danza de las estrellas, Danza de las vírgenes y Danza de los ángeles), unas impresionantes variaciones sobre la canción  Mein junges Leben hat ein End del compositor neerlandés Jan Pieterszoon Sweelinck (1562-1621), donde Noble despliega un uso erudito de la polifonía renacentista, unas soberbias Toccata en mi menor y Toccata San Gregorio, la encantadora exploración del barroco francés que es Ku-ku, un vigoroso Scherzino mexicano de corte nacionalista, la complejísima Tocata a pedal, formada por tres partes (Zapateado mexicano, Vals criollo y Danza mexica) y que exige al ejecutante una endiablada habilidad con los pies y, finalmente, una impetuosa Toccatina que nos trae a la memoria las mejores composiciones para órgano de Johann Sebastian Bach.

La interpretación de Víctor Manuel Morales (en el órgano del Templo de Santa Teresa de Guadalajara, Jalisco) destaca por su impecable dominio técnico, del mismo modo que la grabación resulta admirable por la calidad del sonido. Cabe mencionar que Víctor Manuel Morales cede el protagonismo a un organista invitado, el maestro Rafael Cárdenas, en tres de las piezas (Mein junges Leben hat ein End, la Toccata en mi menor y la Toccata San Gregorio), las cuales además tienen en este espléndido disco su primera grabación mundial. Escuche el amable lector el importante rescate que es Zapateado mexicano y decida si tenemos o no razón en que se trata de una joya por partida cuádruple, o hasta quíntuple.

Jose Antonio Palafox
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