Estilos y cantantes rancheros

El cantante de ranchero, contra lo que pudiera creerse, exhibe una peculiar forma de sentimentalismo que a primera audición podría confundirse con cierta violencia.

Por Música en México Última Modificación octubre 3, 2022

El cantante de ranchero, contra lo que pudiera creerse, exhibe una peculiar forma de sentimentalismo que a primera audición podría confundirse con cierta violencia. En realidad, no hay tal: el grito es un sustituto de las lágrimas. La forma clásica de ejecución exige un atorón rítmico al final de cada frase. La fuerza y la autoridad son indispensables, así como la sobreactuación en escena con abundancia de gestos vanamente explicativos. Musicalmente, los recursos son muy simples: portamento, esforzatos y ritardandos que pueden convertirse en calderones hacia las frases climáticas y, finalmente, el uso teatral del falsete, que puede caer inclusive en medio de una frase para hacer un efecto de suspenso –muy esperado y aplaudido–, antes de terminar un giro melódico cuya conclusión es obvia.

El intérprete de ranchero ha gozado de una especial consideración y absoluta libertad en el uso de los manierismos que lo caracterizan. Sus gestos, su “chorro de voz” y sus posibilidades expresivas fueron el pedestal y la razón de ser de no pocas canciones. Numerosas veces la voz de un intérprete famoso dio a una canción la posibilidad de completar el circuito de difusión formado por la radio, el cine y los discos.

Un grupo de compositores formó en los años cuarenta la vanguardia del género ranchero, que por supuesto incluía una vez más a los insustituibles Esperón y Cortázar. Dentro de ese grupo destacaron Felipe Valdés Leal (1899), con sus canciones La mal pagadora, Mi ranchito, Tú sólo tú y Entre copa y copa, Rubén Méndez del Castillo (1911), quien después cambiaría su nombre por el de Rubén Méndez de Pénjamo, grabaría Con un polvo y otro polvo, para después hacerse famoso en 1950, con sus célebres Cartas a Eufemia y Pénjamo. Finalmente habría que hablar de Rubén Fuentes, que después de llegar a México con el Mariachi Vargas de Tecalitlán se inició como compositor con La noche y tú, así como el expresivo Chucho Monge, quien gracias a la relación de amistad con Lucha Reyes de 1938 a 1942 compuso canción están características del estilo ranchero cómo Para qué me sirve la vida y Cartas marcadas.

Las cantantes bravías

La aparición de Lucha Reyes marcó el surgimiento del estilo de interpretación femenina de la canción ranchera. En 1927, después de una gira en Europa con la típica del maestro Torreblanca, la cantante había quedado afónica durante más de un año. Al recuperar la voz pudo entonar con un color de contralto y un matiz enronquecido y bronco la naciente canción ranchera-citadina. La personalidad y la neurosis hicieron el resto. Prodigaba su voz hasta desgarrarla, gemía, lloraba, reía e imprecaba. Nunca antes había escuchado interpretaciones de ese estilo. Sobreponiéndose a la crítica que no aceptaba su falta de refinamiento, pronto Lucha Reyes simbolizaba y personificaba a la mujer bravía y temperamental a la mexicana. La atormentada artista, capaz de manifestar con toda franqueza que al cantar la canción Rayando el sol sentía ganas de echarse un trago por que un nudo se le formaba en la garganta, estaba destinada a personificar el mítico personaje femenino encargado de dar voz a la canción del género ranchero. El estreno de Guadalajara de Pepe Guízar y La feria de las flores de Chucho Monge marcaron la culminación de una popularidad cortada súbitamente con su suicidio en 1944.

El estilo de interpretación se había fijado definitivamente. Las canciones que siguieron a Lucha Reyes tuvieron que adaptarse a ese estilo; sólo le restaba el recurso de un mayor o menor énfasis interpretativo, o de una tesitura más o menos grave. En mayor o menor medida, tuvieron que creer en el personaje y presentarse como las auténticas sucesoras de su personalísima modalidad de ejecución. “La Torcacita”, Dora María, “La prieta linda”, “La consentida”, Lola Beltrán y Flor Silvestre son muy importantes representantes de esa floración de rancheras agresivas que cantan. Había quedado atrás la dulce e ingenua rancherita encargada de confeccionar los “calzones de cuero del ranchero”. Ahora, “la flor más bella del ejido” gritaría, se emborracharía y experimentaría terribles pasiones y abandonos dignos de una verdadera citadina.

Matilde Sánchez, “La Torcacita”, constituye el ejemplo ideal. Su publicidad aclara que inició su carrera aceptando la enorme responsabilidad de sustituir a la indispuesta Lucha Reyes como primera figura de la compañía de Paco Miller; el resto fue fácil porque “La Torcacita”, nació en mero Tequila, Jalisco, y por consiguiente la canción ranchera ya la traía en sus venas, y por eso el canto bravío encuentren en ella a una de sus exponentes más genuinos y notables. El auge de las cancioneras de ranchero está en relación directa con la capacidad del estilo interpretativo que venía esbozándose y evolucionando desde años anteriores. Las cantantes bravías simplemente enfatizaron los rasgos más salientes de ese estilo, hasta lograr en ocasiones una verdadera caricatura del género.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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