La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México tocará la Sinfonía No. 5 de Gustav Mahler , bajo la dirección de José Areán, en la Sala Silvestre Revueltas, del Centro Cultural Ollin Yoliztli, el sábado 6 de febrero a las 18:00h y el domingo 7 a las 12:30.
La carrera de Mahler (1860-1911) como compositor quedó al principio opacada por su fama como director de orquesta. Pocas fueron las ocasiones en que sus obras tuvieron realmente éxito. Sin embargo, sus grandes frescos sinfónicos fueron ganando cada vez más adeptos y ejercieron una influencia notable en el sinfonismo del siglo XX, como lo demuestran obras de compositores tan dispares como Britten, Copland, Honegger o Shostakovich.
Mahler no fue un músico abstracto. Sus sentimientos, sus ideas sobre el mundo, la vida y la muerte, todo ello interviene decisivamente en su creación musical aunque sus obras nunca lleguen a ser puramente descriptivas. En eso, Mahler es uno de los últimos herederos del trascendentalismo beethoveniano.
La Quinta Sinfonía de Mahler fue compuesta en 1902, pero el compositor la sometió a varias revisiones entre 1907 y 1909. Cuando la dirigió por primera vez en Colonia en 1904, fue descrita como “la sinfonía gigante”. La Quinta es típica de Mahler, por ejemplo, en cuanto a su aparente observancia al patrón tradicional de cuatro movimientos de las sinfonías clásicas, así como por la ampliación y reducción radical de varias secciones de la orquesta. También está presente el uso de una orquesta gigante para lograr efectos sutiles propios de la música de cámara. Finalmente, la Quinta es un ejemplo extremo de su perfeccionismo orquestal que le orilló a revisarla una y otra vez.
Uno de los aspectos fascinantes de esta magistral partitura es la red sutil de inter-relaciones temáticas que unifican a la obra al estilo de los compositores románticos. La sinfonía tiene 2 “partes”: La primera parte consta de dos secciones – (1) Marcha fúnebre y (2) Tormenta; sigue el Scherzo (3) , y la segunda parte que también consta de dos secciones: (4) el famoso Adagietto y (5) Rondo Finale. El Adagietto, que únicamente emplea las cuerdas y el arpa, es probablemente el trozo más conocido de Mahler; se toca frecuentemente como una pieza independiente y ha sido usado hasta como fondo de película. Compuesto por la misma época que las Canciones para los niños muertos y las Cinco canciones sobre poemas de Rückert, este movimiento comparte con éstas algún material melódico y su atmósfera emocional.
Una gran parte de la música sinfónica de Mahler fue música de programa en el sentido de que fue inspirada por pensamientos o sentimientos extramusicales o que, al menos, sugirieron estas ideas extramusicales a Mahler una vez que la hubo escrito. La Quinta sinfonía está relacionada temáticamente con más de una de sus canciones. Sin embargo, Mahler dudó mucho si debiera publicar descripciones programáticas del contenido de sus partituras. Es famosa su vehemente declaración: “¡Que mueran todos los programas!” y la Quinta Sinfonía, por más que pueda sugerir un cataclismo emotivo y un triunfo, es una de las obras en que mantuvo su decisión de permitir que la música hablara por sí misma.
Fuentes: Edward Downes, The New York Philarmonic Guide to the Symphony, New York, Walker & Co., 1976; Joaquín Gutiérrez Heras, Notas sobre notas, México, Sello Bermejo-Conaculta, 1998.
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