La técnica moderna de dirección orquestal surgió en el siglo XVII a partir del Tactus de la música mensural medieval (Tactus, tipo de compás en la notación musical). Durante la época barroca, en los siglos XVII y XVIII, las obras orquestales y las óperas italianas y alemanas se dirigían desde el clavicémbalo; en los conciertos, era el solista el que daba las entradas con un gesto de la mano o un movimiento de la cabeza. Por ello, anterior al siglo XIX, el director no era estrictamente necesario para poder interpretar una obra. Pero, con el creciente tamaño de las orquestas y la complejidad cada vez mayor de las composiciones, se convirtió en una figura indispensable. Tampoco hemos de dejar de mencionar que las mujeres son admitidas desde hace aproximadamente cien años en la carrera de dirección orquestal y que han tenido mucho éxito. En los últimos dos decenios, más mujeres han asumido la dirección de orquesta en todo el mundo que en toda la historia de la música anterior; conocidas directoras actuales son Simone Young, Victoria Bond, Anne Manson, Sian Edwards, Emmanuelle Haïm y Catherine Rückwardt.
Mientras que durante los ensayos se emplean también las palabras o el director puede en situaciones especiales tocar pasajes escogidos al piano o en distintos instrumentos para transmitir la idea que subyace tras la pieza ejecutada, durante el concierto solo puede recurrir a los gestos mudos. Dado que una orquesta sinfónica moderna consta por término medio de unos ochenta músicos que en gran medida no se ven entre sí y que en ocasiones solo pueden escucharse de forma limitada, la batuta prolonga la visibilidad de la mano en movimiento. La batuta hoy en uso se introdujo en la primera mitad del siglo XIX por los compositores y directores de orquesta Johann Friedrich Reichardt, Carl Maria von Weber y Felix Mendelssohn. En términos generales, el director de la orquesta emplea la mano derecha para el movimiento de la batuta y la mano izquierda para indicar la dinámica y la expresión. Pero la mímica del director es también un medio esencial para imponer una idea musical. Arturo Toscanini, que padecía una miopía extrema, nunca llevaba los anteojos puestos durante un concierto. Era más importante que la orquesta viese sus ojos a que él mismo viese a la orquesta, dijo una vez. Los músicos de orquesta dijeron después que sus ojos hacían el efecto de carbones incandescentes durante el concierto.
Kreutziger-Herr, A., y Bönig, Winfried, La música clásica:100 preguntas fundamentales, Madrid, Alianza Editorial, 2010
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