El barbero mexicano en el s.XIX, 2ª. parte

por Francesco Milella A pesar de haber perdido un brillante empresario y una de las mejores voces del mundo occidental con la partida de Manuel […]

Por Francesco Milella Última Modificación febrero 28, 2016

por Francesco Milella

A pesar de haber perdido un brillante empresario y una de las mejores voces del mundo occidental con la partida de Manuel García y familia del puerto de Veracruz el 22 de enero de 1829, la vida operística en México continuó lenta y constantemente su vida teatral. Pero los mexicanos no sabían que muy pronto llegaría una voz igualmente gloriosa, capaz de acelerar de manera impresionante la actividad musical de la nueva nación: se trataba de Filippo Galli, el bajo “de confianza” de Gioachino Rossini, del cual estrenó casi todas sus óperas desde La Pietra del Paragone (1812) a Maometto II (1820), de L’Italiana in Algeri (1813) a La Gazza Ladra (1817). En fin, una gran voz que rápidamente hizo que el público mexicano olvidara las voces de García y su familia.  

El repertorio de la Compañía Galli estaba casi totalmente focalizado – y no podía ser de otra manera –  en las óperas de Rossini: Cenerentola, Semiramide, Torvaldo e Dorliska, Ricciardo e Zoraide y Zelmira. El barbero de Sevilla aparece una sola vez en 1833. La verdad, no es un dato que nos tiene que sorprender. Hoy El barbero es la ópera más conocida – en ciertos contextos, la única – de Rossini. En el siglo XIX era, al contrario, una de las tantas, bellísimas óperas que el genio de Rossini había ofrecido.

Pero lo más interesante, analizando la historia de El Barbero en el siglo XIX, es observar cómo y cuáles elementos eran los más apreciados y aplaudidos ya que, como todo en la historia, los gustos han cambiado profundamente. Hoy lo aplaudimos por su energía, su fuerza revolucionaria, sus momentos de brillante ironía teatral; en esos años, en Europa como en México, se apreciaba también por su vocalidad elegante y suave, ágil y radiante. Un ejemplo lo dice todo: la escena de la clase de música del II acto donde el Conde de Almaviva disfrazado de Don Basilio, maestro de canto, escucha a Rosina cantar un aria. Rossini escribe para esta escena el aria “Contro un cor che accende amore”, que es la que hoy suelen cantar todas las sopranos o mezzos que interpretan el simpático rol de Rosina. En esos años, el gusto del público, y por lo tanto de los intérpretes, era diferente: esa escena era vista como un momento en donde la intérprete de Rosina podía explotar frente al público todas sus cualidades vocales cantando un aria totalmente diferente, más virtuosa de la que Rossini había escrito.

Eso es lo que pasó cuando, el 6 de mayo de 1854, la famosa cantante alemana Henriette Sontag, la favorita de Beethoven, presentó en el Teatro Santa Anna de la Ciudad de México El barbero de Sevilla, junto a Cesare Badiali, gran bajo italiano, en el papel de Fígaro. En la escena de la clase, la soprano alemana interpretó las variaciones de Adolph Adam (1803-1856) sobre el tema “Ah! Vous dirige maman!” con arreglos y cadencias de Antonio Barilli, que en esa ocasión era director de orquesta. ¿Música de Adam en El barbero? Es suficiente  escuchar las variaciones del compositor francés (que hoy les ofrecemos con la voz de Beverly Sills) y compararlas con el aria original de Rossini para entender las razones de esta substitución: las variaciones de Adam ofrecen todo lo que una gran diva buscaba para lucirse frente a su público, es decir agilidad, agudos, trinos, largas cadencias y dulces melodías.

A partir de los años cincuenta, las representaciones de El barbero, junto a otras óperas de Rossini, fueron diminuyendo: Donizetti y sobre todo Verdi estaban lentamente ocupando su lugar en los teatros de Europa y, obviamente, de México. Pero El barbero no desapareció del todo de las escenas mexicanas: su  brillante historia y sobre todo su arte vocal siguieron cautivando la atención de las grandes divas deseosas de enfrentarse con la simpática Rosina. Entre ellas no podemos olvidar al ruiseñor de México, Ángela Peralta quien, el 15 de octubre de 1872, se presentó frente al público del Teatro Nacional en el papel de la protagonista. Después de esta fecha la ópera de Rossini callará por casi treinta años dejando la escena a los dioses de Wagner y a los héroes de Verdi. México tendrá que esperar nada más y nada menos que a Luisa Tetrazzini en 1903 para volver a aplaudir la genial historia de Rosina y Fígaro.  

 

Adolphe Adam: variaciones sobre el tema “Ah! Vous dirige maman” (B.Sills)

 

Rossini: “Contro un cor che accende amore” (B. Sills)

Francesco Milella
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