Handel instrumental. Handel universal

Por Francesco Milella Para Romain Rolland, excepcional escritor y dramaturgo francés (Premio Nobel de literatura en 1915), no había compositor más difícil de calificar y […]

Por Francesco Milella Última Modificación mayo 19, 2018

Por Francesco Milella

Para Romain Rolland, excepcional escritor y dramaturgo francés (Premio Nobel de literatura en 1915), no había compositor más difícil de calificar y encerrar en categorías que Georg Friedrich Handel. Si bien su música  llegaría pronto a una definición completa de su estilo, Handel nunca quiso vincularse a una única forma artística.

«Su genio –afirma Rolland– no pertenece a la categoría de aquellos que proceden por un solo camino. Su genio absorbe la vida entera y se integra con ella. Su voluntad artística es objetiva, se adapta a los diferentes espectáculos de las cosas fugaces, a la nación, al tiempo en el que vive,  a la misma moda. Se adapta a las influencias de los otros, se adueña de los estilos y de los pensamientos de los demás. Pero su poder de asimilación y el soberano equilibrio de su naturaleza son tan grandes que nunca se someten a la masa de los elementos externos. Al contrario: su genio asimila cada aspecto, lo domina y lo controla.»

Tanto con la ópera como con el oratorio, vimos cómo el genio de Handel fue capaz, como dice el mismo Rolland, de adaptarse al mundo de las cosas fugaces y a sus obstáculos, de cambiar su rostro (pero no su identidad) para responder con más eficacia a los cambios del mundo real. Los idealistas, hijos del genio beethoveniano que va más allá de las cosas sintiéndose superior a ellas, no han dejado de ignorar o incluso criticar este aspecto de la vida de Handel, como si tanto contacto con el mundo de las cosas hubiera podido contaminar su genio puro y virgen. En realidad, fue justo a través de este contacto tan profundo e intenso con el mundo real y concreto que el genio de Handel alcanzó un vértice tan alto. Así fue, por ejemplo, en 1707, cuando se abrió sin límites a la moda italiana adquiriendo todos los estímulos que ese mundo mágico le estaba ofreciendo en ese momento para, luego, exportarlos hacia Inglaterra y su capital. Y así fue, también, en los años treinta del siglo XVIII cuando, viendo crecer las críticas de los británicos hacia sus óperas, demostró  su capacidad de cambiar totalmente su ruta al acercarse al mundo del oratorio.

Adaptarse al mundo significa proceder por distintos caminos, nos explica Rolland. Y así fue con Georg Friedrich Handel: a lo largo de su larga trayectoria, su genio musical no se dedicó solamente a la ópera y al oratorio. Desde sus primeros experimentos musicales, encerrado en la azotea de su casa de Halle a escondidas de su padre, Handel vio en la música instrumental un elemento fundamental de su identidad artística, un ingrediente necesario para completar su perfil de compositor.

Con sus obras vocales vimos cómo su genio logró transformar el escenario barroco y sus rígidas leyes teatrales en un material sensible, en un modernísimo espejo del ser humano y de su interioridad. Sus óperas, sus oratorios nos entregaron un patrimonio majestuoso y profundo en donde intimidad y suntuosidad se unían la una a la otra creando momentos musicales de involvidable belleza. Fuera el aria de Alcina o un coro del Mesías, Handel nunca dejaba de atrapar al público con su arte musical celestial que tanto éxito tendrá entre los románticos, desde Beethoven hasta Brahms.

Ahora, la música instrumental nos transporta a otra dimensión: sus conciertos para órgano, sus concerti grossi, sus sonatas para flauta y sus suites para clave nos entregan un mundo más humano, probablemente popular. Seguramente terreno. Se trata de composiciones que el mismo Handel componía la mayoría de las veces por comisión de grandes autoridades, para complacer a protectores o, más sencillamente, para reforzar su propio patrimonio musical al no contar con la autoridad y el prestigio que tenía en el mundo de la ópera. Por tan obvias y un poco decepcionantes que puedan parecer, estas razones no son suficientes para mirar la música instrumental de Handel con desprecio, como si se tratara de un mundo inferior, menos inspirado y genuino de sus óperas y sus oratorios.

Al contrario, lo que trataremos de demostrar al escuchar y analizar algunas de sus composiciones más representativas es que detrás de ellas no se esconde un Handel inferior, sino un Handel diferente: ese Handel que, como decía el mismo Rolland, no se limitaba a buscar inspiración solamente en el mundo culto y refinado, sino también en sus rincones más sencillos y genuinos. Será un camino más, uno de los tantos en búsqueda del valor universal de Georg Friedrich Handel.

Francesco Milella
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