Suite Francesa n. 2 en do menor: el arte de la intimidad

por Francesco Milella La obra para instrumento de teclado sigue siendo vista hoy en día como la parte más monótona y tediosa del repertorio de Johann […]

Por Francesco Milella Última Modificación abril 18, 2015

por Francesco Milella

La obra para instrumento de teclado sigue siendo vista hoy en día como la parte más monótona y tediosa del repertorio de Johann Sebastian Bach, la parte que todos los jóvenes pianistas deben enfrentar durante los primeros años de estudio del piano, y que sólo los verdaderos expertos y amantes de la música clásica saben apreciar. Como si Bach hubiera sido solamente compositor de poderosos y teatrales coros y hieráticas armonías religiosas. Por suerte, junto a sus cantatas y pasiones, el catálogo de Bach incluye infinitas obras para teclado, obras “silenciosas”, más íntimas, reservadas pero igualmente espectaculares y bellas. Ejemplo perfecto y definitivo de este nuevo repertorio, que de hecho ya empezamos a analizar con las Variaciones Goldberg, son las Suites Francesas.

Estas suites pertenecen a ese amplio número de obras que Bach escribe con finalidades principalmente didácticas y “domésticas” para enseñar a sus alumnos el arte del teclado y al mismo tiempo amenizar y compartir momentos privados de su vida musical. Compuestas entre 1722 y 1725 durante sus actividad de Kapellmeister en Köthen, estas hermosas suites recibieron el nombre con el cual las conocemos solamente a partir de 1802, cuando el primer biógrafo de Bach, Johann Nikolaus Forkel, hacía referencia al estilo francés que aparentemente las caracteriza. Aparentemente, porque en realidad, a pesar de que Bach conocía perfectamente la obra para teclado de la literatura musical francesa (François Couperin, Jean-Henri d’Anglebert y Nicolas de Grigny), así como la elaborada técnica de la ornamentación local, el estilo de estas suites sigue siendo principalmente italiano.

De las seis suites (más dos adicionales BWV 818 y 819) analizaremos hoy la BWV 813 n.2 en do menor, acompañando nuestro análisis con la hermosa interpretación de Andras Schiff. La obra se abre con una íntima allemande, típica danza francesa, que Bach elabora con una clara, transparente y fresca melodía que se repite igual en diferentes niveles armónicos. Igual, pero sólo en el ritmo y en la melodía: la variación armónica que Bach organiza alrededor de este tema musical confiere a esta primera página inicial una extraordinaria elasticidad y desenvoltura. Como siempre, todo resulta sólidamente sostenido por un bajo discreto y linear. El contraste con la courante siguiente es fenomenal: se trata de una página más inquieta, nerviosa pero al mismo tiempo cautivadora, gracias al diálogo entre voz melódica (mano derecha), brillante y ágil, y voz rítmica y armónica (mano izquierda), robusta y enérgica. Un diálogo aparentemente constrastante pero que Bach logra transformar, gracias a la impresionante matemática de su lenguaje musical, en algo libre, líquido y fluido.

Sigue la sarabanda, donde volvemos al mundo musical de la alemanda incial: un mundo calmo, plácido pero no sereno. La formidable ambigüedad armónica, junto a una fluidez que parece más incertidumbre rítmica, que Bach confiere a esta página, hacen de esta sarabanda una página inquieta y melancólica per al mismo tiempo tierna, dulce, íntima. Uno de los momentos más intensos de esta suite. De la tensa calma de la sarabanda, pasamos a la refrescante energía del aria siguiente. Se trata de una pieza de increíble factura y equilibrio: las dos voces (melódica y rítmica) se acompañan sosteniéndose, apoyándose recíprocamente, y logrando, al mismo tiempo, desarrollar de forma autónoma sus elaboradas frases, que al final se unen en un intenso contrapunto. Contrapunto al que Bach opone la clásica y linear belleza del minueto. Una belleza que la habilidad armónica del compositor alemán transforma drásticamente desarrollando una sencilla y transparente melodía que, de forma autónoma, nos lleva de la mano a través de tonalidades mayores y menores, de los ritmos más plácidos, del primer tema, a los ritmos más dinámicos, de la parte central. La suite se cierra con una hermosa giga en el compás de 3/8, una página nerviosa en donde las dos manos conversan entre sí con trinos, mordentes y “acciaccaturas” brillantes y elegantes.

La suite francesa n.2 es una obra de increíble delicadeza, elegancia e íntima aristocracia. Bach realiza un hermoso cuadro donde nada, ni en la armónia, en el rítmo y en la melodía resulta fuera de lugar o en contraste con el resto. Una verdadera joya de la literatura bachiana, que ojalá los jovenes estudiantes de piano y los que siguen viendo estas obras como tediosas y aburridas, puedan reconsiderar y apreciar por lo que son: pequeños momentos domésticos de infinita belleza.

Francesco Milella
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