Nino Rota y el cine

por José Antonio Palafox Invitamos al amable lector a cerrar los ojos por un momento e imaginarse qué sería de El padrino (Francis Ford Coppola, […]

Por Jose Antonio Palafox Última Modificación febrero 8, 2017

por José Antonio Palafox

Invitamos al amable lector a cerrar los ojos por un momento e imaginarse qué sería de El padrino (Francis Ford Coppola, 1972) sin el famosísimo solo de trompeta que se escucha al inicio de cada una de las tres películas, o qué dimensión adquiriría la agridulce travesía de Gelsomina (Giulietta Masina) y Zampanó (Anthony Quinn) en La strada (Federico Fellini, 1954) sin la expresiva música que los acompaña en su desvencijada motoneta, o lo que sucedería con el final de (Federico Fellini, 1963) sin la evocadora fanfarria circense que acompaña el desfile de recuerdos de Guido Anselmi (Marcello Mastroianni) mientras van desapareciendo uno a uno del escenario de su memoria.

 

Lo cierto es que, por sí mismas, las imágenes cinematográficas son poderosas, pero la música les agrega un toque único que las vuelve inolvidables. Una buena partitura para cine debe ser capaz de crear profundos estados de ánimo en el espectador, enriqueciendo su percepción de las imágenes que se suceden en la pantalla para que —al final— salga de la sala o apague su televisor con la sensación de haber sido testigo de una obra de arte total. Sin embargo, los compositores de partituras cinematográficas no cuentan con una libertad creativa absoluta, ya que su música debe ajustarse a una estructura visual ya establecida, y pocos son los que han conseguido con creces el sutil equilibrio tan necesario para que la banda sonora no avasalle a la película (o viceversa). Entre esos pocos se encuentra el camaleónico compositor italiano Nino Rota (1911-1979).

 

Poco conocido en su faceta de compositor  de “música de concierto” (aunque gran parte de sus obras son referente obligado de la música italiana del siglo XX), Nino Rota es autor de una decena de óperas, abundantes piezas corales, para piano y de cámara, tres conciertos para violonchelo, uno para arpa, uno para trombón y tres sinfonías —entre otras obras “serias”—, además de destacarse también como director de orquesta y académico en su país natal. Es mucho más recordado por su prolífica labor para el cine, terreno en el que compuso más de 170 partituras, muchas de las cuales fueron escritas para películas de grandes directores como Alberto Lattuada, Mario Monicelli, Lina Wertmüller y René Clément. Sin embargo, Nino Rota es indiscutiblemente célebre por sus extraordinarios trabajos para los cineastas Federico Fellini, Luchino Visconti, Franco Zeffirelli y Francis Ford Coppola.

 

Con Fellini, Nino Rota consiguió establecer una de las duplas director/compositor más sólidas y afortunadas de la historia del cine, ya que siempre fue capaz de entender las necesidades del cineasta y adaptarse a su continua evolución creativa. Basta recordar las entrañables partituras que compuso para La strada y Las noches de Cabiria (1957), la juguetonamente frívola música que acompaña las andanzas de los protagonistas de La dolce vita (1960) y , los deliciosos temas jazzísticos que aderezan las divertidas y nostálgicas viñetas que conforman Amarcord (1973) o —cuando Fellini adoptó una postura extrema frente a la narrativa lineal del relato cinematográfico— las abiertamente experimentales partituras de Satiricón (1969) y Casanova (1976).

 

Por otro lado, al trabajar con Visconti, Nino Rota tenía la oportunidad de componer el tipo de música que realmente le gustaba escribir, aprovechando al máximo su formación clásica para crear íntimas partituras de enorme dramatismo y belleza como las de Las noches blancas (1957) y Rocco y sus hermanos (1960), o grandilocuentes y majestuosas piezas como las que escribió para El gatopardo (1963).

 

Nino Rota solo colaboró con Franco Zeffirelli en un par de ocasiones, pero eso bastó para que hiciera entrega de dos de sus mejores partituras cinematográficas: el exquisito score de La fierecilla domada (1967) y, especialmente, la música que escribió para Romeo y Julieta (1968), donde hace uso de instrumentos de época y cuyo tema de amor (What is a youth) se convirtió en un verdadero himno para toda una generación de jóvenes enamorados.

 

También con Francis Ford Coppola el compositor trabajó en dos únicas ocasiones, y aunque su lugar dentro de la historia de la música para cine ya estaba asegurado desde mucho antes, con El padrino (1972) y El padrino II (1974) Nino Rota consiguió vivir en carne propia la vertiginosa experiencia de la fama hollywoodense, llegando a ser nominado al Oscar por su partitura para la primera entrega de la saga de la familia Corleone y llevándoselo a casa por la segunda. Aunque a lo largo de su carrera solo llegó a colaborar esporádicamente con la industria de Hollywood, las poderosas partituras que compuso para las dos primeras partes de El padrino se cuentan entre las más famosas tanto dentro de su corpus creativo como dentro de la historia del séptimo arte, al grado de que basta con escuchar los primeros dos o tres acordes de, por ejemplo, el vals de don Corleone, para que inmediatamente sepamos de qué película se trata. Pocos compositores para cine consiguen alcanzar semejante nivel de evocación, Nino Rota es uno de ellos.

 

El viernes 17 (20:00h) y domingo 19 de febrero (12:15), bajo la batuta del maestro Stefano Mazzoleni, la Orquesta Sinfónica Nacional dará inicio a su primera temporada 2017 con un programa dedicado a la música para cine de Nino Rota. Se interpretarán temas de El padrino, Romeo y Julieta, Las noches de Cabiria, Amarcord, La dolce vita, 8½, Julieta de los espíritus, Casanova y El gatopardo. La cita es en el Palacio de Bellas Artes.

 

Nino Rota: El padrino (Tema principal y Vals)

 

Nino Rota: Romeo y Julieta (What is a youth)

 

Nino Rota: El gatopardo (Valzer Del Commiato)

 

Nino Rota:  (La pasarela del adiós)

 

Nino Rota: Amarcord (Tema principal)

Jose Antonio Palafox
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