Después de la guerra: la Sinfonía n. 6 de Sergej Prokofiev.

Dos años después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, Prokofiev decide recordar los dolores de esos años y conmemorar sus víctimas con una obra ‘patológica’. 

Por Francesco Milella Última Modificación marzo 3, 2023

Dos años después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, Prokofiev decide recordar los dolores de esos años y conmemorar sus víctimas con una obra ‘patológica’. 

Celebrar…

A partir de 1945, tras la victoria de los aliados contra las dictaduras nacionalistas europeas, el mundo occidental volvió a despertar. A pesar de las inmediatas tensiones entre el bloque soviético y el estadounidense, una sensación de esperanza y renacimiento dominó en las sociedades víctimas del conflicto mundial. Muchas economías occidentales, como la italiana y la alemana (occidental), entraron en una fase de rápido crecimiento económico y político apoyado y controlado por el gobierno estadounidense. La cultura comenzó a salir a las calles para transformarse en un fenómeno global. Son los años de los grandes festivales, de la radio o, en las familias más ricas, de la televisión. La música comienza a cambiar su piel y su público: el jazz y las discotecas conquistan a las nuevas generaciones, mientras que el mundo anglosajón comienza a definir un nuevo vocabulario musical: el rock. Estaba naciendo el mundo de la música ligera, maravillosamente ligera (superficial, dirán algunos) como reacción a un mundo que por demasiado tiempo había sentido el peso oprimente de la muerte y la violencia. Sin embargo, fuera de los espacios masivos, otro tipo de música comenzó a seguir un camino más sinuoso y duro, que enfrentaba el trauma de la guerra a ojos abiertos.

… o recordar?

Tal fue el caso del mundo ruso. A pesar de haber salido ganador en el conflicto junto a los Estados Unidos, la Unión Soviética sufrió profundas heridas a lo largo de la guerra. Baste recordar el trágico asedio de Leningrado – hoy San Petersburgo – durante el cual Dimitri Shostakovich (1906-1975) compuso su trágica Sinfonía n. 7 en 1941. Tuvieron que pasar casi veinte años para que el mismo Shostakovich pudiera revivir la tragedia como recuerdo en su extraordinario Cuarteto n. 8 opus 110 al que Música en México dedicó un extenso análisis: https://musicaenmexico.com.mx/grandes-cuartetos-cuerda/. Hoy quiero analizar con ustedes otra obra, mucho más cercana cronológicamente a esos trágicos hechos y, sin embargo, menos conocida respecto al cuarteto de Shostakovich: la Sinfonía n. 6 de Sergei Prokofiev, estrenada en 1947. 

Una sinfonía para la victoria (militar).

Al final de la guerra Prokofiev se encontraba, junto a Dimitri Shostakovich y Aram Khachaturian (1903-1978), en la cumbre de la cultura rusa. Su música, irónica y lírica al mismo tiempo, rítmicamente poderosa y llena de melodías contagiosas, había conquistado gran parte del público occidental ruso e internacional. Sin embargo, después de una larga trayectoria internacional por Europa y Estados Unidos comenzada en 1918, Prokofiev había decidido en 1932 volver a su madre patria, que en aquel entonces vivía bajo la tremenda dictadura de Josef Stalin. La decisión no fue nada fácil ya que Prokofiev tuvo que aceptar la autoridad de la Unión rusa de compositores y musicólogos, la cual tomó el control de su actividad profesional e incluso de su estilo musical. Para mejor ejercer este control, en 1944 el Partido Soviético, a través de dicha Unión rusa de compositores, le puso a disposición una casa en el pueblo de Ivanovo para escapar del bullicio de la capital y encontrar su inspiración. Así nació, en 1945, la Sinfonía n. 5. En su música, poderosa y brillante, tanto el público ruso como la Unión de compositores reconocieron un canto patriótico y luminoso en honor de la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial contra Hitler. A pesar de su cercanía cronológica, la trayectoria de la sinfonía siguiente sería muy diferente.

Una sinfonía para la derrota (humana)

Prokofiev comenzó a trabajar en su sexta sinfonía en 1946. Desafortunadamente el trabajo resultó mucho más lento y laborioso de lo que había imaginado: solo a principios del año siguiente logró entregar la partitura completa al director Evgenij Mravinskij para comenzar los ensayos de su estreno, programado para el 11 de octubre de 1947 en la sala del Conservatorio de música de Leningrado. Dos meses después, el día de Navidad de ese mismo año, Prokofiev logró organizar el estreno de la Sinfonía en Moscú. A pesar de la gran curiosidad que crecía en la capital de la Unión Soviética – según cuentan las crónicas, los boletos se agotaron dos semanas antes del gran evento –, la recepción de la última obra sinfónica de Prokofiev fue mucho menor que las expectativas. La misma Pravda, el periódico oficial del partido comunista, se limitó a comentar con pocas y frías palabras el estreno navideño. ¿Cómo era posible que, a distancia de solo dos años, la música de Prokofiev hubiera podido generar reacciones tan distintas? 

Una música para recordar y conmemorar.

Si la Quinta Sinfonía había envuelto al público ruso con sonoridades suntuosas y brillantes, dignas de un pueblo ganador, la Sexta los había impactado con una música profundamente dramática e inquietante. Prokofiev había logrado su objetivo. Su intención era la de ofrecer una perspectiva completamente diferente sobre la guerra: lejos de la victoria y sus trompetas, Prokofiev había compuesto una sinfonía que podía ser una conmemoración para las víctimas y, al mismo tiempo, una denuncia musical contra las atrocidades de la guerra. Estos temas aparecen tanto a un nivel descriptivo como metafórico. Si, por un lado, es difícil no reconocer los ecos inquietantes de las marchas militares y sonidos bélicos – presentes sobre todo en el tercer movimiento –, por el otro no podemos dejar de vibrar – incluso rechazar, reacción absolutamente inevitable – los contrastes tímbricos y rítmicos y las melodías perturbadoras que animan los cuarenta y cinco minutos de la sinfonía. Como es fácil imaginar, la Sexta Sinfonía de Prokovief fue y sigue siendo una de las obras menos conocidas y representadas: algunos críticos del siglo pasado llegaron incluso a definirla como ‘patológica y repugnante’. Me gusta pensar que Prokofiev terminó por sobrestimar la capacidad emocional de su público: quizás era demasiado pronto – habían pasado tan solo dos años de la guerra – para que la mente de Europa volviera a revivir un pasado tan reciente del que estaban tratando de resurgir con todas sus fuerzas. 

Francesco Milella para Música en México

Francesco Milella
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