Los cincuenta: el apogeo de los tríos

Pronto, imitación de Los Panchos, surgieron cientos de grupos con hombres noblemente imaginativos: condes, duques, príncipes, dandys, etc. 

Por Música en México Última Modificación septiembre 4, 2022

Pronto, imitación de Los Panchos, surgieron cientos de grupos con hombres noblemente imaginativos: condes, duques, príncipes, dandys, etc. 

En 1949, Edmundo Domínguez compuso Loca pasión iniciando una avalancha de canciones para trío que hicieron época: Contigo de Claudio Estrada, Limosnero de amor y Remolino de Alberto Vélez, junto con Un solo corazón de Rafael de Paz.

En 1951, la canción Tres dilemas de Vicente Garrido dio una nueva forma al bolero y se adaptó perfectamente al nuevo estilo de ejecución del trío. A partir de ese momento, las canciones para trio tuvieron un corte característico: Luna de octubre de José Antonio Michelle y Ladrona de besos entraban ya perfectamente dentro de la definición de canción para trío.

En general, los años cincuenta fueron dominados por los tríos y su repertorio especializado que crecía día con día. El crucifijo de piedra (1954) de los hermanos Cantoral, Espinita (1954) de Nico Jiménez, Historia de amor del panameño Carlos Almazán iniciaron otra serie de sentidas canciones para trío. Todos estos años fueron de una gran demanda para los tríos. La totalidad del repertorio romántico parecía impregnarse del estilo de Los Panchos.

Según Gustavo Prado, integrante de Los Diamantes, un importante grupo fundado en 1949, los Panchos lograron dignificar la profesión y hacer posible que los tríos entraran en lugares que les estuvieron vedados por años. Antes de la aparición de los Panchos los tríos se dedicaban a dar serenatas y a cantar en los bares; después de ellos, adquirieron rango social y alta jerarquía dentro del ambiente. Las disqueras se los disputaban, los más caros centros nocturnos les ofrecieron trabajo.

No tardó el estilo romántico de los tríos en trascender y cruzar las fronteras. Los Panchos viajaron a Japón y abrieron un sorprendente, entusiasta y duradero mercado para los tríos mexicanos. A partir del primer viaje de Los Panchos al Japón, las plazas han estado siempre abiertas para los tríos románticos en el Medio y Lejano Oriente, Estados Unidos, Sudamérica y por supuesto en ese mercado natural para los artistas mexicanos que se localiza en Los Ángeles y en Chicago.

En la vida musical mexicana, la creación de canciones se centró durante los años 50 en torno a los tríos, al grado que a los premios instituidos como el Disco de Oro hubo que añadir la categoría trío. Las nuevas canciones salieron a la luz; en 1956 Álvaro Carrillo dio uno de los últimos impulsos al bolero romántico con Amor mío. En 1958, Güicho Cisneros, el compositor oficial de Los Dandys compuso Gema y Benjamín Correa del grupo de Los Caballeros publicó Invierno. En 1949 Álvaro Carrillo compuso dos clásicas del género: Luz de Luna y Sabor a mí, sólo comparables en popularidad con Alma de cristal y Tres regalos, compuestas en el mismo año por Güicho Cisneros.

Al producirse la saturación del mercado provocada por el exceso de tríos, cada grupo inició una búsqueda de la originalidad a toda costa. Pero las posibilidades de variación eran muy limitadas. Como resultado, pronto se llegó a un exceso de barroquismo en el uso del requinto y aún casi afeminado uso de las voces, que colocaron el estilo del trío en el margen de la chabacanería y el sentimentalismo cursi. De esta manera la decadencia del estilo de trío otorgó la razón a muchos de los críticos del género que veían en Los Panchos una amenaza a la pureza de la canción mexicana, en razón de su cursilería y amaneramiento.

Los años sesenta señalan la invasión del rock en México y el nacimiento de una nueva sensibilidad. La producción de boleros y canciones para trío disminuyó; pocas canciones tuvieron la calidad de Mientes (1961) de Daniel Pérez Arcaraz, Cuando muere el sol (1961) de Federico Baena, Mi amor por ti (1962) de Miguel Pous y Seguiré mi viaje de Álvaro Carrillo.

La duración del estilo de los tríos podría totalizar más de treinta y cinco años, aunque en realidad la decadencia se hubiese iniciado a principios de los años sesenta, cuando aún seguían actuando los grupos más famosos. La creación de repertorios cesó, los grupos se dispersaron y se siguieron repitiendo hasta el cansancio los mismos patrones de ejecución. Actualmente, aún para los más famosos tríos sobrevivientes, el final está próximo; aunque una buena parte del público aún quisiera escuchar el repertorio habitual de los tríos, pocos empresarios se arriesgan a contratarlos.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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