A principios de los años cincuenta, surgió el bolero ranchero. Este género híbrido aportó un segundo aire a los dos estilos de donde provenía. El bolero, típico producto del romanticismo a la mexicana, había pasado su mejor época. El apogeo bolerín de los años cuarenta, que llevó el bolero hasta las antípodas y puso a los argentinos a componer al estilo mexicano, había llegado a su fin. Los miles de boleros adocenados que arrojaban las disqueras al consumo local habían provocado una fatiga del género.
Lo mismo podría decirse del popular género ranchero citadino, cuyos temas, ideas musicales y manierismos venían repitiéndose hasta la saciedad. Este tratamiento contra la vejez y el cansancio, conocido como bolero ranchero, consistía fundamentalmente en un bolero común y corriente, con sus temas y estilo característicos, más con acompañamiento de Mariachi; pero lo mismo podría ser una canción ranchera cantada con mariachi, en ritmo de bolero.
Los responsables del nuevo híbrido, o cuando menos a quienes atribuyeron su creación, fueron el compositor Alberto Cervantes y el arreglista Rubén Fuentes. Parece ser que al proponer el sacrílego estilo, las disqueras y los mismos intérpretes se opusieron a emplear mariachi en los sentimentales boleros. Nadie creía que la extraña variante fuese crear un auge y una moda que produciría muchas ganancias. Por lo tanto el nuevo producto era visto con desconfianza. El bolero ranchero le tocó el dudoso honor de ser el primer género creado para su explotación comercial y, como tal, fue manipulado. Los creadores del nuevo producto, Cervantes y Fuentes, al toparse con la resistencia general, decidieron promocionarlo en grande, aprovechando al cantante Pedro Infante, para quien ya habían escrito infinidad de canciones rancheras. En aquellos días, la marca Pedro Infante era capaz de vender lo que fuera. Desde su grabación inicial, el bolero ranchero se colocó como el primer lugar de popularidad con canciones como Llegaste tarde, Qué te pasa corazón, Cien años, Un presentimiento, Tu amor y mi amor, etc.
Lo característico del bolero ranchero es la monotonía rítmica, ya que al típico rasgueo en corcheas de la guitarra mariachi, se agregó un característico y continuo golpeteo que venía sustituir en cierta manera a las maracas del bolero original. Bueno o malo, el estilo logró imponerse y pronto tuvo que ser incluido dentro del repertorio de los cantantes. Javier Solís, el nuevo ídolo creado en sustitución y aprovechamiento de la obra del fallecido Pedro Infante, hizo del bolero ranchero su modus operandi.
Considerado desde otro punto de vista, la aparición del bolero ranchero fue un acontecimiento obvio y de una ocurrencia lógica. La base regional y campirana de la canción ranchera se perdía poco a poco; al tornarse bolero afirmaba aún más su verdadero contenido urbano.
En 1966, tras la muerte de Solís, la canción volvió a sus antiguos cauces. El género se mantuvo de las canciones ya creadas, de la fama de una legión de intérpretes ya conocidos desde años anteriores y de la imaginación inagotable de José Alfredo Jiménez (Cuando vivas conmigo, El perro negro y No me amenaces). Tras la muerte de José Alfredo Jiménez (1973), el mismo año de aparición de la simbólica canción El rey, la canción bravía se vería sumida en la más elemental pobreza elemental pobreza.
Los años setentas son testigos de variados intentos de crear algo original. Me caí de la nube de Cornelio Reyna –el símbolo del triunfador norteño en la capital–, parecía ser el inicio de un nuevo enfoque de la canción ranchera. Desgraciadamente, el desconocimiento del verdadero estilo ranchero y su mezcla con otros (norteño, romántico y defeño) produjeron un estilo confuso en el resto de la producción más reciente.
En los años ochenta artistas como Juan Gabriel o Guadalupe Trigo incursionaron en el género ranchero pero siempre pasajeramente. Las canciones pueden ser varias. Los jóvenes se identifican cada vez menos con el estilo comercial ranchero y este recluta sus públicos más numerosos en la provincia, en la zonas chicanas de los Estados Unidos y en el extranjero, donde goza de la gracia de la novedad y de la representación autóctona mexicana.
Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.
Comentarios