Kyung-Wha Chung, violín
Kevin Kenner, piano
Hacia el final de su vida en 1924, Gabriel Fauré fue reconocido como el principal compositor francés de su tiempo, una fuerza central en el resurgimiento de la música francesa a finales del siglo XIX, que emergió de un estilo romántico tardío y buscó una nueva voz nacionalista. La música de Fauré abarca esta línea de tiempo y se ha descrito como un puente entre Brahms y Debussy. Fauré, sin duda, estableció su propio estilo musical, con innovaciones en las melodías modales y de tonos completos y una armonía flexible de modulación sutil pero constante. Ello sugiere un tipo de tonalidad extendida como una extensión natural de la tradición, pero sin romperla en la forma de la atonalidad o el serialismo. Fauré fue el compositor más innovador de su generación y, a través de su enseñanza y escritura, se hizo muy influyente en las generaciones posteriores.
Uno de los mayores logros de Fauré es un corpus de exquisita música de cámara que incluye, entre otros, dos cuartetos para cuerdas y piano, el segundo quinteto de piano, un trío de piano y un cuarteto de cuerdas definitivo y difícil de igualar. Sin lugar a duda, la sonata para violín en la mayor, op. 13 está firmemente en el repertorio, quizá es su obra de cámara más conocida. La sonata marca no sólo el debut de Fauré como compositor de cámara, sino que, con la famosa sonata para violín de Franck, que aún está a nueve años a la distancia, inicia una nueva era de exquisita música de cámara francesa.
El Allegro molto es una forma de sonata, el movimiento más largo de los cuatro. El piano canta un primer tema sustancial con una figuración brillante y ondulante que define todo el movimiento con un balanceo de cierto esplendor nervioso. La voz personal de Fauré parece estar bien establecida aquí: un romanticismo que fluye y surge en una sola tonalidad mayoritariamente, apenas con un toque exótico. Las líneas largas cambian en articulaciones sutiles con modulaciones donde los ajustes minuciosos de tono e intervalo hacen girar un mosaico en constante cambio a través de un desarrollo amplio y expansivo. La música es elegante, amplia y profundamente expresiva.
El movimiento lento es recatado, lánguido, reflexivo, sin embargo, al modo típico de Fauré, constante en el pulso y el movimiento. Un ancho 9/8 sugiere tanto un vals como una barcarolle relajada, una canción lírica conmovedora sobre figuraciones cristalinas. Soñadora y equilibrada, la música evoca la delicadeza transparente de las acuarelas. Comienza de manera oscura, pero se eleva en gran gozo; el comienzo sombrío se transforma en calidez y gozo.
El tercer movimiento es un scherzo y un trío animados, sorprendentemente en 2/8 en lugar del habitual metro ternario. La música corre rápidamente con acentos cuidadosamente colocados para la puntuación rítmica que se espera del scherzo habitual. El trío trae un verdadero 3/4 con un ritmo relajado y un toque de melancolía y reposo contrastantes.
El final restaura el movimiento acuoso del comienzo en forma relajada: es un estribillo recurrente con episodios contrastantes. La música es dulce, brillante y amable, de un lirismo expresivo. La música de Fauré es esencialmente francesa: hay emoción con moderación, belleza casi despreocupada, complejidad sin perder claridad, pasión sin perder el equilibrio.
Fuente: Kai Christiansen para earsense.com
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