Por José Antonio Palafox
El pasado sábado 30 de abril tuvo lugar en el Auditorio Nacional la transmisión en vivo de la Electra de Richard Strauss, obra con que la Ópera del MET concluyó su temporada 2015-2016.
Un elenco de primerísimo nivel encabezado por la soprano sueca Nina Stemme en el papel principal se encargó de deleitar al público con una memorable versión de esta intensa ópera en un acto que puede contarse entre las mejores obras jamás compuestas por Strauss. Stemme hizo entrega de una Electra muy bien actuada y mejor cantada, lo mismo violenta que tierna o sutil según fuese necesario para consumar su venganza contra los asesinos de su padre, Agamenón. La soprano canadiense Adrianne Pieczonka ofreció una Crisótemis luminosa, llena de dulzura y esperanza, en claro contraste con la oscuridad y la amargura que corroen a su hermana. Coronando el espléndido trío protagonista de esta ópera, la veterana mezzosoprano alemana Waltraud Meier encarnó a una Clitemnestra realmente soberbia y con gran presencia escénica, aunque su vigorosa voz se teñía por momentos de esa inconfundible modulación de las óperas wagnerianas con que se hizo famosa en Bayreuth en los años ochenta y noventa.
Por su parte, el bajo-barítono estadounidense Eric Owens ofreció un Orestes impecable, abatido por el peso del destino que está obligado a cumplir. El momento en que Electra y él se reconocen es una de las páginas más bellas escritas por Strauss, y tanto Owens como Stemme consiguieron dar al instante una extraordinaria emotividad. Finalmente, el tenor alemán Burkhard Ulrich encarnó a la perfección a un caricaturesco Egisto, que solo entra en escena para morir asesinado cinco minutos después.
La puesta en escena fue concebida por el fallecido cineasta francés Patrice Chéreau (1944-2013), quien diseñó un ascético escenario conformado por un portón, un patio prácticamente vacío, unos escalones y la gigantesca entrada del palacio, muy en deuda con los bloques monolíticos que Fritz Lang utilizó en su película Los nibelungos. De manera prácticamente imperceptible, el paso del tiempo era señalado mediante el discreto recorrido de un haz de luz proyectado en las desnudas paredes y las sombras que esta iluminación creaba sobre los escasos elementos colocados en escena. Para cuando los asesinatos son consumados ya es de noche, y la blanca luz de la luna llena otorga un aire tétrico a la desquiciada Electra, cuya espeluznante mirada perdida en el vacío al final de la ópera nos reafirma que su cordura ya no está en este mundo.
En esta ocasión la orquesta del MET estuvo bajo la experimentada batuta del compositor y director finlandés Esa-Pekka Salonen, quien –verdadero especialista en música contemporánea- hizo una espléndida lectura de la partitura de Strauss, poniendo especial atención en los pequeños detalles que enriquecen enormemente la atmósfera sonora de esta ópera y consiguiendo el más perfecto equilibrio entre los momentos de gran lirismo y dulzura y las partes donde la música estalla (literalmente) con una violencia desenfrenada y primitiva.
Pocas veces la representación de una obra estructuralmente tan densa y compleja como la Electra de Richard Strauss es totalmente satisfactoria. Y me parece que quienes estuvimos presentes en este cierre de temporada de la Ópera del MET podemos decir que –salvo el lamentable momento en que el enlace satelital falló y nos quedamos sin audio, después sin imagen y luego con un terrible desfase entre la imagen y el audio que tardó bastante en ser corregido- se trató realmente de un espléndido broche de oro.
Richard Strauss – Electra: Orest! (fragmento) / Nina Stemme (Electra) y Eric Owens (Orestes)
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