Nos encontramos a principios del siglo XX en un pueblito pesquero de Veracruz. Miro (Silvio Hernández) es un joven pescador que busca trabajo con desesperación: su hijo está enfermo y él necesita dinero para hospitalizarlo. Sin embargo, la pesca ha sido bastante escasa y apenas hay trabajo para unos cuantos. Los amigos le sugieren que pida ayuda a don Anselmo (David Valle González), el comerciante local más adinerado, pero Miro —que sabe que ese sujeto ha acumulado su riqueza a costa de explotar a los pescadores— se niega a hacerlo. Sin embargo, su situación es realmente desesperada, por lo que —tragándose su orgullo— termina acudiendo ante el cacique. Como era de esperarse, don Anselmo, inconmovible, se niega a ayudarlo. Poco después, el hijito de Miro muere. Entonces, como si se tratara de una mala broma del destino, la pesca abundante llega de golpe. Los pescadores salen cada día a trabajar durante más de 10 horas bajo un sol inclemente, arrastrando sin cesar sus pesadas redes llenas de pescados. Tal es la abundancia de la pesca y tan arduo el trabajo, que todos empiezan a hacerse ilusiones sobre los nutridos salarios que van a recibir. Pero don Anselmo, aprovechándose una vez más de la necesidad de los trabajadores, les paga una verdadera miseria por el fruto de su esfuerzo. Las protestas no se hacen esperar, y la ocasión es aprovechada por un político local (Rafael Hinojosa), que promete “mejorar” las cosas a cambio de votos. Sin embargo, Miro no está dispuesto ni a dejarse engañar por este político de pacotilla —que además, ¡cosa curiosa!, es gran amigo de don Anselmo— ni a aceptar que el comerciante siga abusando de los pescadores. Así, empieza a hablar con sus compañeros para que se unan y se opongan a la explotación y la injusticia. De pronto y sin pensarlo, Miro se ha vuelto peligroso para el cacique y para el político…
Inicia así Redes (1936), una de las indiscutibles obras maestras del cine mexicano, codirigida por dos personalidades disímiles entonces recién llegadas al mundo del séptimo arte: el austríaco Fred Zinnemann (1907-1997) y el mexicano Emilio Gómez Muriel (1910-1985). Producida íntegramente por la Secretaría de Educación Pública (SEP), esta película representó la consolidación de un programa de fomento cinematográfico impulsado por el gobierno de Lázaro Cárdenas, cuyo objetivo era hacer películas educativas de carácter semidocumental para “movilizar una conciencia épica” en el pueblo. La idea era que la gente se identificara con lo que aparecía en la pantalla, y por ello prácticamente todos los personajes que aparecen en Redes (salvo David Valle González) eran verdaderos pescadores veracruzanos sin ninguna experiencia actoral. Así, el cine mexicano se adelantó en casi una década al uso de actores no profesionales que caracterizó al neorrealismo italiano.
En esos años, el compositor Carlos Chávez (1899-1978) era director del Departamento de Bellas Artes de la SEP. Fue él quien invitó al legendario fotógrafo estadounidense Paul Strand (1890-1976) —que además era su amigo y se encontraba entonces viviendo en México— a unirse al proyecto. Strand aceptó encargarse de la fotografía de la película y colaborar con Agustín Velázquez Chávez en la escritura del guion. Poco después el guionista Henwar Rodakiewicz se adhirió al proyecto y, a su vez, sugirió que Redes fuera dirigida por su amigo Fred Zinnemann, quien acababa de llegar a Estados Unidos huyendo del nazismo y aún estaba muy lejos de ser el multipremiado director de De aquí a la eternidad (1953). El único problema era que Zinnemann no hablaba español, por lo que Emilio Gómez Muriel, quien también estaba aún muy lejos de dirigir a María Félix en La monja alférez (1944), a Joaquín Pardavé en El ropavejero (1947) y a Miroslava Stern en Nocturno de amor (1948), asumió la función de codirector.
Inicialmente la composición de la banda sonora de Redes iba a correr a cargo de Carlos Chávez, pero sus múltiples compromisos administrativos se lo impidieron y la tarea terminó en manos de Silvestre Revueltas (1899-1940), quien ya había compuesto algunas de sus obras más importantes (Ocho x radio, sus cuatro Cuartetos para cuerdas, Janitzio, Esquinas, la Danza geométrica) y se perfilaba como uno de los más interesantes músicos mexicanos, pero nunca había compuesto una partitura para cine.
La música de Redes es uno de los trabajos más sólidos y poderosos de Revueltas. Se trata de una composición compleja llena de texturas sonoras vigorosas que, debido al escaso diálogo presente en la película, termina por adquirir un papel protagónico cuya grandeza radica en que no se limita simplemente a ilustrar lo que sucede en la pantalla (como el famoso hipnótico golpe de remos emulado por las cuerdas a lo largo de la obra), sino que trasciende las imágenes y otorga coherencia y unidad a la psicología de los personajes. Así, por ejemplo, mientras la estupenda fotografía de Paul Strand nos muestra el agotador esfuerzo de los pescadores trabajando, la fascinante música de Silvestre Revueltas hace palpable la furia contenida ante el abuso y la injusticia. En una época en que la música compuesta expresamente para las películas sonoras avanzaba con pasos un tanto torpes e inseguros, Revueltas se mueve con inusitada agilidad a través de las imágenes y hace entrega de una briosa partitura de indudable riqueza dentro y fuera del espacio cinematográfico.
Sin embargo, en su momento —y tal vez debido a la problemática social que denunciaba— Redes no tuvo el éxito esperado. La película terminó por hundirse en un injusto olvido, pero la música de Revueltas perduró y terminó por convertirse en una de sus obras clásicas. El propio compositor hizo arreglos a su partitura y la convirtió en una suite orquestal destinada a las salas de concierto. Por su parte, en 1943, el director de orquesta austríaco Erich Kleiber —gran admirador de la obra de Revueltas— hizo lo propio y preparó su versión de Redes. Curiosamente, es esta la versión más conocida, grabada e interpretada en todo el mundo. En 1993, el director de orquesta mexicano Enrique Arturo Diemecke recuperó gran parte de la música original de la película y preparó una suite orquestal mucho más completa. Finalmente, en 2002, el musicólogo mexicano Roberto Kolb —experto en la obra de Revueltas— presentó un trabajo de reconstrucción definitivo de la partitura cinematográfica de Redes. Por su parte, la película fue cuidadosamente restaurada por el World Cinema Project —una fundación dirigida por el cineasta estadounidense Martin Scorsese cuyo objetivo es preservar películas de todo el mundo que son consideradas valiosas pero que, al permanecer al margen del mainstream, han caído en el olvido—. En mayo del 2016 la película se estrenó nuevamente, con la versión íntegra de su banda sonora original interpretada por el PostClassical Ensemble bajo la batuta del director español Angel Gil-Ordóñez.
¿Y qué sucedió con la aventura de Silvestre Revueltas como compositor de música para cine después de Redes? En ese mismo año escribió la partitura de ¡Vámonos con Pancho Villa! (1936, Fernando de Fuentes), otro clásico de la cinematografía mexicana donde incluso tiene una breve aparición como el pianista de una cantina. Luego, entre 1939 y 1940, compuso la música de varias películas más, entre las que cabe destacar La noche de los mayas, El signo de la muerte, ¡Que viene mi marido! y Los de abajo, todas de Chano Urueta. Pero esa es ya otra historia.
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