por Ricardo Rondón
Conocimos al tenor Bryan Hymel en la trasmisión de hace un año de Los Troyanos de Berlioz, montada en el Metropolitan Opera. Hymel sustituyó a Jonas Kaufmann, y posteriormente a Marcello Giordani que nada tenía que hacer como el héroe Eneas. En esa función, trasmitida en todo el mundo, Hymel se colocó con una nueva estrella de la ópera y causó sensación. Además de una técnica asombrosa, el tenor tiene un timbre radiante de excelente volumen y expresividad, línea de canto intachable y agudos que levantan al público de sus asientos. Además, siempre canta y – esto lo digo con gusto – ¡jamás grita! Se abre un mundo dentro del terreno para líricos heroicos de la opera francesa que casi ha desvanecido por la falta de exponentes de esta altura, y Hymel seguramente va a reinar supremo. Comentamos con entusiasmo su debut en el Met y posteriormente su participación en la grabación en vivo de Robert Le Diable de Meyerbeer, y en todo nos refrendó que lo que habíamos escuchado era una realidad. Dominar esta etapa y estilo podrá devolverle a los repertorios obras que han estado durmiendo por falta de exponentes vibrantes; Hymel es uno de ellos si no el mejor.
Hymel nació el 8 de agosto de 1979 en Nueva Orleans y se graduó en la Escuela Jesuita de esa ciudad. A los 19 años gana la Competencia Verdi en el Aspen Music Festival y fue finalista en las audiciones del Met, siendo el participante más joven y apoyado por la fundación George London. Entra al programa Merola de la Ópera de San Francisco y estudia en la Academia de Artes Vocales de Filadelfia.
Se va abriendo camino fogueándose en obras como Los Puritanos (Arturo), y el Mensajero Filisteo de Sansón y Dalila. El Festival de Wexford lo lanza en primeros papeles como el Príncipe en Rusalka (Dvorak) y Carnegie Hall le abre sus puertas en la Gala de la Opera Orchestra de Nueva York que dirige Eve Queler. A su lado están Renée Flemiing y Delora Zajick. Europa lo reclama para Carmen en Covent Garden, Pinkerton, Cavaradossi, Guido (Una tragedia florentina-Zemlinsky), Enéas, el Principe (Rusalka), y Fausto. En julio de 2012 canta Enéas en Troyanos y lo demás es historia. Ha recibido merecidos premios en certámenes internacionales. Este CD, su primer recital para Warner Classics, es un matrimonio ideal de artista y repertorio. No es solamente por el registro alto envidiable, es un músico que frasea con pasión y tiene una línea suave que hace mucho no escuchábamos. Cuando corona el aria de Arnold de Guillaume Tell (Rossini) se va a la estratósfera haciéndonos vibrar al máximo. Un modelo – al menos en este repertorio – es Georges Thill (1897-1984) y Hymel canta escenas de Alfred Bruneau y Henri Rabaud así como el Sigurd de Ernest Reyer basado en los Nibelungos pero escrito mucho antes que Wagner los enfrentara.
La escena de La reina de Saba de Gounod tiene una suave calidad en donde colorea la línea vocal como pocos exponentes. Herodiade (Massenet) y L’Africaine (Meyerbeer) muestran su identificación con la música y la correcta proyección. Otro nicho esplendido para el tenor es el Verdi escrito en francés. Su declamación en los recitativos lleva intensidad y el fraseo es estupendo. Jeruisalem (la versión francesa de Los Lombardos) tienen un manejo rítmico vibrante.
Las selecciones de Berlioz cubren Los troyanos y La condenación de Fausto (que pronto grabará) y el timbre que jamás se opaca es maravilloso. Hymel mantiene la intensidad sin romper la línea y todo fluye dentro del ritmo del lenguaje. Hymel cuenta con la excelente participación de Emmanuel Villaume en el podio frente a la Philharmonia de Praga. Cada aria viene con la cabaletta correspondiente y todo ha sido captado con un sonido natural, buena distancia del micrófono, balance óptimo, algo que parece ser cosa del pasado. Las múltiples virtudes de Bryan Hymel lo hacen candidato para un superestrellato en el firmamento operístico.
No se está dejando seducir por directores y productores irresponsables y ha estado planeando su repertorio con inteligencia y sensibilidad. Le damos la más cordial y afectuosa bienvenida: ¡Gracias, Bryan Hymel!
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