¿Merece la pena asistir a un concierto cuando todo puede en realidad escucharse en casa?

La música ha de escucharse con los ojos abiertos, aconsejó el compositor Igor Stravinski. ¿Por qué? Si bien a muchas personas les gusta escuchar la música […]

Por Música en México Última Modificación abril 22, 2015

La música ha de escucharse con los ojos abiertos, aconsejó el compositor Igor Stravinski. ¿Por qué? Si bien a muchas personas les gusta escuchar la música con los ojos cerrados, muchos músicos de ambos sexos desean también que se vea cómo se produce el sonido, cómo se destilan los diálogos musicales. La postura del cuerpo durante un recital de piano, un concierto de música de cámara o la ejecución de un oratorio es impresionante; el esfuerzo artístico solo puede percibirse durante la asistencia a un concierto en vivo. Por ello, el director de orquesta Sergiu Celibidache, por ejemplo, prohibió la grabación en directo de sus conciertos y rechazó la comercialización mediática de los conciertos de la Filarmónica de Múnich bajo su dirección; decía que la música era algo vivo y no podía conservarse. De la calidad más elevada de una ejecución formaba parte, para él, el aspecto de lo inmediato e irrepetible.

Seguramente no hace falta llegar tan lejos. Muchos amantes de la música clásica están orgullosos de su colección de discos compactos; la comparación de diversas interpretaciones es interesante e instructiva; muchas obras que se han grabado en disco compacto casi nunca, por no decir nunca, se escuchan en los conciertos, y quien haya disfrutado en su habitación, al caer la tarde, saboreando un vaso de vino a la luz de las velas, de una ópera o un concierto para piano, conoce la felicidad de tales momentos. El pianista Glenn Gould recorrió el camino opuesto a Celibidache: a partir de 1964 renunció a toda posibilidad de dar conciertos públicos y trabajó únicamente en los estudios de grabación, en los que se realizaron sus legendarias grabaciones de las obras de Bach.

La música es una lengua viva, un medio que precisa de la unidad inmediata de interpretación y escucha. Aun cuando la estética del siglo XIX elevase la música al rango de la abstracción y lo divino, sigue siendo un arte realizado por seres humanos, una artesanía que ha de dominarse en el momento de la ejecución. En el concierto pueden abrirse vías de comunicación entre los músicos y el público que permanecen cerradas incluso en la mejor de las grabaciones. Puede admirarse la grabación de un aria operística y dejarse entusiasmar por una voz impecable, pero el efecto “piel de gallina” solos se ocasiona cuando la cantante hechiza con su carisma a todo el mundo sobre el escenario y sabe controlar la tensión de una melodía difícil o especialmente hermosa de tal modo que todos los presentes retengan la respiración en el momento decisivo.

La música ha de vivirse para que pueda convertirse en vivencia; Celibidache llamó a esto “la unidad de espontaneidad, creación y comprensión”. Tras su muerte, se comercializaron no obstante las grabaciones en vivo de sus conciertos. Quien haya tenido la suerte de vivir a este director de orquesta en la sala de concierto sabe que las grabaciones no reproducen la auténtica música de cada concierto único e irrepetible, sino que son lo que el propio Celibidache llamó despectivamente “documentos sonoros”.

Fuente: Annette Kreutziger-Herr y Winfried Bönig, La música clásica: 101 preguntas fundamentals, Madrid, Alianza Editorial, 2010.

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