Por Francesco Milella
Si el nacimiento de la sinfonía moderna -su transición de elemento operístico (obertura) a forma autónoma- fue un fenómeno inicialmente italiano, su consolidación y crecimiento fue, al contrario, un fenómeno internacional que surgió en distintas partes de Europa, comenzando por Alemania. De la ciudad de Milán, donde Giovanni Battista Sammartini desarrolló sus sinfonías a partir de la tradición barroca italiana, pasamos a la más pequeña ciudad alemana de Mannheim, en la región centro-occidental del Baden-Württemberg: ahí, a pesar de ser un centro más pequeño y provincial que muchas otras ciudades europeas, incluida la misma Milán, gracias a una extraordinaria suma de distintos factores, la sinfonía encontró el terreno ideal para su desarrollo europeo. Pero vayamos con orden y analicemos los distintos elementos que transformaron esta pequeña ciudad en un actor fundamental para la historia de la música occidental.
En 1720 Mannheim sustituyó Heidelberg como capital de la región, entonces conocida como Palatinado, bajo el control del príncipe elector Carlos Felipe III. A partir de los años 30’ del siglo XVIII la ciudad entró en una fase de transformación radical con la construcción de nuevos palacios y la promulgación de nuevas reformas. La gestión política de Carlos Felipe III, todavía enmarcada en un sistema absolutista, pero, al mismo tiempo, abierta a las nuevas voces de la cultura ilustrada, en breve tiempo transformó la corte de Mannheim en un pequeño pero sólido centro cultural en donde la música fue ocupando una posición cada vez más dominante, sobre todo en el repertorio instrumental. La orquesta de la corte era el motor de todo: a partir de 1733, bajo la guía de su Kapellmeister, el milanés Carlo Luigi Grua (1700 – 1773), el conjunto instrumental fue creciendo en calidad y cantidad numérica hasta el 1741 (o 1742), cuando el príncipe elector de Mannheim nombró a un nuevo Kapellmeister de origen bohemio: Jan Václav Stamic, mejor conocido Johann Stamitz (1717-1757).
Stamitz -en aquel entonces un joven compositor de 25 años- llegó del mundo bohemio trayendo consigo la abundancia musical de esas regiones, amables y refinadas en la melodía, impecables en el uso de la armonía y el contrapunto, de las cuales, años antes, había surgido el genio de Jan Dismas Zelenka. Hasta ese entonces la trayectoria musical de Stamitz fue probablemente (tenemos pocas noticias de sus primeros años) inestable y con pocos grandes éxitos, pero seguramente suficientes para cautivar la atención de la corte alemana e invitarlo a ocupar tan prestigiosa posición. En Mannheim, Stamitz encuentra un universo musical pequeño pero vivo, internacional y sólido, gracias al apoyo incondicional del príncipe y a la labor musical de Grua quien, siendo italiano de Milán, había probablemente traído un amplio repertorio de obras instrumentales entre las cuales se encontraban también conciertos y sinfonías de su coterráneo Sammartini. A pesar de su joven edad, Stamitz supo inmediatamente entender la identidad sinfónica de la orquesta de Mannheim (y de su corte) y la valoriza de forma más exitosa.
Motor de la revolución de Johann Stamitz fueron las más de cincuenta sinfonías que compuso expresamente para “su” orquesta, con las que, por un lado, dio fama internacional a la corte de Mannheim y a su actividad musical – entre 1745, cuando Stamitz fue nombrado Konzertmeister (lo que hoy definiríamos como primer violín), y por varias décadas hasta finales del siglo XVIII, la orquesta de Mannheim llegó a ser considerada la mejor de Europa-. Por otro lado, contribuyó de forma determinante a la definición de la sinfonía moderna. Pero, ¿cuáles fueron las novedades de Stamitz? ¿Cómo cambió la sinfonía a partir del modelo italiano de Sammartini? Su lenguaje -tanto por la moda italiana en Bohemia como por la influencia de Grua en Mannheim- se coloca en un marco italiano, casi operístico, por su amable gusto melódico y su ritmo fresco y variable. Lo que cambia es, antes que nada, la estructura: Stamitz añade un cuarto movimiento a la sinfonía de Sammartini definiendo el esquema en cuatro partes Allegro-Adagio-Minuetto-Allegro (Presto). Stamitz transforma también el orgánico orquestal: pudiendo contar con un conjunto instrumental de primer nivel, Stamitz enfatiza el papel de los instrumentos de aliento (cuernos y oboes), sacándolos de su papel secundario de puro acompañamiento armónico para las cuerdas como era en la escuela italiana, con el fin de darles un rol central, más autónomo y protagónico.
En 1757, con la muerte de Stamitz, Mannheim podía considerarse una de las capitales musicales de Europa: hombres de poder y cultura y grandes compositores visitaron su corte para escuchar su orquesta y las sinfonías compuestas para ella. La herencia de Stamitz comenzó a viajar por toda Europa y la sinfonía que él había imaginado para “su orquesta” fue definiendo un nuevo camino en la historia de la música. En breve tiempo por ahí pasarán Franz Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart: por Mannheim, Stamitz y sus sinfonías.
Sinfonia en Re mayor
Sinfonia en Fa Mayor
Concierto para clarinete en si bemol mayor.
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