Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, dirige Paavo Järvi
La posteridad nunca ha perdonando a Félix Mendelssohn por ser feliz. Su ofensa es aún mayor porque era rico – económicamente, en amigos, en afecto familiar, en admiradores. Peor aún, dejó la impresión de que había tenido éxito en todo sin el menor esfuerzo. Hasta en su vida sentimental no sufrió ninguna de las agonías o fogosas pasiones de Berlioz, Chopin, Liszt o Wagner, por el contrario, su comportamiento fue modelo burgués de propiedad. Pero no nos preocupemos por los logros de Mendelssohn (1809-1847). El hombre que escribió obras maestras tales como su Octeto a los dieciséis años, la obertura a Sueño de una noche de verano a los diecisiete y la Sinfonía “Italiana” a los veinticuatro también nos ha enriquecido. Es hora de perdonarle su felicidad.
Félix tenía veintiún años cuando decidió viajar a Italia, estancia que le inspiró la composición de su cuarta sinfonía. En una carta fechada 10 de octubre de 1830 escribió, entusiasmado: “Está es Italia. He encontrado la máxima felicidad, lo que he estado esperando toda mi vida y ¡cómo lo estoy disfrutando!”.
Los cuatro movimientos de la Sinfonía “Italiana” son:
1. Allegro vivace. Los brillantes alientos al fondo de la frase inicial son como el brillo del sol italiano. Sobre todo lo demás, se escucha el llamado exultante de los violines como una invitación a la aventura. Parece reflejar la confianza y emoción de un hombre joven encaminado hacia una nueva tierra prometida de gran belleza. Sus propias palabras, “me sentí como un joven príncipe”, son la verdadera clave a este movimiento, que se desenvuelve como un paisaje italiano descrito con gran detalle.
2. Andante con moto. Después de cuatro meses en Roma, Mendelssohn escribió a sus hermanas (22 de febrero de 1831): “La sinfonía italiana va progresando bien. Será lo más alegre que he escrito, especialmente el último movimiento. Todavía no encuentro nada para el movimiento lento y creo que lo trabajaré hasta que llegue a Nápoles”. Se ha sugerido que el tono melancólico en los alientos, y el pizzicato en los chelos y contrabajos en este movimiento puede provenir de una procesión religiosa que Mendelssohn presenció en Nápoles.
3. Con moto moderato. El gracioso tercer movimiento está más cerca del minueto sinfónico del siglo XVIII que del tipo scherzo establecido por Beethoven. El encantador trío a la mitad del movimiento, con los delicados efectos de los alientos, recuerda el Sueño de una noche de verano del propio Mendelssohn.
4. Saltarello. Presto. El final es un saltarello, un tipo de danza antigua italiana que refleja la animación del carnaval romano presenciado por el compositor. Hacia el final, los alegres participantes del carnaval parecen dispersarse en la distancia pero la sinfonía concluye con una nueva y brillante sorpresa carnavalesca.
A pesar de que la “Italiana” se estrenó en Londres, en 1833, dirigida por el propio Mendelssohn, su típica actitud hipercrítica le llevó a revisar la partitura y reescribió secciones enteras. No permitió su publicación hasta no quedar totalmente satisfecho. El estreno en Alemania tuvo lugar hasta después de su muerte.
Edward Downes, The New York Philarmonic Guide to the Symphony, New York, Walker & Company, 1976
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