Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt | Paavo Järvi, director
La mayoría de los artistas comienzan sus carreras siendo auspiciados por el apoyo generoso o afectivo de un maestro o patrón cuyo estímulo y recomendaciones son vitales para ganar exposición temprana y lograr el éxito. Tchaikovsky era el protegido de Nikolai Rubinstein. El pianista y director invitó al joven de 25 años a Moscú en 1866 para que enseñara armonía en la Sociedad Musical Rusa, la academia que él fundó y que se convertiría después en el afamado Conservatorio de Moscú.
El joven compositor, quien había ya renunciado a la carrera de abogado para dedicarse a la música, estaba recién graduado del conservatorio principal de Rusia -en San Petersburgo, donde el hermano de Nikolai, Anton, trabajaba desde hacía varios años. Nikolai pasó por alto la inexperiencia como maestro del joven compositor al nombrarlo miembro del cuerpo docente, sin duda porque vio en él rasgos de genialidad. Durante los primeros años de Tchaikovsky en Moscú, Rubinstein lo tomó bajo su protección, tanto en la vida social como en lo artístico. Luego del éxito de la Obertura en fa de marzo de 1866, Rubinstein sugirió que se embarcara en una sinfonía para que él la estrenara.
Vaya que fue una tarea tortuosa. Tchaikovsky produjo una primera versión durante la primavera y el verano de 1866 y la revisó más adelante en el año. Nikolai estrenó en partes la pieza, el Scherzo fue el primero, tocado ese diciembre en una reunión de la Sociedad musical, meses más tarde vino el turno del movimiento lento y finalmente la obra completa en febrero de 1868. Insatisfecho con el resultado, Tchaikovsky revisó la pieza en 1874 para su publicación un año más tarde. Es esa tercera versión la que hoy conocemos como la Sinfonía “Sueños de invierno”.
En comparación de las Sinfonías no. 2 y no. 3 (“Pequeña Rusia” y “Polaca“) cuyos títulos fueron conferidos por la crítica, la Primera sinfonía fue nombrada “Sueños de invierno” por el compositor. En la edición aparecen los títulos de cada movimiento, pero nada de esto sugiere que la obra sea abiertamente programática. Tenían el propósito de ser descripciones del carácter musical.
Una cierta frescura poco elaborada impera en la sinfonía, una expresión directa que algunas veces no aparece en obras posteriores del compositor. Esta inmediatez es aparente en el tema inicial del Allegro tranquillo, que inicia en un solo octavado de flauta y fagot, y en el asertivo cromatismo del vigoroso tema de transición. Este desarrollo es notable no sólo por su contrapunto “no académico” sino por el intuitivo clímax construido a lo largo de las graduales evoluciones del material temático.
Un Adagio cantabile ma non troppo forma el segundo movimiento, que se construye a partir de un resonante y sentimental solo de oboe sobre cuerdas con sordina que conduce a un pico emocional con la orquesta completa, luego de lo cual el movimiento vuelve a su carácter melancólico. El Scherzo (Allegro scherzando giocoso) tiene un aire a Mendelssohn, aunque es una creación bastante original; en el Trio, un airoso vals se adelanta a las partituras posteriores de Tchaikovsky para ballet. El final comienza con una introducción sofisticada (Andante lugubre), y luego se embarca en un discurso que lleva al escucha a través de una variedad de tonalidades, transformaciones temáticas y desarrollos contrapuntísticos. Es una conclusión satisfactoria de la sobria emocionalidad de toda la sinfonía.
Fuente: The Kennedy Center
La Orquesta Sinfónica Nacional tocará la Sinfonía no. 1 de Tchaikovsky este 5 y 7 de febrero en el Palacio de Bellas Artes. Para mayor información, consulte cartelera.
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