Música de Oaxaca: ocho regiones de variedad y riqueza cultural

La llegada de los españoles introdujo en la cultura musical oaxaqueña el canto llano, la escritura musical y el uso de instrumentos como violines, guitarras, flautas y sacabuches.

Musica tradicional oaxaca
Por Música en México Última Modificación noviembre 30, 2020

Las manifestaciones musicales de las primeras etnias que poblaron el territorio de Oaxaca son desconocidas. Sin embargo, la influencia teotihuacana y maya quedó reflejada en la presencia de abundantes instrumentos de aliento y percusión característicos que dan vida a la música de Oaxaca.

Chanaa Le’ej (Mujer triqui de huipil rojo)

Cuando en el siglo XV se consolidó el poderío azteca (que logró extenderse a casi todo lo que hoy conocemos como Oaxaca), nuevos instrumentos fueron adoptados por los nativos de la zona, entre ellos el huéhuetl y el teponaztli. Sin embargo, etnias como los amuzgos (o amochcos), los chatinos, los chontales (también llamados tequistlatecos), los cuicatecos, los huaves (también conocidos como mareños o huazantecos), los mazatecos, los mixes, los triquis (o trikis) y los zoques lograron mantener intactas sus tradiciones y con ello su música.

Música tradicional de Chiapas

La llegada de los españoles introdujo en la cultura musical oaxaqueña el canto llano (música vocal monódica tradicional de las liturgias cristianas), la escritura musical y el uso de instrumentos como violines, guitarras, flautas y sacabuches.

Diversas crónicas de la época mencionan la extraordinaria facilidad del pueblo oaxaqueño para dominar el arte de la música, la cual se manifestó en dos vertientes: la exquisita música litúrgica que floreció en los conventos e iglesias y llevó a Oaxaca a convertirse en uno de los principales centros musicales del virreinato, y la impresionante riqueza melódica, rítmica e instrumental de la música profana, resultado de la fusión entre la música autóctona y los cantos y danzas de origen europeo e incluso africano (debido a la población negra asentada desde el siglo XVI en las zonas centro y occidente de la entidad), la cual tuvo un importante florecimiento a partir del siglo XIX. Esta mezcla cultural sentó las bases de los ritmos que en la actualidad conforman la música de Oaxaca.

Música tradicional de Hidalgo

Guelaguetza: patrimonio cultural oaxaqueño

Los instrumentos de aliento, sobre todo, tuvieron gran aceptación entre la población oaxaqueña de las sierras Sur y Norte. Desde el siglo XVIII empezaron a formarse numerosas bandas con predominancia de estos instrumentos en las localidades más remotas de la región, llegando a convertirse en sinónimo de la tradición musical oaxaqueña. Pero es en la Guelaguetza, importante celebración anual que se lleva a cabo en la ciudad de Oaxaca de Juárez, capital del estado, donde podemos admirar prácticamente en su totalidad el impresionante mosaico que es el patrimonio musical oaxaqueño.

Flor de piña

En este evento se reúnen alineaciones instrumentales de cada una de las ocho regiones del estado (la Cañada, la Costa, el Istmo, la Mixteca, la Cuenca del Papaloapan, la Sierra Sur, la Sierra Norte y los Valles Centrales) para interpretar sus danzas y sones típicos:

El Jarabe del Valle (formado por el jarabe propiamente dicho y los sones El palomo, La perra y El guajolote); el Jarabe chenteño (llamado así por ser originario del pueblo de San Vicente, en Ejutla de Crespo, y que consta del jarabe propiamente dicho y los sones El palomo y La culebra).

Jarabe del Valle

Los sones mazatecos (La flor de naranjo, La flor de lis, El anillo de oro), el Himno al rey Condoy (personaje mítico de los mixes); sones mixes, sones de San Melchor Betaza (La serranita, Fandango serrano, El mayordomo, La novia y el novio). Sones istmeños (La llorona —famosísimo son sin letra fija—, El rendido, el Son del pescado, Tanguyu); el Jarabe mixteco (formado por la popular Canción mixteca —escrita entre 1912 y 1915 por José López Alavez— y los sones El macho, Chande, El palomo, El zopilote y el coyote y El loro); sones y chilenas de Juquila (El paseo del toro, El limón, La caprichosa, La malagueña juquileña, El huerfanito, El torito).

Jarabe mixteco

Sones de Pochutla (El perro, El cotón, El arriero, El zopilote, El toro, La indita); sones y chilenas de Santiago Pinotepa Nacional (La malagueña, Pinotepa y son, La vaca, El son rumbero, El pato, La india); las danzas La tonalteca, Flor de piña (bailada por mujeres que llevan una piña al hombro) y Cántaro de Coyotepec y, para concluir el festejo, la impresionante Danza de la pluma, uno de los bailes representativos de Oaxaca, cuyos intérpretes portan grandes y coloridos penachos adornados con mazos de plumas y listones prendidos a grandes espejos.

Belleza regional descrita en las chilenas

A mediados del siglo XIX, la fiebre del oro desatada en California provocó migraciones masivas de ciudadanos latinoamericanos que, a su paso por los puertos de Guerrero y Oaxaca, dejaron tras de sí bailes como la cueca chilena, que originó el género conocido como chilena (oaxaqueña y también guerrerense). La chilena oaxaqueña tradicional se divide en varias partes que alternan solos instrumentales con coplas cantadas, las cuales suelen ser estrofas de cuatro versos con rimas alternadas entre el segundo y el cuarto verso, y un estribillo. Usualmente las chilenas describen la belleza de determinada región geográfica, aunque también abundan las de temática amorosa.

Álvaro Carrillo: Pinotepa / Lila Downs 

La alineación original para interpretar chilenas oaxaqueñas constaba de instrumentos de aliento o guitarra, bajo quinto, violín y —en ocasiones— arpa. Sin embargo, a mediados del siglo XX se popularizó la interpretación con una alienación formada por dos guitarras y un requinto, más propia del bolero. Entre las chilenas oaxaqueñas más famosas se encuentran La putlequita (escrita por Prudencio Navarrete), El negro chimeco (escrita por Macario Luviano) y, por supuesto, las escritas por el prolífico Álvaro Carrillo, como La yerbabuena, El bravero, El negro de la costa y, sobre todo, Pinotepa.

La canción tradicional istmeña

En la primera mitad del siglo XX se volvieron célebres en la música de Oaxaca piezas como La sandunga —canción tradicional del istmo de Tehuantepec, con versos en español, zapoteco y náhuatl, aunque los más conocidos son de la autoría de Máximo Ramón Ortiz (1816-1855)—, Dios nunca muere —emblemático vals compuesto en 1868 por Macedonio Alcalá (1831-1869)—, Nereidas —danzón compuesto en 1932 por Amador Pérez Torres (1902-1976)— y La martiniana —son tradicional cuya letra más conocida es de la autoría del escritor Andrés Henestrosa (1906-2008)—.

La sandunga / Susana Harp

También, a lo largo del pasado siglo, el repertorio de canciones del istmo de Tehuantepec —sobre todo en la zona de Juchitán— se vio enriquecido con obras como Tu nuzabi zaguixe (El que la debe, la paga) de Eustaquio Jiménez Girón (1906-1981), Naila de Jesús Chuy Rasgado (1907-1948), Xquenda de Manuel Reyes Cabrera (1910-1980), Benita Stine’ de Juan Jiménez Hernández, también conocido como Juan Stubi, y Juchiteca, Lucero de la mañana, Canto zapoteca, La petrona y otros temas compuestos o adaptados por Saúl Martínez (1914-1969), llamado El trovador del recuerdo.

La tradición afromexicana en la música de Oaxaca

Por su parte, en la zona de la franja costera que corre desde Acapulco (Guerrero) hasta Puerto Ángel (Oaxaca) y que se conoce como la Costa Chica —región donde predomina la población afrodescendiente— encontramos bailes tradicionales vinculados con la actividad ganadera, como la Danza del tigre y la Danza del toro de petate; el sincretismo religioso, como la Danza de los diablos, la Danza de los chareos (variante regional de la famosa Danza de moros y cristianos) y la Danza de los tejorones viejos, o el inflexible dominio español durante la Colonia, como la interesante Danza de la tortuga, donde los personajes principales son “el Pancho”, capataz que —látigo en mano— reprime a los demás danzantes, y

“la Minga”, esposa del Pancho, que ofrece insistentemente su hija (una muñeca) al público.

Danza de los Diablos

Si el elegido rechaza la muñeca, la Minga llama al Pancho para que castigue a quien se atrevió a despreciar a su hija; si la persona acepta la muñeca, el Pancho llega corriendo para reclamarle que esté seduciendo a su hija. El castigo consiste en bailar con la Minga (que a la sazón es un hombre disfrazado de la mujer más fea que pueda existir). Caso de no aceptar, se debe entregar un donativo monetario para comprarles bebidas a los danzantes. Mientras tanto, la tortuga baila alrededor de los demás personajes y, al final, simula un desove. Los huevos de tortuga que este danzante deposita en el suelo son recogidos por el Pancho, quien lo ofrece al español, esto es, a algún personaje importante invitado al festejo.

El son de artesa, legado cultural de la esclavitud

También en la zona costera encontramos el son de artesa. Tiene su origen en las danzas y bailes de los esclavos africanos desembarcados en las costas oaxaqueñas. Este baile —donde se alternan consecutivamente secciones instrumentales (interpretadas con violín, guitarra sexta y tambor) y secciones cantadas— debe su nombre a la artesa, un cajón de madera de grandes dimensiones que tiene labradas en sus extremos las figuras de la cabeza y la cola de algún animal, y que se coloca boca abajo sobre el suelo para que el eco de las pisadas de los danzantes sobre su superficie cree un efecto de resonancia.

La malagueña curreña

Entre los sones de artesa representativos del estado se encuentran El chile suelto, El pescador, La malagueña curreña, Mariquita María, El zapatero y La petenera. A su vez, en la región deI istmo de Tehuantepec (que abarca parte de Oaxaca, Veracruz, Tabasco y Chiapas) y la Cuenca del Papaloapan (que abarca el norte de Oaxaca, el sureste de Puebla y el centro de Veracruz) destaca la presencia del huapango istmeño, interpretado con jaranas, arpa y violín, mientras que en la zona centro la música de Oaxaca se caracteriza por el predominio de temas interpretados con marimba.

Cantos ceremoniales de Día de Muertos

Mención aparte dentro de la variedad de la música de Oaxaca merecen los hermosos cantos ceremoniales del Día de Muertos. Se interpretan en mazateco y con acompañamiento de violín, jarana y tambor en la sierra de Huautla. Este rito se caracterizan por la presencia de los llamados chato xo’o (hombres fruto del ombligo). Ellos cubren sus rostros con máscaras de madera y portan característicos sombreros cónicos hechos con ramas de junco, calzones y camisas de manta, coloridos ponchos y un bastón curvo.

Cha Xo’o Sonde Xkuen

Los chato xo’o se reúnen en el panteón municipal. Piden a los abuelos del inframundo que permitan a los difuntos volver a nuestro mundo y reunirse con sus seres queridos. Una vez concluido el ritual en el panteón, los chato xo’o —que a la sazón representan o, más bien, son los difuntos encarnados— se dispersan entre las casas de la comunidad. Cantan y bailan ante los altares y ofrendas preparados para honrar a los antepasados. Su visita a cada hogar se anuncia imitando el sonido de un búho. Esta ave es considerada intermediaria entre el mundo de los muertos y el mundo de los vivos.

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