Estas experiencias se combinaron para hacer de Revueltas un autor sensible y perspicaz para la orquesta, además de contar con una capacidad intrínseca para expresar la cultura latinoamericana musicalmente. Sensemayá primero se materializó en una versión (aún sin publicar) para conjunto de cámara en 1937. Revueltas basó la obra en un poema que describe el asesinato ritual de una serpiente, escrito por el cubano Nicolás Guillén. El ambiente de la poema, el enfrentamiento entre la vida y la muerte es capturado perfectamente por Revueltas en esta breve y vibrante obra musical, más aún en la versión para gran orquesta estrenada por el compositor en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México el 15 de diciembre de 1938. Los ritmos obsesivos (la obra se encuentra en una medida de compás de 7/8 – y ocasionalmente 7/16), la escritura casi pictórica y los metales amenazantes se combinan para crear una evocación primitiva de la ceremonia, comparable a la Rusia pagana construida por Stravinsky en la Consagración de la primavera.
La obra es notable por su complejidad rítmica y porque incorpora percusiones prehispánicas en la batería orquestal. Las texturas de la obra son ásperas y directas. Todo comienza con un ambiente ondulante, misterioso, como adentrándose al mismo ritual para darle muerte a la serpiente. La tuba se alza vigorosa con la melodía central. Más adelante las trompetas con sordina y algunos alientos de madera retoman el discurso de la tuba y la transportan a diversos rangos de expresión dinámica y rítmica. El gran clímax de la obra, fuerte y decidido, presenta el «¡Sensemayá se murió!» del poema de Guillén.
Fuente: John Mangum para la Orquesta Filarmónica de Los Angeles.
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