OFUNAM: Beethoven, Mozart y Brahms

A lo largo de la historia de la música han surgido muchas escalas, pero desde principios del siglo XVII, los compositores europeos comenzaron a privilegiar el uso de dos para expresar todo tipo de emociones, sentimientos y pasiones

Por Música en México Última Modificación febrero 26, 2024

Orquesta Filarmónica de la UNAM, dirige Massimo Quarta
Derek Han, piano
Sala Nezahualcóyotl

Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Obertura de La consagración de la casa, op. 124

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
Concierto para piano y orquesta no. 24 en do menor, K 491

I Allegro
II Larghetto
III Allegretto

Johannes Brahms (1833-1897) Sinfonía no. 3 en fa mayor, op. 90

I Allegro con brio
II Andante
III Poco allegretto
IV Allegro

A lo largo de la historia de la música han surgido muchas escalas, pero desde principios del siglo XVII, los compositores europeos comenzaron a privilegiar el uso de dos para expresar todo tipo de emociones, sentimientos y pasiones: la escala mayor, luminosa y extrovertida, y la menor, obscura e introvertida. Y como la música en este lado de nuestra enorme esfera azul se hace con doce sonidos diferentes, pues fue posible construir a partir de cada uno de ellos doce escalas mayores y doce escalas menores, que conforman el repertorio de «tonalidades» con que cuenta un compositor para escribir música tonal: do mayor, do menor, sol mayor, mi bemol mayor, fa sostenido mayor, re menor, y otros cuantos etcéteras, cada uno de los cuales posee un «color» emocional propio que le sirve a cada compositor para expresar todo aquello que le viene en gana.

Así, un compositor puede elegir una tonalidad, ya sea por razones prácticas relacionadas con los instrumentos que va a utilizar, o porque considera que esa tonalidad es la más adecuada para darle forma a las ideas que quiere expresar. En ese sentido, llama la atención el hecho de que Mozart, entre las poco más de seiscientas obras que se le atribuyen, sólo compusiera unas cuantas en la tonalidad de do menor, entre las que destacan su Sonata para piano K 475, y la Fantasía en Do menor K 457 para el mismo instrumento, su Quinteto para cuerdas en do menor K 406, su Misa en do menor K 427, pero sobre todo su Concierto para piano no. 24 en do menor K 491. El Concierto para piano no. 24 es una obra en la que Mozart lleva el juego de fuerzas sonoras (piano y orquesta), a niveles nunca antes explorados en este tipo de obras, en el que dio un tratamiento sinfónico a la orquesta, más que como simple acompañante del solista. De hecho, en ningún otro concierto Mozart utiliza una dotación instrumental tan amplia como en éste.

En 1605, Claudio Monteverdi respondió a las duras críticas que Giovanni María Artusi lanzara contra las innovaciones de su Quinto libro de madrigales argumentando el uso de lo que denominó «seconda pratica». Siglo y medio después, París sería el escenario de la famosa «Querella de los bufones», entre los simpatizantes de la influencia italiana en la ópera y los defensores de los valores musicales franceses, ambos bandos liderados por Jean-Jaques Rousseau y Jean-Philippe Rameau respectivamente. La segunda mitad del siglo XIX sería testigo de la confrontación entre aquéllos que consideraban que la música debía ser un fin en sí misma, y quienes sostenían que debía ser vehículo de expresión de contenidos ajenos a su propio lenguaje. Clara Schumann, Joseph Joachim y Johannes Brahms se contaban entre los principales partidarios de la primera postura, mientras que Franz Liszt y Richard Wagner se encontraban en el lado opuesto. Precisamente el año del fallecimiento de Richard Wagner, 1883, coincidió con el del estreno de la Tercera sinfonía, de Brahms. Viena, pese a ser el bastión de los defensores de la música pura, contaba entre los más acérrimos enemigos de la misma al joven Hugo Wolf, quien llegó a decir de las sinfonías de Brahms que eran «repugnantemente rancias e insulsas y fundamentalmente falsas y perversas», y añadió que «un solo golpe de platillos de una obra de Liszt expresa 5 veces más inteligencia y emoción que todas las sinfonías y serenatas de Brahms juntas». Sin embargo, no solamente el público vienés, sino el de todas las ciudades donde se presentó la obra, la recibieron con tal entusiasmo que Brahms llegó a llamarla “la infortunadamente sobreafamada sinfonía”.

Fuente: TV-UNAM, Música-UNAM

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