El cine (2a. parte)

Por la pantalla del cine mexicano, desfilaron todos los compositores de mayor o menor significación: el actor Joaquín Pardavé, en su faceta de compositor de canciones

Por Música en México Última Modificación mayo 10, 2022

Por la pantalla del cine mexicano, desfilaron todos los compositores de mayor o menor significación: el actor Joaquín Pardavé, en su faceta de compositor de canciones, con su canción Negra consentida en La calandria (1933), Lorenzo Barcelata en dos películas huapangueras, Cielito lindo (1936) y Ora Ponciano (1936). Agustín Lara con Noche de ronda (1937).Felipe “Charro” Gil (1937) con el trio Hidalguense y el trío Medellín en A la orilla de un palmar (título de un arreglo de Ponce).

Frecuentemente, el título de la película coincidía con la canción-tema (leitmotiv) de la película. Citaremos algunos ejemplos en tres centenares: La Valentina con Armando Camejo y Jorge Negrete, Caminos de ayer (1938) sobre la canción de Gonzalo Curiel, con actuación cantante de Pepe Guízar y Jorge Negrete. Un viejo amor (1938) la célebre canción de Esparza Oteo, Perjura (1938) sobre la célebre danza de Miguel Lerdo de Tejada y Adiós mi chaparrita (1939) con la canción de “Tata Nacho”. Los afanes regionalistas también encontraron su expresión, y aparecieron La sandunga y La Adelita con arreglos de Barcelata y Cortázar.

A pesar de qué las canciones fueron un venero inagotable para el primitivo cine mexicano, en realidad, nunca se llegó a realizar un musical al estilo norteamericano, es decir abiertamente relacionado con un género músico-teatral; se prefirió una relación híbrida con las canciones, lo que permitía su utilización como comodín en cualquier situación cinematográfica, lo mismo dentro del nacionalismo o regionalismo de exaltación ingenua como El mexicano (1944), La canción de México (1944), Alma norteña (1938), Así se quiere en Jalisco (1942), Qué lindo es Michoacán (1942), Cuando quiere un mexicano (1944) y Como México no hay dos (1944), que en películas de aspiración histórica como Los dorados de Pancho Villa (1939), con la actuación de Lucha Reyes, y En tiempos de don Porfirio, con música de Felipe Villanueva y otros valsistas del siglo pasado.

Ya en los años cuarenta, películas como Nosotros sobre la canción de Pedro Junco, o Bésame mucho sobre la canción de Consuelo Velázquez inauguran el género bolero-gángster o bolero-cabaretero qué se prolongaría hasta Carne de cabaret (1939), Pervertida (1945), Cortesana (1947), Perdida (1949), etc.

El bolero y el cine mexicano de los cuarenta estuvieron indefectiblemente ligados. Para darse una idea de su trascendencia fuera del país, bastaría recordar el impacto que tuvieron en medios tan alejados como el de Argentina. Según el historiador del tango Horacio Ferrer, el bolero, que había sido introducido en Argentina por Alfonso Ortiz tirado, inundó Buenos Aires en los años cuarenta “al grado de producir boleros a destajo y hacer que los tanguistas cambiasen de género.Luego el tiro de gracia: el cine argentino, que ha cifrado buena parte de su primer auge en su inspiración tanguera, pierde la batalla en todo el territorio latinoamericano: la distribución mexicana, sólidamente concertada, le copa la banca. Se cree entonces que la salida consiste en imitar a México. Hoy, en lugar de exportar nuestras realizaciones a México, importamos las mexicanas. La misma inundación, por vía de las bandas sonoras del cine que diez o quince años atrás derramaron las películas norteamericanas, la desatan ahora los filmes mexicanos. Antes, las canciones en inglés les hicieron morder el polvo a nuestros tangos. Hoy son los boleros. Decenas, centenares, miles de boleros.”

El papel de la canción en el cine mexicano durante las últimas décadas continuaría siendo el mismo: aprovechamiento comercial del prestigio de un compositor, canción o un cantante de moda. Podría afirmarse que ni uno solo ha quedado fuera del cine nacional. Chucho Monge siguió inundando la pantalla con sus canciones, comedias y melodramas, al grado de qué para el año 1962 había escrito canciones para 176 filmes y de ellos, 76 estaban titulados como la canción-tema de la película.Tú sólo tú (1949) de Valdés Leal, Quinto patio (1950) de Luis Arcaraz, El gavilán pollero (1950) de Ventura Romero, con la colaboración de Cuco Sánchez, José Alfredo Jiménez y naturalmente Pedro Infante, Ella y yo (1951) de José Alfredo Jiménez son una mínima parte de las canciones-títulos capitalizables. La lista de canciones y compositores relacionados con el cine sería interminable. En épocas más cercanas, la receta para la administración de canciones al cine mexicano no ha variado en lo más mínimo.

Los ídolos son convenientemente incorporados en el momento de su aparición, como Cornelio Reyna, Vicente Fernández, Juan Gabriel, quienes por momentos hacen concebir a la industria la esperanza de un resurgimiento de los antiguos ídolos.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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