Las maravillosas consonancias de Bach

por Franceso Milella En el número 14 de Catharinenstrasse, la calle más elegante del centro de Leipzig, se encontraba una cafetería muy especial: fundada a […]

Por Música en México Última Modificación marzo 21, 2017

por Franceso Milella

En el número 14 de Catharinenstrasse, la calle más elegante del centro de Leipzig, se encontraba una cafetería muy especial: fundada a principios del siglo XVIII por Gottfried Zimmermann, se había transformado rápidamente en un lugar de encuentro, reflexión, educación y placer para las élites intelectuales de la ciudad, cada vez más abierta a las nuevas modas de la Ilustración. Pero lo que lo hacía tan especial era la fabulosa actividad musical que acompañaba las tardes y las noches de los que iban a tomarse un café, charlando de política y ciencia: a partir de 1720 la cafetería comenzó a acoger los conciertos del Collegium Musicum, una cofradía de músicos estudiantes fundada por Georg Friderich Telemann cuando todavía era un joven estudiante de leyes.

Aquí se estrenaron muchas cantatas profanas y obras instrumentales de Johann Sebastian Bach.

Cafetería Zimmermann, Leipzig. Aquí se estrenaron muchas cantatas profanas y obras instrumentales de Johann Sebastian Bach.

Cuando en 1724 Johann Sebastian Bach llegó a Leipzig para ocupar el puesto de Kantor en la Iglesia de Santo Tomás, el Café Zimmermann era ya una referencia para todos aquellos que querían disfrutar de la buena música fuera de los espacios religiosos y políticos. Pocos, ni el mismo Bach, se imaginaban que ese espacio, tan cándida e ingenuamente ilustrado, pronto se habría transformado en uno de sus espacios predilectos para la experimentación,  innovación y educación instrumental.

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A partir de 1729, convencido por su gran amigo Telemann y probablemente deseoso de alterar la intensa rutina de Kantor en la Iglesia de Santo Tomás, Bach comenzó a colaborar activamente con el Café Zimmermann y el Collegim Musicum componiendo conciertos para uno o más instrumentos solistas y orquesta de cuerdas y, con menos frecuencia, cantatas profanas.

Muy pronto, a través de estos conciertos, Bach inició a dar voz y vida a nuevos impulsos creativos, transformando y transcribiendo conciertos compuestos durante los años de Cöthen (1717 – 1723), para experimentar nuevos lenguajes e innovar formas ya interiorizadas. Estos conciertos nacieron también con la noble intención de educar a sus hijos al mundo de la música, dándoles la oportunidad de acercarse a los fundamentos básicos de la composición y de la interpretación.

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La tensión entre experimentación y educación, entre elementos nuevos e innovadores y elementos tradicionales, cobra vida en una música extraordinaria, una música que ya hemos aprendido a conocer juntos y que hoy les quiero compartir con un nuevo concierto: el Concierto para tres claves en Do mayor BWV 1064, transcripción de un original concierto para tres violines.

Comencemos con la tradición. Bach construye su concierto a partir de las más clásicas y tradicionales leyes italianas, dividiéndolo en tres partes, allegro-adagio-allegro, y aplicando todas esas reglas “gramaticales” y “retóricas” que hoy universalmente identificamos con la música barroca.

Bach entrega a sus hijos Wilhelm Friedemann y Carl Philipp Emanuel, que en esos años vivían con él en Leipzig, una maravillosa recopilación de la música de su época para educarlos en las mejores formas del contrapunto, de la armonía y del ritmo.

En esta maravillosa y noble labor educativa, Bach no pudo esconder y limitar sus exigencias creativas e innovadoras: a través de este lenguaje aparentemente conservador, el gran compositor alemán nos entrega uno de sus conciertos más revolucionarios: el clave, tradicionalmente identificado como instrumento de acompañamiento en relación a la orquesta, se transforma en protagonista del concierto, descubriendo por primera vez el placer de la teatralidad, del dueto, del trío, del gusto concertante. Los tres claves de este concierto se unen en infinitos juegos musicales, en brillantes invenciones melódicas y armónicas, alterando definitivamente el esquema del concierto tradicional: Bach rompe con la división entre solista y orquesta, típica del concierto italiano, para crear un espacio en donde estos dos elementos se unen y dialogan entre ellos en una maravillosa consonancia, como la que el mismo Bach tuvo que haber creado al tocar este concierto con sus hijos en el Café Zimmermann.

 

versión para tres violines

 

versión para tres claves

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