Las batallas musicalizadas tienen una larga historia. La imitación de los toques de trompeta, los tambores, el fragor y los disparos de una batalla fueron el tema favorito de la música descriptiva desde el siglo XVI y llegaron a su apogeo en las numerosas piezas de batalla del siglo XVIII, compuestas en su mayoría por ingleses. El ejemplo más antiguo de este género es también uno de los más conocidos: La guerre (1529) de Janequin, compuesta a propósito de la batalla de Marignano. Esta pieza es una obra puramente vocal que imita con onomatopeyas la conmoción de una batalla. Más tarde, con el desarrollo de la música instrumental, las battaglias pasaron del ámbito vocal al orquestal y ganaron en realismo. Finalmente, ante el hecho incontestable de que lo más parecido a un cañonazo es otro cañonazo , algunos compositores del siglo XVIII incluyeron disparos de cañón en sus partituras. Beethoven contribuyó a este repertorio con La victoria de Wellington (1813), pero la pieza más popular de este género es actualmente la Obertura solemne 1812 de Tchaikovsky, compuesta en 1880. En ella los franceses están representados por La Marsellesa y los rusos por el himno zarista. La versión original, con artillería de verdad, se ejecuta raras ocasiones por razones obvias.
Joaquín Gutiérrez Heras, Notas sobre notas, compilación y prólogo de Consuelo Carredano, México, Sello Bermejo, Conaculta, 1998.
Versión de concierto
Versión con cañones en vivo
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