Por Francesco Milella
Mientras Johann Stamitz y la orquesta de la corte de Mannheim ponían la base de la sinfonía moderna partiendo de modelos italianos y bohemos, más hacia el norte, entre Berlín y Hamburgo, otra pequeña revolución comenzó a cobrar vida acelerando la transición, ya inevitable a finales de la primera mitad del siglo XVIII, del barroco al clasicismo musical. Protagonista de este nuevo capítulo de nuestra historia de la música es Carl Philipp Emanuel, quinto de los ocho hijos de Johann Sebastian Bach y de su primera esposa (y prima segunda), María Bárbara Bach (sin contar a los cinco hijos del segundo matrimonio). Por largo tiempo, la historia colocó su trayectoria artística y su música en constante relación con la del padre, marcando diferencias y construyendo jerarquías, inútiles y peligrosas. Aun siendo hijo y alumno de tan majestuoso (y estorboso) padre, Carl Philipp Emanuel ocupa una posición independiente y autónoma en la historia de la música como figura clave en la definición de una nueva estética musical europea.
Carl Philipp Emanuel nace en Weimar en 1714. Desde muy joven comienza a viajar siguiendo a su padre, desde Köthen, en 1717, hasta Leipzig en 1723. Estudia en la Thomasschule donde tuvo como maestro a su mismo padre, quien le impartió clases de órgano, violín y teoría musical. Por voluntad del padre estudia derecho en la Universidad de Leipzig donde inicia una breve pero intensa carrera académica hasta 1738 cuando decide abandonar el mundo de las leyes y dedicarse completamente a la música. En 1740 entra como clavecinista en la capilla de Federico de Prusia en Berlín alternando la exitosa actividad de intérprete y concertista con la de compositor, más difícil pero más coherente con sus deseos profesionales. La muerte del padre en 1750 no cambia su estatus social y económico: al contrario, tras haber sido rechazado como sucesor de su padre en la iglesia de Santo Tomás, continúa su actividad en Berlín hasta 1768, año en que logra ocupar el puesto de Telemann como director de música y kantor del Johanneum, prestigiosa escuela de Hamburgo (muy parecida a la Thomasschule de Leipzig), donde se dedica principalmente a la composición de música religiosa, hasta su muerte ocurrida en 1788.
Carl Philipp Emanuel Bach fue uno de los compositores más reconocidos de su época, llegó a alcanzar una fama superior a la de su padre, por lo menos hasta 1820. Su lenguaje fue capaz de abrir nuevos caminos sin romper esquemas y quebrar tradiciones. A la influencia del padre (su único maestro, solía recordar él mismo: frase que Freud disfrutaría más que cualquier musicólogo), determinante en el uso sabio y atento de la armonía, y de la tradición barroca italiana, fue añadiendo nuevos estímulos mirando a las novedades y continuas transformaciones de su tiempo. A diferencia de otros compositores de esos años, como la del mismo Stamitz, cuya influencia fue principalmente formal y técnica (con él se define la orquesta clásica y la estructura de la sinfonía moderna), Carl Philipp Emanuel Bach marcó un cambio determinante sobre todo a nivel expresivo: sus obras superan ciertos tecnicismos barrocos e incluso el tono superficial del repertorio galante italiano para buscar sentimientos verdaderos y naturales fomentados por la nueva doctrina ilustrada. Se acerca al Empfindsamer Stil (estilo sentimental), que comienza a surgir en esos años como alternativa al barroco Affektenlehre (teoría de los afectos) según la cual una composición podía expresar un solo sentimiento a través de rígidos códigos armónicos y melódicos. El estilo sentimental, al contrario, veía en la composición un espacio en donde poder dar voz a diferentes emociones reflejando de forma más “natural” la esencia sentimental y emotiva del ser humano. El resultado es un estilo flexible y elástico, continuamente variado, con un gusto melódico fresco y brillante y con tímidas tendencias a ese fraseo operístico que tanto odiaba su padre. Tanto la armonía como la melodía se transforman en elementos que el compositor puede usar a su gusto como reflejo de su propia voluntad artística y no como consecuencia necesaria de un código musical compartido (obviamente sin romper los esquemas formales de su época).
Carl Philipp Emanuel Bach abre un camino sin vuelta atrás en la formación de la nueva estética clásica: con él la tradición musical europea se zafa definitivamente de las teorías barrocas para mirar a la música como espacio de creación libre para el compositor y su interioridad. Muchos llegaron incluso a afirmar que con Bach hijo se comienzan a sembrar las semillas del Sturm und Drang y del Romanticismo musical (Beethoven y, décadas más tarde, Brahms mostrarán, de hecho, gran interés por la obra musical de Carl Philip Emanuel Bach). Con él se define el compositor clásico en su continua tensión entre afirmación de la voluntad individual y la necesidad de un compromiso con un contexto necesario e inevitable. En 1788, al enterarse de su muerte, Mozart comentará a su padre Leopold el triste acontecimiento con una frase breve y elocuente: “él es el padre, nosotros somos los hijos”.
Concierto para violonchelo en la menor
Sinfonía en Do mayor
Concierto para flauta en la menor
Magnificat (Magnificat anima mea)
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