Giuseppe Verdi (1813-1901) siempre tuvo una admiración y fascinación por la obra de Shakespeare que sirvió de fuente de inspiración para tres óperas, entre las más ambiciosas de su creación musical y dramática: Macbeth (1847), Otelo (1887) y Falstaff (1892), basada en Las alegres comadres de Windsor. Un sueño no realizado fue convertir Rey Lear en ópera.
En Macbeth, Verdi y su libretista Francesco Maria Piave construyeron un verdadero coro a partir de las tres famosas brujas de la obra original. El compositor, en la primera de sus óperas shakesperianas, sigue con bastante fidelidad la estructura dramática original, que narra el ascenso y ocaso de un matrimonio ambicioso y falto de escrúpulos.
Su “estreno shakespeariano” constituye uno de los grandes momentos de la historia de la ópera. Aunque resulta muy difícil poner de relieve fragmentos concretos en esta puesta en música tan rigurosa, de una tensión musical poco común, hay escenas como la irrupción de las brujas en los actos I y III, la escena sonámbula de una lady Macbeth derrumbada bajo el peso de la culpabilidad en Una macchia (Siempre aquí esta mancha) y, como es habitual, el patriotismo verdiano de Patria opressa (Patria oprimida), que son ejemplos muy ilustrativos de este gran drama musical. El hecho de que el papel de lady Macbeth se haya convertido en uno de los papeles dramáticos de mayor categoría es una muestra de la conversión del contexto dramático realizada por Giuseppe Verdi.
Fuente: Eckhardt van der Hoogen, El ABC de la ópera, México, Taurus, 2011.
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