El radio (primera parte)

Con el sonido de una sola orquesta captado en miles de receptores, podrían bailar simultáneamente medio millón de parejas.

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Por Música en México Última Modificación mayo 21, 2022

La afición por los extraordinarios aparatos empezó en México a principios de los años veinte. Los fonógrafos y las pianolas, fueron relegados al olvido. Ahora –según rezaban los anuncios– con el sonido de una sola orquesta captado en miles de receptores, podrían bailar simultáneamente medio millón de parejas.

Todo mundo ardía en deseos de poseer el novedoso juguete que, por el momento, no captaba sino dos estaciones experimentales: la CYX y la CYL. El presidente Obregón inauguró en el patio de la Escuela de Minería la Gran Feria Radioeléctrica y el entonces candidato, general Plutarco Elías Calles, se dirigió al pueblo por medio del micrófono de la radiodifusión. Pero era la iniciativa privada y las compañías publicitarias y comerciales quienes estaban destinadas a predominar en los nacientes medios de difusión. Los periódicos Excélsior y El Universal pronto instalaron sus estaciones transmisoras, y en la Av. Juárez no. 62, se instaló la transmisora “La Casa de la Radio” de El Universal Ilustrado.

El primer programa de “La Casa de la Radio” tuvo lugar el 8 de mayo de 1923; fue iniciado por el poeta Manuel Maples Arce con su Poema de la Radiofonía: “Sobre el despeñadero nocturno del silencio, las estrellas arrojan sus programas y en el aludión inverso del ensueño, se pierden las palabras olvidadas.” Actuaron Andrés Segovia, Manuel M. Ponce y la orquesta típica de Torreblanca. Uno de los patrocinadores de esa difusora, que transmitía sólo dos veces por semana fue la casa Sanborns. El interés por los programas fue tan grande que se llegó a elaborar un refresco gaseoso con la marca Radio y la cigarrera El Buen Tono, dueña de XEB, lanzó su marca de cigarrillos El Radio.

En 1925, existían dos radiodifusoras en el país y en 1929, se adoptaron las letras XE y XF, para las radiodifusoras mexicanas. El Buen Tono cambió sus siglas a XEB y se convirtió en la atracción más espectacular de todas. La entrada a sus programas era gratuita o bien a cambio de cajetillas de cigarros de la marca homónima. Pagábase a los artistas $1.50 por actuación. 

En 1930 nació una de las más potentes transmisoras de Latinoamérica, la XEW. La estación que con el tiempo ejercería una labor difusora y rectora del desarrollo del gusto de los oyentes, surgía con una conciencia casi imperialista de sus potencialidades. El discurso inaugural de la orgullosa “Voz de América Latina desde México” no dejaba lugar a dudas: “su alcance, claridad y transparencia le permitirían ser la fuerza impulsora de cultura más allá de nuestras fronteras. Personalidades distinguidas han designado a nuestro país el puesto de abanderado en el desenvolvimiento cultural del continente; acá se han hecho los ensayos ideológicos más importantes. Ahora el afán de nacionalismo adquiere un sentido de cultura netamente mexicana. Nuestra música, nuestras canciones son nuestras y tienen contenido de nuestro propio espíritu. Y si manifiesta lo que nuestro espíritu es, es necesario que vaya más allá de nuestra fronteras. Es necesario que se diga en otros pueblos: Así canta el alma torturada de México.” En el programa inaugural de la XEW participaron sólo artistas de fama tan reconocida como Ortiz Turado, el tenor Juan Arvizu, Josefina “Chacha” Aguilar, la Marimba Chiapaneca de los Hermanos Foquez, la Orquesta típica de Policía de Miguel Lerdo de Tejada, el compositor Jorge del Moral, Néstor Mesta Chaires, Ana María Fernández y Agustín Lara.  

La historia demostraría que ese “destino manifiesto de la XEW, aunque había sido un tanto exagerado, demostraba conciencia de las amplias posibilidades de difusión. Durante los años treinta, multitud de intérpretes y cantantes difundieron a través de la radio miles de canciones, que si bien no siempre expresaban “el alma torturada de México”, demostraban las muchas facetas, influencias y modalidades de la canción mexicana. En sus programas, encontró acogida tanto la nueva canción ranchera: trío Tiriácuri, trío Calaveras, Lucha Reyes, trío Garnica-Ascencio, como la canción romántica: Lara, Curiel, Grever o Cárdenas, interpretada por los hermanos Martínez Gil, Fernando Fernández, Juan Arvizu, las hermanas Landín, las hermanas Águila y hasta un regionalismo adaptado a las necesidades radiofónicas representado por Los Costeños, Los Cancioneros del Sur, el trío Calaveras, Los Vaqueros, etc. En efecto, la difusión de los programas radiados por XEW iba mucho más allá de las fronteras de la ciudad de México. Se escuchaba en provincia, en Cuba y en Sudamérica. Como resultado de esa difusión y atraídos por el vellocino de oro de la transmisión multiplicadora, a más de una popularidad y sueldos que se creían espectaculares, comenzaron a llegar al Distrito Federal músicos y cancioneros de todas las regiones de México. Algunos encontraron acomodo en la XEW o en alguna de las estaciones menores, otros en el teatro de revista, en tanto que la mayoría terminó vagando por las calles y mercados. Así llegaron a la capital los primeros mariachis, los sones de Veracruz, los huapangos, las canciones de Yucatán y las chilenas de Guerrero. Atraídos por el auge radiofónico arribaron también a México numerosos artistas extranjeros con su equipaje de congas, rumbas, puntos guajiros y tangos.     

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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