Históricamente, y por su desarrollo, el corrido se ha clasificado en tres periodos principales: el primero abarca desde la Independencia hasta el ascenso de don Porfirio, el segundo desde los principios de la dictadura hasta 1910 y el tercero desde los inicios de la Revolución hasta nuestros días (si se aceptan como corrido las creaciones actuales).
Existe un patrón general al cual, con más o menos variantes, se adapta a la mayoría de los corridos. El corrido se inicia con una llamada al público que también se hace de una forma establecida:
Señores, voy a contarles
lo que pasó en Veracruz
el 25 de junio
del año 79 (1879).
Ay, amigos míos
les voy a contar
lo que me ha pasado
en esta ciudad:
Entraron los Yankees
me arriesgué a apedrear. (1847)
Inmediatamente aparece el nombre, suceso y fecha de qué se trata:
Voy a cantar un corrido
de la actual revolución.
Tiempo de mil novecientos
veintinueve que pasaron
Murió Gervasio Mendoza,
Los cristeros lo mataron. (1929)
Y todos, casi sin excepción, dirigen al final un mensaje, una sentencia aleccionadora a sus oyentes:
Vuela, vuela palomita,
avisa a toda la gente
qué no sigan el ejemplo
del hijo desobediente
Tengan presente señores y
eduquen a sus chiquillos,
no les vaya a suceder
como le pasó a aquel hijo.
En algunos casos, se añade una despedida que puede asumir diferentes formas:
Ya con esta me despido
con sentimiento deveras;
fíjense en los resultados
que dejan las borracheras.
A pesar de su hieratismo, el corrido es indudablemente una forma atractiva que se caracteriza por la sobriedad, la concisión en la narración, y una parquedad de emociones que aseguraron por mucho tiempo la continuidad de ese estilo verista tan alejado del sentimentalismo de las canciones de principios de siglo.
Podría decirse que en el lapso transcurrido desde su aparición hasta 1920, el corrido como forma no sufrió una evolución notable; Los temas cambiaron, trocáronse los héroes del relato pero, en lo esencial, continúa manejando las mismas fórmulas y modelos.
A partir de 1918, el corrido –comprobada su eficacia como género narrativo, de propaganda o protesta– comenzó a ser utilizado conscientemente por algunos autores. La corriente se inició con el excéntrico y bohemio Samuel Margarito Lozano, autor del corrido Tampico hermoso (Impreso en hojas volantes, distribuido y cantado por su autor en las mismas calles de Tampico) y el corrido de Francisco Villa.
Otro ejemplo interesante es el de la legendaria cantante vernácula Concha Michel (1889), ex novicia, prófuga del convento y comunista, quien dejó más de 40 corridos que cantó en ferias regionales, haciendo proselitismo político y crítica social, prefigurando en una dimensión más comprometida y realista a muchos de nuestros actuales cantantes de protesta.
Todo cabe en un corrido sabiéndolo acomodar; desde el aburrido progresismo cardenista y didáctico de Alfonso del Río…
Camarada campesino
que ya tienes tu parcela,
que tienes maíz y trigo
y que es tuya la cosecha,
vete con todos tus hijos
a estudiar a una escuela.
… hasta los corridos de inspiración lorquiana al estilo del Máximo Tepal de Miguel N. Lira que pretenden retornar el corrido a su forma original de romance y cuya belleza de imágenes los coloca fuera del sentido y significación del género:
Ya viene Máximo Tepal
ya viene por el sendero;
el camino es viborita
que se enrosca en su sombrero.
Su caballo corre y corre,
su caballo va corriendo;
los ojos de su caballo
de noche se están cubriendo.
La noche venía caballo
montado en silla de plata
las estrellas que traía
eran pesos de Zapata.
Contrariamente a lo que pretendió el tratamiento “purista” de la canción mexicana durante el movimiento folclorista de los años setenta, el corrido sufría ya el inevitable impacto comercializador de los medios de comunicación.
Actualmente es tan difícil como insólito escuchar un corrido ejecutado en alguna de sus formas tradicionales, prefiriendo se la adaptación de las formas musicales populares de la industria cinematográfica o televisiva.
Otra especie de corrido, el corrido chusco o de crítica, cuya historia se remonta al Corrido de la pulga, Corrido de las pesetas y el Corrido de los trenes eléctricos, y que en cierto modo recuperó el ingrediente picaresco del corrido original, ha encontrado continuadores en Salvador “Chava” Flores y Lalo González “Piporro”.
Flores, retratista urbano por excelencia, logró recuperar la extraviada esencia narrativa del corrido plasmado graciosamente en su inmenso legado de corridos, el carácter y la conducta del pueblo mexicano: La esquina de mi barrio, Sábado D.F., Los pulques del Apam, Voy en el metro, Vino la reforma, ¿A qué le tiras cuando sueñas?
Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.
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