Por Francesco Milella
Desde las primeras representaciones “modernas” después de la Segunda Guerra Mundial, Dido and Aeneas de Henry Purcell (1689) fue ocupando un espacio único y privilegiado en la historia de la música universal. En la transposición operística de la historia de amor entre la reina de Cartagena y el héroe de Troya, futuro y legendario fundador de Roma, aficionados y estudiosos de música descubrieron una de las joyas más sorprendentes de toda la época barroca. La verdad: su tono bucólico, su refinada dramaturgia, su tierno pathos y su manera casi ingenua de acompañar las escenas del libreto de Nahum Tate no tienen igual en todo el teatro barroco.
Pero, como a menudo suele pasar cuando hablamos de arte en el pasado, la calidad estética no siempre corresponde a su valor histórico. Dido and Aeneas, justamente celebrada por nuestra contemporaneidad, en su época representó una excepción en un mundo teatral mucho más complejo y variado de lo que podemos imaginar. Hagamos un paso hacia atrás.
La violenta experiencia republicana de Olivier Cromwell (1640 – 1660), cuya mentalidad puritana había prohibido definitivamente cualquier forma teatral y operística, obligó al pueblo inglés a buscar formas alternativas que fueran aceptadas por las autoridades de Londres. El masque (mask) parecía ser la solución perfecta: se trataba, originalmente, de un espéctaculo cómico teatral y musical, derivado de las fiestas en máscara del Renacimiento italiano, donde canto, danza y palabra se mezclaban sin reglas preestablecidas. En breve tiempo, tras haber eliminado todos los elementos alegres y transformado en espectáculo celebrativo, didascálico y alegórico, el severo moralismo puritano de las autoridades de Londres fue lentamente aceptando el masque, garantizando así un poco de placer y diversión al pueblo inglés.
En 1660, con la restauración monárquica, el público británico volvió a respirar abriéndose vorazmente a nuevas formas y a viejas tradiciones hasta ese entonces prohibidas: la semi ópera y el teatro isabelino. La semi ópera era un espectáculo que mezclaba elementos del masque con formas de la música italiana y francesa en un verdadero mestizaje de culturas europeas totalmente entregado al placer de los sentidos (por tantos años prohibido). Más conservativa fue la recuperación de la herencia del teatro isabelino, de sus textos y de sus música: con la restauración monárquica numerosos compositores ingleses, deseosos de mantener viva esta prestigiosa herencia, retomaron las obras de sus tres autores más importantes, William Shakespeare (1564 – 1616), Christopher Marlowe (1564 – 1593) y Ben Jonson (1572 – 1637), volviendo a componer, en un lenguaje definitivamente barroco, todas esas danzas, canciones y momentos instrumentales, que originariamente las acompañaba.
Masque, semi óperas y músicas de escena para obras teatrales: mientras que el continente europeo cae bajo la invasión de la ópera, Inglaterra sigue viviendo autónomamente con estas tres formas a través de figuras como John Crowne (1640 – 1714), Nicholas Staggins (?-1700), John Eccles (1668 – 1735), John Blow (1648 – 1708) y, sobre todo, el hermano del más famoso Henry: Daniel Purcell (1664 – 1717). Pasado a la historia por el prestigio de su apellido, Daniel fue un compositor extroardinario, capaz de entrar en el mundo musical de su época dedicándose, con sorprendente productividad, tanto a las músicas de escena para obras teatrales isabelinas y contemporáneas como a las semi óperas (él firmó el acto V de The Fairy Queen de Henry) y a los masques (recordamos The Judgment of Paris, 1713). Su lenguaje, sin alcanzar la calidad y el genio de su hermano, siguió su mismo camino buscando un color típicamente británico sin ignorar las influencias francesas e italianas (formidable es su uso de la melodía en el song Morpheus, thou gentle god para la Iphigenie de Abel Boyer). Daniel Purcell, muerto casi veinte años después de su hermano, firmó así uno de los capítulos finales y más auténticos de la música barroca británica antes de que Georg Friderich Handel y la ópera italiana cambiaran completamente el camino de la historia.
Daniel Purcell
Morpheus, thou gentle god
Obertura a The Virtue in Danger
The Judgment of Paris
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