Handel según Beethoven

Francesco Millella El interés que Georg Friedrich Handel fue capaz de despertar durante el clasicismo musical fue, dentro de todo, académico y didáctico: los que […]

Por Música en México Última Modificación mayo 30, 2019

Francesco Millella

El interés que Georg Friedrich Handel fue capaz de despertar durante el clasicismo musical fue, dentro de todo, académico y didáctico: los que vivían alrededor del círculo musical vienés del barón Gottfried van Swieten miraron hacia sus obras, sobre todo corales y orquestales, en busca de modelos y ejemplos para perfeccionar lenguajes y técnicas. El repertorio de Handel era, finalmente, algo parecido al texto de armonía, orquestación y contrapunto, aunque su música siguiera circulando con cierta frecuencia también en ambientes menos académicos e incluso en conciertos. Wolfgang Amadeus Mozart fue el único en lograr ir más allá del elemento pedagógico y encontrar en su música una inspiración artística sincera. Sin embargo, la relación entre Mozart y la música de Handel no llegó a ser tan sólida, determinante y revolucionaria como fue, pocos años después, la que nació con el máximo representante del primer romanticismo vienés: Ludwig van Beethoven.

Como muchos otros compositores que vivían y estudiaban en Viena en esos años, Beethoven se acercó por primera vez a Handel en casa del barón van Swieten al estudiar sus composiciones con interés académico y didáctico. Las variaciones para piano y chelo sobre el tema “See the Conquering Hero comes” del oratorio Judas Maccabeus, compuestas en 1796, son un interesantísimo ejemplo de este primer contacto. Su influencia a nivel creativo fue, en realidad, muy limitada durante estos años ya que el joven Ludwig prefería mirar a la perfección formal y expresiva del mundo musical de Mozart y de Haydn, los grandes maestros del clasicismo. Sin embargo, Handel no desapareció de su entorno sonoro: al contrario, con el pasar del tiempo, su música fue influyendo de manera cada vez más determinante en el desarrollo de Beethoven, pasando de ser un puro apoyo pedagógico y técnico a una inagotable fuente de inspiración creativa. A partir de 1802, año en que Beethoven escribe el trágico Testamento de Heiligenstadt, aceptando la dolorosa presencia de su sordera y de su precaria situación existencial, comienza una nueva fase creativa, conocida como la etapa heroica que terminaría en 1812 con la primera versión de su única ópera Fidelio. Mozart y, sobre todo, Haydn habían dejado de responder a las exigencias expresivas del cada vez más atormentado compositor: la racionalidad y el rigor formal de sus composiciones limitaban demasiado el poder creativo de la música que Beethoven estaba buscando, poderosa y majestuosa, pero al mismo tiempo sencilla e inmediata, libre de expresarse más allá de las reglas. Las primeras cinco sinfonías nos cuentan de forma extraordinaria las transformaciones musicales de estos años y la lucha que Beethoven tuvo que enfrentar para superar el límite de la forma y de la regla y así alcanzar su ideal musical.

La música de Handel fue una solución, no la única, pero, seguramente, una de las más determinantes. «Ve y aprende de él cómo conseguir grandes efectos con pocos instrumentos», dijo una vez a un anónimo interlocutor declarando las razones de lo que pronto sería un amor infinito por Handel y su herencia musical. Es necesario recordar que el mundo romántico conocía a Handel y su música mucho más que la de cualquier otro compositor barroco. Sin embargo, percibía su lenguaje de forma muy distinta a la nuestra, anteponiendo la majestuosidad y la magnificencia de sus obras corales a la intimidad y humanidad de sus sonatas y sus arias. Así fue como Beethoven volvió a mirar a Georg Friedrich Handel, después de haberlo estudiado durante sus primeros años vieneses: su mirada dolorosa y madura encontró en él el equilibrio perfecto entre forma y expresividad para poder alcanzar la íntima y libre majestuosidad de las composiciones de sus últimos años.

A pesar de la profunda influencia de la música handeliana, no es fácil encontrar pruebas concretas e inmediatas de su presencia en el repertorio de Beethoven, incluso en sus últimas composiciones en donde el peso de Handel fue aún más relevante: las obras que la crítica musical considera como las más handelianas como la obertura La Consagración del Hogar (1822), la Missa Solemnis (1823) y la Novena Sinfonía (1824), nos entregan en realidad un lenguaje plenamente beethoveniano, sin evidentes influencias de otros modelos. Es necesario analizar más atentamente las partituras para poder entender de qué manera Beethoven se fue apoderando del universo musical de Handel y fue interiorizando y elaborando su estilo en un constante juego entre pasado barroco y presente romántico.

Si en la Missa Solemnis y la Novena Sinfonía la influencia de Handel y de sus oratorios se “limita” a apoyar el lenguaje contrapuntístico y solemne de Beethoven, en La Consagración del Hogar, obertura compuesta en 1823 para la inauguración del Teatro Josephstadt de Viena, su presencia es aún más determinante y profunda. Al escuchar la obertura, hoy tristemente poco conocida, lo que nos impresiona es, en realidad, la fuerza titánica y universal de Beethoven, en donde la forma y la técnica desaparecen ante una expresividad abrumadora y contagiosa. Pero quien sostiene toda la estructura es Handel con su extraordinario magisterio contrapuntístico: desde las primeras notas de la larga introducción, Beethoven se apodera de la herencia handeliana para construir juegos polifónicos de extraordinaria complejidad y solidez. Para muchos La Consagración del Hogar es una obertura à la manière de Handel que busca imitar su técnica y su estilo para traducirlo en un lenguaje romántico. Lo que en realidad esconde su música es una extraordinaria toma de conciencia de un pasado musical (Handel y el barroco) aceptando e interpretando su actualidad más allá del tiempo y sus límites.

 

Variaciones para piano y chelo sobre el tema “See the Conquering Hero comes” (Judas Maccabeus) WoO 145

 

La Consagración del Hogar op. 124

Missa Solemnis op. 123

 

Sinfonía n. 9 en re menor op. 125

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