Claude Debussy: Sonata para flauta viola y arpa

En tiempos de guerra, dolor y enfermedad, Claude Debussy (1862-1918) se aísla del mundo con una sonata metafísica. 

Claude Debuss
Por Francesco Milella Última Modificación enero 30, 2022

En tiempos de guerra, dolor y enfermedad, Claude Debussy (1862-1918) se aísla del mundo con una sonata metafísica. 

Componía música como si fuera ya un hombre muerto, o un hombre a punto de morir’: así, simulando un empático desprendimiento, Claude Debussy recordaría con un amigo, pocos meses antes de morir, el inicio de su última fase creativa. Entre 1914 y 1915, la muerte de su madre y de su suegra, el rápido deterioro de su estado de salud y, por último, la entrada de Francia en la Primera Guerra Mundial contra Alemania y Austria, encerraron a Debussy, a sus cincuenta y dos años, en una profunda crisis creativa. Durante meses sintió la frustración insoportable de acercarse a la muerte sin esa mágica inspiración que lo había acompañado a lo largo de su gloriosa carrera musical desde su estancia en Roma y sus primeros éxitos internacionales (1885-1890). La solución fue dejar París y tomar camino rumbo a Dieppe y, luego, a Pourville en Normandía para regalarse un poco de descanso y serenidad a la sombra de esos arrecifes que Claude Monet había retratado en sus cuadros unos años antes. Debussy volvió a renacer, como ‘un hombre muerto’, pero vivo, capaz de retomar la pluma y dejar fluir esos momentos de inspiración que, por breve tiempo, volvieron a aparecer. 

Barroco y nacionalista

En este clima pausado, Debussy retomó viejas ideas y proyectos que el repentino surgimiento de la crisis había dejado incompletos. Pocos meses antes de dejar París el editor Durand le había encargado la reedición de las Seis Sonatas para clave y violín de Johann Sebastian Bach. Debussy necesitaba tomarse tiempo: su deseo más grande era, en realidad, el de componer sus propias sonatas. En Normandía decidió finalmente dar vida a este proyecto con un título sólo aparentemente inocuo: ‘Six sonates pour divers instruments’ (Seis sonatas para diferentes instrumentos), ‘composées par Claude Debussy, musicien français’. Por un lado, el compositor francés tendía nuevamente la mano a la tradición barroca, misma que había celebrado en otros momentos en la figura de François Couperin. Sin embargo, en esta ocasión buscaba una perspectiva más amplia y recuperar los grandes ciclos de sonatas y conciertos que compositores como Bach (pensemos en el título ‘Concerts avec plusieurs instruments’ con el que aparecen por primera vez los Conciertos de Brandeburgo) y su connacional Rameau habían compuesto a principios del siglo XVIII. Por el otro, Debussy esperaba poder mandar un mensaje sutil e indirecto a sus colegas artistas y compositores: definirse ‘musicien francais’ en tiempos de guerra contra Alemania, lo cual, después de un siglo de dominio de su cultura (y de su música) era un gesto profundamente revolucionario y desafiante contra una autoridad para muchos indiscutible. De las seis sonatas que Debussy tenía en mente, logra componer solo tres. El ciclo final se abre y se cierra con dos sonatas, una para chelo y piano en re menor y la otra para para violín y piano en sol menor: trabajos de exquisita factura que, sin embargo, parecen traicionar ese espíritu rebelde y barroco que Debussy esperaba celebrar con el ciclo original. Solo al centro aparece una joya que hace justicia a las verdaderas intenciones del compositor: la Sonata para flauta viola y arpa en fa mayor.

Nuevos instrumentos

Debussy se desvincula de la tradición romántica, profundamente ligada al diálogo piano-violín-violonchelo, eligiendo una combinación inusual de instrumentos y de timbres. La flauta, reina del barroco derrocada por los románticos en búsqueda de cantos más heróicos, le ofrece a Debussy ese clima mágico y onírico que ya había experimentado con Prélude à l’après-midi d’un faune (1891-1894), aunque en una dimensión aún más íntima y reservada. La viola logra emanciparse de su papel ‘secundario’ que el sinfonismo romántico le había dado para transformarse en instrumento principal: en la Sonata para flauta viola y arpa dicho instrumento afirma la centralidad y el encanto de su voz nasal y lánguida que por mucho tiempo Europa desdeñó ante el canto brillante, seguro y expresivo del violín y el violonchelo. Tercer protagonista: el arpa, instrumento bucólico por antonomasia con un tintineo mitológico y sensual, capaz de satisfacer los amantes de Dioniso y Apolo a la vez

Viejos recuerdos

Con estos instrumentos Debussy construye una sonata nostálgica. La forma sigue el esquema clásico en tres movimientos: Pastorale – Lento, dolce rubato; Interlude – Tempo di minuetto (fa minore); Finale – Allegro moderato ma risoluto. El contenido vive una nostalgia más personal en un intento final de recuperar por un lado ese mundo impresionista que, de La mer al Prélude à l’après-midi d’un faune, lo había acompañado en los momentos clave de su trayectoria musical, por el otro, esa dimensión silenciosa y reflexiva que tanto deseaba en esos momentos de sufrimiento agotador. El resultado es una composición delicada, silenciosa, casi neblinosa: las voces de los distintos instrumentos dialogan entre ellas en una dimensión metafísica y atemporal. La realidad de la guerra, de los cuerpos moribundos de los soldados en las trincheras y de Debussy enfermo y atónito en su playa de Normandía, se eclipsa en una tela blanca, en un espacio de paz y total suspensión. Sin embargo, nada es hierático, inexpresivo o estático: Debussy anima sus instrumentos como actores en el escenario con movimientos libres, sin vínculos, en una danza luminosa y esencial, como dioses en el olimpo. 

Encerrado en su casa de Pourville, en un cuerpo cada vez más frágil, asediado por la inminente llegada del ejército alemán, Debussy imagina la libertad. Lo hace representando los estragos de su pasado, del hombre que fue. Pocos días antes de terminar la sonata, le escribe a su amigo Robert Godet: ‘En unos días te mando mi Sonata para flauta, viola y arpa. Pertenece todavía a esa época de mi vida cuando todavía sabía algo sobre música’. No sabemos que habría sido de ese ciclo de seis sonatas si Debussy hubiese compuesto las otras tres que había imaginado: la cuarta para oboe, cuerno y clavicordio, la quinta para trompeta, clarinete, fagot y piano, y la sesta en una combinación final de todos los instrumentos usados en las cinco sonatas precedentes. Después de unos conciertos finales de Biarritz, Debussy regresa a París en 1918 donde muere la noche del 25 de marzo, mientras que los alemanes comienzan a bombardear la ciudad con cañones. 

Francesco Milella
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