El estilo ranchero se consolida

La década de los años cincuenta significó para la canción mexicana una ruptura con las tradiciones anteriores.

Por Música en México Última Modificación octubre 9, 2022

La década de los años cincuenta significó para la canción mexicana una ruptura con las tradiciones anteriores. Nuevos estilos, modas arrolladoras y nuevos géneros, hicieron su aparición. El debut en México de Los Panchos en 1948 inició un auge del género romántico y canalizó la atención de miles de oyentes hacia sus producciones melódicas. A mediados de los años cincuenta, múltiples melodías cortadas a la medida del nuevo trío sentimental hicieron su aparición. Voces melifluas, suaves maracas, requinto, Rayitos de luna y rosadas nubes para Un solo corazón apenas ensombrecidas por alguno que otro Limosnero de amor o algún Ladrón de besos, arrullaron adormecedoramente al público de los clubes nocturnos. No hubo voz entrenada ni guitarrista más o menos hábil que no formaste parte de algún trío. Los compositores no se daban abasto para surtir las canciones al estilo que el público demanda. Por otra parte, la aparición del mambo en 1948 con Pérez Prado provocó una nueva ola danzante de ritmos afro instrumentaciones metálicas.

Tantas novedades y su fuerza de difusión, podrían haber relegado al segundo término a las canciones del género ranchero. Pero no fue así, la década de los cincuenta fue una época de sumo interés para la canción ranchera. A pesar de la exitosa aparición de novedosos géneros, el estilo ranchero siguió conservando su popularidad, lo que determinó una gran demanda de obras nuevas. Hubo compositores que escribieron para todos los géneros de moda, aunque por vocación su estilo se prestase más a las fusiones del estilo romántico. Tomás Méndez Sosa, quien se iniciara como maestro de ceremonias del Trío Los Diamantes, es el típico ejemplo de adaptación exitosa al estilo ranchero. Durante los años cincuenta escribió varias canciones que ahora se consideran clásicas como: Gorrióncillo pecho amarillo (1954), Que me toquen las golondrinas y Cucurrucucú Paloma (1954).

El equivalente del compositor profesional que se movilizaba a la vez en todos los campos de la música popular, existió en intérpretes tan populares como Pedro Infante, capaces de expresarse con flexibilidad en canciones románticas, boleros, norteñas y las más clásicas rancheras.

En aquellos años grupos famosos como Los Cancioneros del Sur, coexistieron al lado de Los Tres Diamantes y orquestas al estilo norteamericano como la de Luis Arcaraz. El elenco de triunfadores del Disco de Oro es una muestra más del eclecticismo reinante en aquellas fechas. Durante la temporada 1950-51, el mejor cancionero resultó Pedro Infante, al lado de otros premiados como María Victoria Dámaso Pérez Prado, Las hermanas Hernández y el conjunto de Los hermanos Reyes.

La canción ranchera parecía haber alcanzado un punto de estabilidad, un punto de equilibrio inamovible gracias a la creación constante de los autores ya clásicos del género: Valdés leal, Víctor Cordero, Chucho Monge y los dos Rubenes (Méndez Cifuentes), más los infaltables Esperón y Cortázar.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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