1. Bach: Misa en si menor
Pocas obras del repertorio abarcan una gama tan colosal de fuerza expresiva como la Misa en si menor de Bach. El director Leopold Stokowski se refirió a la “cósmica amplitud de expresión y de conciencia” de la obra. En realidad fue compuesta en un período de 25 años, así que su maduración fue un proceso prolongado y cuidadoso. Sin duda una de las mejores versiones grabadas es la de John Eliot Gardiner.
2. Bach: Pasión de según San Mateo
Para este “tour de force” espiritual Bach ingeniosamente divide sus fuerzas coral y orquestal en dos mitades, con todos uniéndose para los corales. Riccardo Chailly hace una sensacional versión de la orquesta Gewandhaus de Leipzig que combina lo mejor de la tradición moderna y la práctica del período, especialmente en el icónico coro de apertura en el cual se tranquilizan gritos apasionados de angustia con la partición del coro de niños.
3. Mozart: Requiem
Mientras Mozart trabajaba en su última obra maestra, su luz se apagaba con rapidez. Sufría de ataques de vértigo y hasta su amado canario le ponía los nervios de punta. Mozart escribió hasta la Lacrimosa antes de perecer, dejando el resto bosquejado. Luego de componer la música más perfecta, terminó su aventura terrenal.
4. Händel: Mesias
Durante el verano de 1741 Händel recibió el libreto de otro oratorio sobre el tema del Cristo Redentor. Él mismo se encerró, trabajando a menudo bien entrada la noche y rechazando comida y bebida, hasta que después de 25 días emergió con la partitura del Mesías, una dramática obra maestra. Las versiones son casi incontables, pero la de Harry Christophers y el magnífico coro “Sixteen” evoca la obra de manera electrizante. Como Handel dijo: “Creo que Dios me ha visitado!
5. Brahms: Un Requiem Alemán
Aunque Brahms insistía que el Requiem Alemán fue compuesto sin pensar en ninguna persona en particular, las muertes de su amada madre y su amigo Roberto Schumann durante la escritura del mismo le afectaron profundamente. El resultado en una poderosa fusión del Brahms clasicista con el Brahms romántico. Simon Rattle y la Filarmónica de Berlin logras este balance a la perfección.
6. Verdi: Requiem
Verdi emplea todas las armas de su arsenal operístico en su impresionante Requiem en memoria del escritor italiano Alessandro Manzoni. Inicialmente reacio a nombrarle Misa de Requiem –“ya existen en abundancia!” protestó– se destaca el electrizante Dies Irae, traído a la vida de forma espeluznante en la versión del jefe supremo de la ópera Antonio Pappano y la Orquesta de Santa Cecilia.
7. Mahler: Sinfonía n º 8 ‘Sinfonía de los mil’
Pocas grabaciones modernas han tenido el impacto de la Octava con Georg Solti y la Orquesta Sinfónica de Chicago. Instrumentada para ocho solistas, dos coros y una enorme orquesta, que incluye metales fuera del escenario, dos arpas, mandolina, celesta, piano, glockenspiel, gong, órgano y armonio, desde el mínimo susurro hasta impresionantes erupciones de sonido, se trata de una música que ofrece andanadas de adrenalina como ningún otra.
8. Beethoven: Missa Solemnis
La obra tiene un valor religioso, pero también momentos de exaltación frenética, que exigen una gran orquesta, además de un coro y solistas expertos. Los momentos místicos en la Missa Solemnis de Beethoven se logran a través de una orquestación inusual –nada menos que los cantos de pájaro con la flauta que representa el Espíritu Santo en el Et incarnatus.
9. Britten: Requiem de Guerra
Compuesto para la inauguración de la reconstruida Catedral de Coventry en 1962, el War Requiem de Britten dejó a la audiencia y los artistas participantes en el estreno en un shock emocional. Tan intensa fue la experiencia musical que incluso el normalmente estoico barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau estalló en llanto. La grabación clásica de Britten de la obra vendió 200,000 copias en menos de seis meses.
10. Orff: Carmina Burana
En 1934 Carl Orff recibió una antología de poesía medieval titulada Carmina Burana y hormigueó de emoción. Compuso la música a tal velocidad que sintió que ‘ya estaba en la cabeza’. La obra resultante le hizo una pequeña fortuna –especialmente después de su uso en un popular anuncio de Colonia. Orff estaba tan impresionado con la versión de Eugen Jochum que le dio su sello de aprobación como la mejor grabación de su obra maestra.
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