Sensemayá de Silvestre Revueltas

Es conocido que el espíritu revolucionario de Silvestre Revueltas (1899-1940) está presente en cada una de sus obras

Por Música en México Última Modificación abril 17, 2023

Ritual poético-musical para matar a una culebra

Es conocido que el espíritu revolucionario de Silvestre Revueltas (1899-1940) está presente en cada una de sus obras. Su música es rebelde y aguerrida, innovadora y novedosa; es moderna en cada aspecto, es la música más original que se haya compuesto en México (aunque haya algunas más vanguardistas en todas las épocas) y, sobre todo, nunca dejó de ser una música auténtica y mexicana.

Revueltas adaptó los ritmos y danzas de México, más bien, los “adoptó” para hacerlos suyos, para integrarlos a su concepto, a su propio lenguaje musical; con excepción, tal vez, de uno o dos temas, Revueltas creó sus propios temas en cada obra, haciéndonos sentir que estamos escuchando temas conocidos y reconocidos de nuestros pueblos, de nuestras regiones, pero que realmente pertenecen a la inventiva original del gran compositor.

Revueltas vivió el contexto ardiente de la Revolución Mexicana, y aunque sea de lejos (o no tanto como parece), le llegan también las llamas de la Revolución Rusa y de la Guerra Civil Española. Revueltas formó parte de la LEAR (la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios) y en compañía de varios pintores e intelectuales mexicanos y algunos latinoamericanos, viajó a España para solidarizarse, con presencia y obra, con la causa antifranquista.

Durante su militancia en la LEAR, Revueltas se hizo amigo de Nicolás Guillén, el gran poeta cubano; la obra de Guillén le inspiró, al menos, tres creaciones musicales: el poema sinfónico Sensemayá y las canciones Caminando, para voces y ensamble de cámara, que es más usual escuchar en versión para voz y piano y No sé por qué piensas tú, soldado…, basadas en los tres casos en sendos poemas de Guillén, en el caso de Sensemayá, escuchado en el cálido y caribeño énfasis del propio autor, a quien Revueltas se lo pudo escuchar de viva voz del poeta.

Sensemayá fue compuesta en 1937, en una primera versión para orquesta de cámara grande, que ya sigue el desarrollo y contenido básico de la obra, aunque con diversas sorpresas instrumentales y temáticas que la diferencian de la versión para gran orquesta sinfónica, que Revueltas realizó al siguiente año y que es la que muchos conocemos, que se ha grabado varias veces y se interpreta frecuentemente en conciertos de México y del mundo.

Ya desde la primera versión, están presentes los incisivos ritmos y la fuerza pujante de Sensemayá, pero es hasta la orquestación sinfónica, con una gran riqueza en percusiones, que la obra adquiere su óptima dimensión rítmica y textura sonora y esa pujanza visceral que nos provoca un gran efecto emocional cuando la escuchamos. Se ha dicho que Revueltas concibió la idea basándose en el logro similar de Igor Stravinski en La Consagración de la primavera. Aceptemos que hay una importante influencia, pero ambas obras se apartan en su evocación primitiva y en el carácter rítmico, de un arcaico imaginario en Stravinski y de un poderoso contexto afroamericano, con evocaciones de nuestras civilizaciones prehispánicas, en Revueltas, quien además hace gala de su magistral y personal inventiva para la orquestación.

Subtitulada Canto para matar una culebra, Sensemayá nos permite imaginar el sentido descriptivo del poema de Nicolás Guillén (incluido en el poemario West Indies Ltd.) pero, si ya conocida la obra musical “descubriéramos” el poema o, si conociendo el poema llegáramos a la obra musical de Revueltas, nos sorprenderíamos de la impresionante recreación que hace el compositor de la reiterada frase de Guillén en el estribillo principal, con un absoluto contenido de los rituales religiosos de las culturas africanas y la santería cubana, las cuales parecieran haber sido escritas para que Revueltas las transformara en su obsesivo ritmo, su febril atmósfera sonora y su musicalidad disonante.

Veamos el poema de Nicolás Guillén:

Canto para matar a una culebra.
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
La culebra tiene los ojos de vidrio;
la culebra viene y se enreda en un palo;
con sus ojos de vidrio, en un palo;
con sus ojos de vidrio.

La culebra camina sin patas;
la culebra se esconde en la yerba;
caminando se esconde en la yerba,
caminando sin patas.

¡Mayombe-bombe-mayombe! 
¡Mayombe-bombe-mayombé! 
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Tú le das con el hacha, y se muere:
¡dale ya!
¡No le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!
Sensemayá, la culebra,
sensemayá,
Sensemayá, con sus ojos,
sensemaya.
Sensemayá, con su lengua,
sensemayá. 
Sensemayá, con su boca,
sensemayá.

¡La culebra muerta no puede comer;
la culebra muerta no puede silbar;
no puede caminar,
no puede correr!
¡La culebra muerta no puede mirar;
la culebra muerta no puede beber;
no puede respirar,
no puede morder!

¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, la culebra . . .
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, no se mueve . . .
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, Za culebra . . .
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, se murio!

Orquesta Filarmónica de la UNAM, dirige Massimo Quarta

Desde el principio, las percusiones establecen la pauta rítmica que persistirá prácticamente toda la obra, preparando después de pocos compases, el ostinato sonido del fagot, antes de que la tuba introduzca amenazante el primero de los temas principales de la obra, que después será continuado y elaborado por el corno y por otros alientos. Cuando finalmente entra la cuerda, los violines introducen el segundo tema. El camino está trazado para perseguir y matar a la peligrosa culebra Sensemayá.

Una y otra vez se logra una culminación sonora que siempre parece retroceder, unas veces con una sensación de caos, otras de aparente clímax dramático, hasta llegar a una verdadera culminación de desarrollo y con gran fuerza orquestal, se escuchan simultáneamente ambos temas mencionados hasta llegar a una inclemente coda que nos muestra la culebra acorralada y el golpe final que le da muerte. Es el grito de “Sensemayá se murió”.

Fuente: OFUNAM.

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