Adrian Justus, violín
Guadalupe Parrondo, piano
En 1932, Silvestre Revueltas compuso Tres piezas para violín y piano, cuya cronología la sitúa como contemporánea de Música de feria (su cuarto cuarteto de cuerdas), Alcancías y Colorines. En ellas conviven fugaces pinceladas de sonido local y elementos de un lenguaje más abstracto. El autor dedicó la partitura a su amigo Francisco Moncayo.
La pieza de apertura (I) inicia con un ostinato de notas repetidas en el piano y gestos angulosos de dobles cuerdas en el violín. Se trata de una música curiosa, saltarina, llena de cambios de medidas de compás. En la parte central hay una región más lírica, un Poco meno mosso, en donde el violín destaca una melodía un tanto austera. Después reaparece el material del inicio.
La segunda pieza (II) está indicada como Lentamente. Aquí el carácter es contemplativo, casi es el de una canción de cuna. El piano acompaña con un reiterativo motivo descendente a una melodía lánguida de gran belleza que asoma algunos rasgos pentatónicos.
En el Allegro final (III) vuelve el brillo y la incesante actividad de los materiales. El violín ejecuta una desquiciada línea de seisillos y quintillos que parece casi improvisada, mientras el piano sostiene una penetrante sucesión de acordes en fortissimo. Poco después, los elementos se fusionan en el mismo material en el Allegro Vivace. Quizá este sea uno de los juegos principales del movimiento, la insistente contraposición de los materiales del dueto hasta que encuentran convergencias entre sí a lo largo de los segmentos de la pieza. Hacia el final aparece un breve solo de violín que prepara el regreso de la música inicial, hasta encontrar una contundente cadencia final.
Mauricio García de la Torre para Música en México
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