Mucho ruido y algunas nueces: Così fan tutte en el Auditorio Nacional

Por José Antonio Palafox El pasado 31 de marzo se transmitió, en vivo desde el Met de Nueva York, una verdadera joya del género operístico: […]

Por Jose Antonio Palafox Última Modificación abril 3, 2018

Por José Antonio Palafox

El pasado 31 de marzo se transmitió, en vivo desde el Met de Nueva York, una verdadera joya del género operístico: Così fan tutte, última colaboración de Wolfgang Amadeus Mozart con el libretista Lorenzo da Ponte. Queremos imaginar que la mitad de los espectadores se quedaron a curiosear las ofertas del Gran Remate de Libros del Auditorio Nacional porque, a pesar de que esta compleja y agridulce reflexión sobre las relaciones de pareja y los roles sociales es una de las grandes obras del corpus mozartiano, la asistencia se vio bastante menguada. O quizá simplemente hubo un instintivo rechazo ante la “puesta al día” que el Met venía anunciando con bombo y platillo desde tiempo atrás. Y es que, en una difícil temporada caracterizada por sórdidos escándalos y cambios radicales, el Met volvió a dar de qué hablar al sustituir la agradable (aunque desangelada) puesta en escena de Lesley Koenig que venía ofreciendo desde hace 22 años con esta otra, excesiva y rayana en el mal gusto, cortesía de Phelim McDermott.

 

Efectivamente, de manera audaz y propositiva, la acción de esta nueva Così fan tutte tiene lugar en el Coney Island de los años 50. La ambientación es acertada y visualmente atractiva: ahí están la gigantesca boca abierta en la entrada de la feria, la rueda de la fortuna, la emblemática montaña rusa y hasta el túnel del amor con sus arcos luminosos en forma de corazón y sus carritos en forma de cisnes y tazas de té. Enormes carteles anuncian las atracciones del parque de diversiones, mientras una caterva de enanos, contorsionistas, tragafuegos, encantadoras de serpientes, mujeres barbudas, tragaespadas con anacrónicas playeras de heavy metal y otros artistas circenses, se pasean en todo momento por el escenario realizando sus trucos. Incluso el problema del desarrollo de la acción en los cuartos del motel Skyline (que aquí sustituyen a las habitaciones en casa de las hermanas Fiordeligi y Dorabella) es resuelto de manera ingeniosa por medio de paredes giratorias que nos permiten ver sin mayor problema lo que pasa adentro y afuera. Pero lo que empezó como una puesta en escena innovadora y divertida (por ejemplo, el delicioso acto de magia inicial donde, mientras se escucha la obertura, los numerosos integrantes de la troupe circense empiezan a salir, uno tras otro, de un pequeño baúl) terminó por convertirse en una abigarrada amalgama de colores, actitudes y objetos sin ton ni son, tan extravagante como gratuita (por ejemplo, el insufrible baile texano donde Despina blande las actas matrimoniales como si fueran revólveres frente a los demás protagonistas, enfundados a su vez en espantosos trajes de lentejuelas).

 

Wolfgang Amadeus Mozart: Eccovi il medico, signore belle (Così fan tutte) / Christopher Maltman (don Alfonso), Kelli O’Hara (Despina) y la orquesta del Met, dirige David Robertson

 

Así, teniendo como marco una desmedida puesta en escena, la fidelidad de las hermanas Fiordeligi y Dorabella fue puesta a prueba por sus enamorados, Guglielmo y Ferrando, para deleite del cínico don Ferrando y la astuta Despina. Vestidas y peinadas de acuerdo con la moda de la época, la soprano estadounidense Amanda Majeski (Fiordeligi) y la mezzosoprano italiana Serena Malfi (Dorabella) dieron cuenta de sus personajes con un desempeño vocal impecable, complementándose acertadamente en las abundantes escenas donde cantan juntas. Majeski posee una voz elegante y profunda, y su actuación como la hermana que trata de resistirse hasta el último momento a la seducción resultó ampliamente disfrutable. A Malfi ya habíamos tenido oportunidad de escucharla como la coqueta Zerlina en el Don Giovanni de Mozart que el Met presentó en su temporada 2016-2017, y si en aquél momento le había faltado un poco de soltura vocal, en esta ocasión se mostró en plena forma y segurísima de sí misma. Su voz es bella y enérgica, y muy satisfactoria su actuación como la hermana que no se hace mucho del rogar para empezar a reclutar galanes.

 

Wolfgang Amadeus Mozart: Fragmento de Donne mie, la fate a tanti (Così fan tutte) / Adam Plachetka y la orquesta del Met, dirige David Robertson

 

Por su parte, primero con flamantes uniformes de la marina y luego disfrazados con jeans, playeras, chamarras de cuero y sendos copetes y bigotitos que los hacían parecer prófugos de una versión cómica de Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955), el bajo-barítono checo Adam Plachetka y el tenor estadounidense Ben Bliss dieron vida, respectivamente, a Guglielmo y Ferrando, los desdichados pretendientes que, en una sola noche, experimentan el amargo resquebrajamiento del amor que ellos creían a prueba de todo. A Plachetka también habíamos podido escucharlo como un magnífico Leporello en el Don Giovanni de la temporada 2016-2017, y si en aquél momento se robó el escenario con su espléndido desempeño vocal y su gran carisma, en esta ocasión volvió a quedar en claro que estamos antes uno de los mejores intérpretes de Mozart que hemos escuchado en los últimos años. Complementando de manera ideal las fanfarronadas del Guglielmo de Plachetka con su desgarbado aspecto y sus gestos cómicos, el Ferrando de Bliss también resultó todo un deleite actoral y auditivo. Su voz es mesurada y dulce, y posee un trasfondo de dramatismo que hizo aún más dolora la indefensión y vulnerabilidad de su personaje ante la desaparición de la fidelidad de su amada Dorabella.

 

Wolfgang Amadeus Mozart: Fragmento de Un’aura amorosa (Così fan tutte) / Ben Bliss (Ferrando) y la orquesta del Met, dirige David Robertson

 

En cuanto al taimado don Alfonso y la maliciosa Despina, orquestadores del entramado de engaños que conducirá a tan amargos resultados, fueron encarnados por el barítono inglés Christopher Maltman y la estrella de Broadway Kelli O’Hara. Vestido con un traje zoot de chillón color amarillo y peinado como Tony Curtis en sus mejores tiempos, Maltman ofreció una estupenda actuación basada en leves gestos y miradas de soslayo que lo revistieron de una apariencia poco menos que mefistofélica, intensificada por el particular timbre dramático de su poderosa y bien modulada voz. Desgraciadamente, el desempeño de O’Hara dejó mucho que desear. Su voz sonó sucia, ordinaria y, por momentos, endeble, y aunque intentó compensar las carencias vocales con su encanto actoral, lo cierto es que, controversias aparte, las exigencias vocales de un musical de Broadway son totalmente distintas a las de una ópera, y el resultado de esta desafortunada segunda incursión de O’Hara en el mundo operístico (recordemos que ya había destrozado el papel de Valencienne en La viuda alegre de Franz Lehár presentada en la temporada 2014-2015 del Met) fue que un personaje tan fascinante como Despina terminó convirtiéndose en una desabrida camarera pin-up más propia de la película Grease (Randal Kleiser, 1978) que de una de las mayores obras de Mozart.

 

Wolfgang Amadeus Mozart: Fragmento de In uomini, in soldati (Così fan tutte) / Kelli O’Hara (Despina) y la orquesta del Met, dirige David Robertson

 

Bajo la equilibrada dirección del experimentado maestro David Robertson, la orquesta del Met ofreció una impecable interpretación de la partitura, serena y reflexiva, por momentos vigorosa. Sin embargo, como sucedió con los cantantes, los esfuerzos de los músicos también se vieron constantemente eclipsados por la aturdidora puesta en escena. De hecho, los momentos más sobresalientes de esta Così fan tutte fueron aquellos en que los elementos visuales se redujeron al mínimo y permitieron el lucimiento de las voces y la orquesta, como cuando Fiordeligi, Dorabella y don Alfonso cantan el bellísimo trio Soave sia il vento del primer acto con solo la veranda del muelle, un carrito de dulces y el modesto puesto de una adivina como decorado, o cuando en el segundo acto Fiordeligi canta la conmovedora Per pietà, ben mio, perdona suspendida en una cabina en forma de globo aerostático, con solo la silueta de la rueda de la fortuna girando al fondo.

 

En fin, dicen que lo que atrae al público a la ópera es el espectáculo, pero cabe reflexionar qué tan válido es que la puesta en escena se robe la escena. Si el objetivo de Phelim McDermott era acaparar toda la atención con su propuesta escénica, lo logró con creces, porque lo que vimos fue mucho circo y poco Mozart.

 

Wolfgang Amadeus Mozart: Soave sia il vento (Così fan tutte) / Amanda Majeski (Fiordeligi), Serena Malfi (Dorabella), Christopher Maltman (Don Alfonso) y la orquesta del Met, dirige David Robertson

Jose Antonio Palafox
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