Bellini, el Romanticismo en Italia

Vincenzo Bellini transporta el teatro musical italiano hacia horizontes plenamente románticos.

Vincenzo Bellini
Por Francesco Milella Última Modificación abril 15, 2020

Vincenzo Bellini transporta el teatro musical italiano hacia horizontes plenamente románticos. Su vida fue breve, pero su lenguaje universal, capaz de cautivar, más que cualquier otro músico italiano y más que muchos otros compositores europeos como Chopin, Liszt y Wagner. 

La llegada de Rossini, y su repentino silencio después de 1829, desató una verdadera revolución cultural a nivel europeo. En Francia, Inglaterra y Alemania, lejos de ser absolutizada, su herencia comienza a dialogar con los lenguajes y las perspectivas locales: a partir de 1830, e incluso antes, el compromiso entre ópera italiana y sinfonismo alemán, entre convención teatral e ímpetu creativo, entre mundo aristocrático y popular, entre placer y reflexión se desarrolla de manera homogénea a través de distintas formas: de la sonata y la sinfonía al lied y la música sacra generando escenarios musicales heterogéneos y estratificados. En Italia, al contrario, donde la música instrumental y la música sacra terminaron por desaparecer después de la muerte de Cimarosa y Paisiello, fue la ópera la que tuvo que lidiar con la presión de la revolución rossiniana y enfrentar los compromisos de la cultura romántica. Primer protagonista de esta nueva etapa fue el compositor Vincenzo Bellini (1801 – 1835).

La vida

A pesar de haber nacido en lo que, en aquellos tiempos, se consideraba la provincia de la cultura italiana – la isla de Sicilia – Bellini logra, desde muy joven, colocarse al centro de la vida operística italiana. En 1819, a sus diez y ocho años de edad, consigue una beca para trasladarse y estudiar en Nápoles, ciudad que, aun habiendo perdido la gloria de sus tiempos pasados, seguía representando un prestigioso punto de partida para muchos jóvenes compositores. Ahí, en la que había sido la ciudad de Rossini, el genio de Bellini comienza a dar sus primeros frutos y llama la atención de Domenico Barbaja, el rey de los empresarios italianos, quien a los pocos años lo invitó a Milán para presentar una ópera en la Scala. Así, en 1827 Bellini presenta su ópera Il pirata con un éxito extraordinario. Le seguirá La Straniera dos años después, e I Capuleti e i Montecchi en la Fenice de Venecia en 1830. La última etapa de la breve trayectoria artística de Bellini corresponde a sus óperas más significativas y exitosas: dejando a un lado la desafortunada Beatrice di Tenda de 1833, Bellini compone Norma y La Sonnambula en 1831 para Milán, respectivamente para el Teatro alla Scala y el Teatro Carcano, e I Puritani, obra maestra que presenta en 1835 en el Théâtre-Italien de París, en aquel entonces bajo la dirección de Rossini. Es su último triunfo ya que Bellini muere pocos meses después por una violenta enfermedad intestinal a tan solo treinta y cuatro años de edad. 

Las novedades de Bellini

Si los títulos de las óperas, el proceso de creación y las divas y divos que las interpretaron revelan cierta continuidad belcantista con el sistema de producción barroco y convencional de épocas anteriores, la calidad del lenguaje musical belliniano nos coloca, al contrario, en una dimensión totalmente nueva. Frente a un Rossini compositor de más de cuarenta óperas en poco más de veinte años, Bellini nos presenta un catálogo de ‘solo’ diez óperas (incluyendo los primeros y poco conocidos experimentos de Adelson e Salvini en 1825 y Bianca e Gernando en 1826) compuestas a lo largo de diez años. Pero más allá de los números, de los catálogos y de los años que se entrelazan en la biografía de Bellini, son su música y su dramaturgia las que nos revelan las novedades más interesantes de su trayectoria operística.

Bellini construye sus personajes a partir de una nueva estética vocal: sin abandonar el gusto del bel canto con sus virtuosismos, focaliza la voz en la melodía a través de un lirismo claro y transparente, casi esencial tanto en la línea vocal como en el acompañamiento orquestal, ambos dispuestos en la partitura con extraordinaria sensibilidad musical y sentido del teatro. De la voz nace el personaje: gracias a la afortunada colaboración con el libretista Felice Romani, los protagonistas de las óperas de Bellini, desde la trágica Norma hasta la amable y bucólica Amina y su amado Elvino, adquieren una nueva profundidad, lejana de la escultórica firmeza del teatro rossiniano. Son personajes que crecen y cambian en el curso de la ópera, desarrollan nuevos sentimientos en el escenario tanto en las arias como en los recitativos, tradicionalmente considerado el momento ‘muerto’ de la dramaturgia italiana. Son personajes más sólidos y estructurados, donde la influencia del individualismo romántico del mundo francés y, sobre todo, alemán influye de manera determinante. 

Con Vincenzo Bellini la ópera italiana entra en una nueva etapa. Después de una larga transición que había comenzado con Cimarosa y Paisiello hasta llegar a la explosión rossiniana, encuentra un nuevo equilibro y se estabiliza: se abre por primera vez a las influencias del Romanticismo (ya Rossini lo había hecho con sus últimas óperas) y ajusta sus convenciones a la nueva estética europea.

Francesco Milella
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