La flauta mágica suena de nuevo en el Auditorio Nacional

por José Antonio Palafox Las transmisiones Live in HD que desde el MET de Nueva York se proyectan en el Auditorio Nacional tuvieron el pasado […]

La flauta mágica
Por Jose Antonio Palafox Última Modificación octubre 18, 2017

por José Antonio Palafox

Las transmisiones Live in HD que desde el MET de Nueva York se proyectan en el Auditorio Nacional tuvieron el pasado sábado 14 de octubre una inusual afluencia de espectadores que obligó a hacer largas filas para ingresar al recinto. Y no era de extrañar, porque lo que se transmitió fue La flauta mágica —una de las más grandes óperas de Wolfgang Amadeus Mozart, favorita incuestionable de gran parte del público amante del género— en la espectacular y ya clásica puesta en escena de la multipremiada artista estadounidense Julie Taymor (cuya aplaudida concepción visual para el musical El rey león todavía está dando de qué hablar en tierras mexicanas).

Además, para agregar un soberbio plus al evento, la orquesta del MET estuvo a cargo del legendario maestro James Levine. Por si fuera poco, en esta ocasión no se trató de la inexplicable versión doblada al inglés y reducida en casi una hora con que el mismo MET inició el proyecto Live in HD hace once años y que se retransmitió el año pasado, sino de la versión original íntegra (poco más de dos horas y media) cantada en alemán.

Y desde los primeros compases de la obertura hasta la caída final del telón, este verdadero banquete para los sentidos no dejó de ofrecer a los espectadores plato fuerte tras plato fuerte.

Efectivamente, a pesar de los desgastantes problemas de salud que lo aquejan y que le tienen postrado en una silla de ruedas, el maestro Levine dio cátedra de dirección orquestal al ofrecer una lectura precisa e impecable de la partitura de Mozart. Un leve movimiento de la batuta era suficiente para que las cuerdas sacaran a relucir un vigor juguetón; un breve gesto con el brazo bastaba para que los metales sonaran con una majestuosidad arrolladora; la palma de la mano extendida hacía que las percusiones retumbasen con una solemnidad de otro mundo… y la suave sonrisa que se dibujaba en el rostro de James Levine de tanto en tanto era garantía suficiente de que todo estaba bajo el más absoluto control.

Por su parte, los solistas también brillaron con luz propia: el tenor estadounidense Charles Castronovo encarnó a un Tamino de firme voz y gallarda presencia. A pesar de que el personaje es bastante unidimensional, mediante sus gestos actorales y las sutiles modulaciones de su voz Castronovo le agregó un rico sentido de humanidad, nobleza y espontaneidad. La soprano lírica sudafricana Golda Schultz —en su debut para el MET— dio vida a una simpática Pamina de etérea y cristalina voz, con un respetable registro agudo que nos gustaría escuchar lucir en otros papeles operísticos. Si bien sus primeros minutos en escena resultaron bastante timoratos, no tardó en entrar en plena forma y terminó apoderándose del escenario en cada una de sus intervenciones, mostrando además una indudable química escénica con el barítono austriaco Markus Werba, quien se robó la tarde como un graciosísimo Papageno que lo mismo presentó sus credenciales ante Pamina emulando al agente 007 (“El nombre es Geno… Papageno”), dio unos pasos rapeando con sus campanillas mágicas al hombro como si fueran una radiograbadora o cuestionó directamente a James Levine sobre la posibilidad de cambiar de esposa cuando encontrara una más bonita.

A pesar de que solo canta dos arias en toda la ópera, uno de los personajes más recordados de La flauta mágica (y de toda la historia de la ópera) es la pérfida Reina de la Noche. Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen, su segunda intervención, es uno de los momentos más esperados por el público, amén de una de las arias más difíciles jamás escritas, ya que exige a la soprano que se atreva a cantarla con un dominio prácticamente perfecto de la coloratura y una capacidad poco menos que sobrehumana para alcanzar las notas más altas y generar —literalmente— una ráfaga de stacattos, además de una destreza histriónica que le permita dar a cada una de las palabras que pronuncia una fuerte carga dramática.

Pocas sopranos han conseguido hacer entrega de Reinas de la Noche realmente espectaculares, y Kathryn Lewek es una de ellas. Con una presencia majestuosa, un gesto inexpresivo bastante inquietante y una mirada realmente atemorizante que nos hicieron olvidar su muy baja estatura, la estadounidense supo imprimir la justa carga de magnánima preocupación y luego malévola superioridad a O zittre nicht, mein lieber Sohn, el aria del Acto I donde pide a Tamino que la ayude a rescatar a su hija Pamina de las manos de Sarastro para después mostrarse violenta y despiadada en la mencionada Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen, el aria del Acto II donde incita a Pamina a cometer un asesinato. Su contraparte, el sabio y sereno Sarastro, fue cantado espléndidamente por el veterano bajo alemán René Pape, quien ya ha hecho de este papel una verdadera creación propia, cálida y mesurada.

Por último, el tenor y la soprano estadounidenses Greg Fedderly y Ashley Emerson dieron vida, respectivamente, a un gracioso y libidinoso Monostatos de mefistofélico aspecto (en deuda con el personaje del Fausto de F.W. Murnau) y a una tierna y discreta Papagena que se robó el escenario en los momentos en que apareció bajo el disfraz de una adorable ancianita (en deuda con los dibujos animados de Hayao Miyazaki).

Pero esta Flauta mágica no solo encantó al público con el límpido sonido de la orquesta y con el excepcional desempeño vocal y actoral de los solistas y del coro. El hechizo se vio completado de la más contundente manera gracias a la espléndida propuesta visual de Julie Taymor, que crea una impresionante imaginería muy personal poblada de cautivantes marionetas (pájaros, osos, una gigantesca serpiente y una esperpéntica oca sobre la que vuelan tres fantasmagóricos espíritus infantiles con luengas barbas) y en la que se mezclan indistintamente elementos del teatro kabuki, sombras chinas, símbolos masónicos y elementos arquitectónicos del antiguo Egipto sobre un escenario giratorio que cada vez que cambia es solo para mostrarnos un nuevo asombro.

Al final, el resultado de esta conjunción de talentos de primer nivel fue una de las más deliciosas puestas en escena de La flauta mágica que hemos visto y escuchado en años.

Wolfgang Amadeus Mozart: Bei Männern, welche Liebe fühlen (La flauta mágica) / Golda Schultz (Pamina), Markus Werba (Papageno) y la Orquesta del MET, dirige James Levine

Jose Antonio Palafox
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