El mariachi a mitad de siglo

A partir de los años cuarenta, puede considerarse al conjunto mariachi como definitivamente incorporado a la canción ranchera.

Por Música en México Última Modificación octubre 2, 2022

A partir de los años cuarenta, puede considerarse al conjunto mariachi como definitivamente incorporado a la canción ranchera. Esto coincide con la total definición del estilo tanto de composición como de ejecución. Desde ese momento la canción ranchera se acompañó con un conjunto mariachi de trompeta si se trataba del estilo bravío. Por el contrario, si se trataba del estilo sentimental o de queja, se acompañaban de cuerdas y guitarras. 

Otra influencia determinante en la década de los cuarenta fue la incorporación de la canción regional autóctona o modificada según las necesidades del repertorio comercial de las disqueras y la radio. Los especialistas en sones jarochos o huapangos como Elpidio Ramírez, Pedro Galindo, los hermanos Huesca, Nicandro Castillo y los Cuates Castilla fueron factores determinantes en la urbanización definitiva de los estilos regionales.

Dentro del contexto de un país que estaba en proceso de modernización y una metrópoli que iniciaba un monstruoso crecimiento demográfico, la difusión y la creación de canciones regionales, así fuesen urbanas, cumplían con una doble función: psicológicamente otorgaba a los millones de provinciano recién avecindados en la Ciudad de México una posibilidad de identificarse con los estilos de canciones regionales. Comercialmente, esta añoranza campirana bien explotada propiciaba a los productores de películas la certeza de un taquillazo millonario si se empleaban las fórmulas y dosis exactas de canciones de influencia regional.

Nuevos intérpretes

El aumento de la producción disquera fue característico de esta etapa. La canción ranchera, en competencia con el bolero que todo arrollaba, estableció récords de ventas sin precedente. Las campañas grabadoras fundaron premios y estímulos para los mejores intérpretes de la canción ranchera, al mismo tiempo que se iba formando el estereotipo de ella, tanto en su forma de ejecución como en su composición. Se insistía en las fundamentales diferencias entre uno y otro cantante o entre uno y otro creador de canciones rancheras. De esa manera, y después de cantar boleros y afrocubano, Miguel Aceves Mejía sería alternativamente el “Cancionero del falsete de oro” y el ”Berrendito”, ya que todo símbolo distintivo de un cantante de ranchero debía por fuerza tener connotación campirana. Aún la misma insistencia en la calidad del falsete provenía de la ejecución clásica del huapango de la Huasteca.

La publicidad de Luis Aguilar, el “Gallo giro” de tantas comedia cinematográficas, aparte de señalar sus irrepetibles cualidades artísticas insistía en que, ante todo, Luis cantaba “como hombre y con voz de macho” como correspondía al acerado muchacho que en su natal Mazatlán se había dedicado a la reparación de lanchas. Todos los cancioneros accederán al honroso calificativo de charro aunque, como Felipe “Charro” Gil, se tratase de un costeño de Misantla con apellido libanés. Francisco “El charro” Avitia, dejó el flautín con que pastoreaba las cabras en Pilar de Conchos, Chihuahua, para templar el gaznate y cantar, en lugar de los tangos del inicio de su carrera, éxitos rancheros como El muchacho alegre,El águila negra y Los gavilanes.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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