Por: José Antonio Palafox
Con su inconfundible estilo, Dámaso Pérez Prado —prolífico compositor e intérprete cubano que se nacionalizó mexicano en 1980— fue uno de los principales exponentes (y tal vez el gran renovador) del género musical conocido como mambo.
Inicios
Dámaso Pérez Prado nació en Matanzas en 1916, donde estudió piano y composición. Sin embargo, en sus propias palabras, decidió abandonar el mundo de la música “seria” al darse cuenta de lo difícil que es vivir de ella. Así que empezó a ganarse la vida tocando el piano y las maracas y haciendo arreglos musicales a danzones y boleros de moda para algunas orquestas populares locales, entre ellas la reconocida Sonora Matancera.
A los 25 años abandonó su ciudad natal y dirigió sus pasos a La Habana, donde, nua vez más, trabajó como pianista y arreglista para las más diversas orquestas que dominaban la vida nocturna de la capital cubana, como la Orquesta Casino de la Playa, que mezclaba los hipnóticos ritmos de la música cubana con el inconfundible sonido de las big bands estadounidenses. Fue trabajando con esta orquesta que Pérez Prado tuvo la oportunidad de experimentar ampliamente con las sonoridades y estructuras armónicas que poco después se convertirían en sello inconfundible de sus composiciones e interpretaciones.
La gloria
En 1945 formó su propia orquesta, el Conjunto Pérez Prado, con la que grabó sus primeros discos y llevó a cabo su primera gira fuera de Cuba, a Argentina y Venezuela. Cuando a finales de 1948 Dámaso Pérez Prado llegó a México, invitado por el cantante y bailarín cubano Kike Mendive, su fama ya lo precedía. Temas como Un meneíto p’aquí, Cascarita de limón y El baile del sillón ya eran clásicos de los viernes por la noche en nuestro país, así que para el músico no fue difícil empezar a trabajar con algunas orquestas nacionales, con las que grabó éxitos como Tacuba y una insuperable versión de El manisero. Sin embargo, decisiva fue la aparición, a finales de 1949, de un disco donde aparecían ¡Qué rico mambo! y el Mambo No. 5. A partir de ese momento en México se vivió —literalmente— una “mambomanía”, la cual se vio exacerbada cuando la actriz Ninón Sevilla, compatriota de Pérez Prado, alquiló el actual Teatro Blanquita (entonces llamado Salón Margo) para montar un espectáculo que se llamó Al compás del mambo. Para este proyecto, el músico formó una monumental orquesta (por la que pasarían, en diferentes etapas, músicos de primerísimo nivel como el percusionista Eddie Gómez y los trompetistas Chilo Morán y Maynard Ferguson) que contó con la esencial colaboración, en la voz, del legendario cantante Benny Moré, El Bárbaro del Ritmo.
La inclusión de Benny Moré en la orquesta de Dámaso Pérez Prado marcó el inicio de una fructífera colaboración que dio como resultado la grabación de temas clásicos como María Cristina, El suave y Pachito eché, además de que —cuentan las anécdotas— fue él quien tuvo la ocurrencia de improvisar al final de la letra de Locas por el mambo y llamar a Pérez Prado “chaparrito cara de foca”, mote con que el músico sería conocido desde entonces.
Durante ese momento de gloria, Pérez Prado iba de un lado a otro presentándose con su orquesta en los mejores centros nocturnos de la época, como el popular salón de baile Los Ángeles, haciendo arreglos de favoritas del público como Cerezo rosa, Guantanamera o Bésame mucho y componiéndole mambos literalmente a todo lo que se le ponía enfrente, desde ruleteros y niñas popoff hasta estudiantes del Politécnico o de la UNAM. Asimismo, su relación de amistad con Ninón Sevilla lo llevó a colaborar en películas como Víctimas del pecado (1951, Emilio Fernández), El suavecito (1951, Fernando Méndez), Los apuros de mi ahijada (1951, Fernando Méndez), Una calle entre tú y yo (1952, Roberto Rodríguez) y México nunca duerme (1959, Alejandro Galindo). Su música también aparece en filmes internacionales como Underwater! (1951, John Sturges), La dolce vita (1960, Federico Fellini) y —posteriormente— Santa sangre (1989, Alejandro Jodorowsky) o Kika (1993, Pedro Almodóvar).
Experimentación
En 1953, por razones que nunca quedaron del todo claras, Pérez Prado, con tan solo 35 años de edad y en el pináculo de la fama, abandonó México y se dirigió a Estados Unidos, país donde en ese momento triunfaban las orquestas de Tito Puente, Machito y Tito Rodríguez. Ahí permaneció los siguientes once años, dedicado a experimentar con ritmos como el suby, la chunga y fusiones como el mambo-twist y el rockamambo, además de dar forma a dos obras de aliento sinfónico: la curiosa Suite Voodoo (1954), compuesta para 37 músicos y estructurada en cuatro movimientos, y la Suite exótica de las Américas (1963), ambiciosa obra cuyo objetivo era captar la esencia de la música del continente americano. Es en esta pieza donde Pérez Prado hace gala de un impresionante sentido de la unidad armónica entre estilos musicales (aparentemente) tan disímiles como las solemnes evocaciones andinas, la violenta sensualidad de la rumba cubana o la luminosa alegría del dixieland estadounidense, todo enlazado mediante un sereno y melancólico motivo que el compositor denominó “tema de dos mundos”.
De nuevo México
El Cara de Foca regresó a México en 1964, llevando bajo el brazo nuevas e insólitas propuestas sonoras resultado de sus fusiones entre el mambo (que para entonces estaba ya de capa caída y había sido sustituido en el gusto del público por el chachachá) y estilos como el rock psicodélico, el funk y el dengue, en cuya estética dio a conocer temas como El tartamudo, El mambo del taconazo, El dengue del bombero, Viva Santana y su tercera y última obra de aliento sinfónico: el Concierto para bongó. En 1980, a los 64 años de edad, Dámaso Pérez Prado solicitó y obtuvo la nacionalidad mexicana. Finalmente, falleció en la Ciudad de México el 14 de septiembre de 1989, a los 72 años de edad.
Dámaso Pérez Prado: Mambo No. 8
Dámaso Pérez Prado: Mambo del Politécnico
Dámaso Pérez Prado: Mambos / Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, dirige Gustavo Dudamel
El Festival Internacional del Centro Histórico rinde homenaje a Pérez Prado a los cien años de su nacimiento, con un magno concierto, el domingo 16 de abril, de las 18:00 a las 20:00h, en la Plaza de la Constitución. Acceso libre. Participan: Orquesta Filarmónica Juvenil “Armando Zayas” de la Ciudad de México, Héctor Infanzón al piano, Jorge Barrales y Juan Ramón Corona, directores. Orquesta de Pérez Prado “Los reyes del mambo”.
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