La música de Hidalgo tiene el son huasteco, o huapango, como género tradicional. Su raíz proviene del fandango español del siglo XIX, y posee elementos de la música prehispánica y africana.
Fusión entre el huapango y son huasteco
Aunque originalmente se marcaba una clara diferencia entre el huapango —las canciones con letra fija— y el son huasteco —las piezas para improvisar—, actualmente ambos términos se utilizan indistintamente para referirse a la música interpretada por lo que se conoce como conjunto huasteco: un trío formado por violín (encargado de la intrincada línea melódica), guitarra quinta huapanguera y jarana huasteca (ambas a cargo del ritmo y la armonía).
Existe un acompañamiento vocal —generalmente interpretado a dos voces— en el que los cantores se alternan (con singular destreza y abundante uso de falsete y del famoso laraleo, que es el empleo de interjecciones como “ay laray lá” o “ay ay ay ay”) para entonar los versos e improvisaciones de una serie de no menos de tres coplas con distintos temas y formas, generalmente de la siguiente manera: la primera voz canta los dos versos iniciales y la segunda los repite, o le contesta con otros dos versos o improvisaciones.
Coplas: herencia de la tradición popular
La música de Hidalgo parte de una tradición popular colectiva, las coplas se han ido transmitiendo generacionalmente. Casi siempre de memoria, con variaciones y añadidos según el gusto y la inspiración de los copleros, lo cual hace prácticamente imposible que existan interpretaciones en que coincidan exactamente las mismas series. De hecho, es raro escuchar dos versiones de un son huasteco con coplas idénticas. Además, podemos encontrar una misma copla interpretada indistintamente en distintos sones… y en diferentes regiones.
Así, no es extraño encontrar en Hidalgo, Tamaulipas, Veracruz, Querétaro o San Luis Potosí los mismos sones huastecos, por ejemplo “La huasanga”, “La Rosita”, “El caimán”, “Xochipitzahuatl” (Flor menudita), “El llorar”, “La leva”, “El Zacamandú”, “El cielito lindo”, “El gusto”, “El fandanguito”, “El aguanieve”, “La azucena”, “La petenera” o “El querreque”. Sin embargo, el son huasteco que se considera poco menos que el segundo himno del estado de Hidalgo es, por supuesto, “El hidalguense”.
Tradición otomí en la música y danza regionales
Por otro lado encontramos gran variedad de música cantada en idioma otomí (hñähñú), ya que los otomíes tienen una importante presencia en el Valle del Mezquital, que es la región más grande del estado de Hidalgo. El canto otomí más conocido y difundido es Tzi Mare Ku, que se interpreta en las ceremonias de matrimonio, aunque también podemos mencionar canciones como Ra ma’ yo (La pastora), Ha ma zi ndimi’ i (En mi casita), Nthati zi mane (Cásate comadre), Di ma’i di ma’i (Te quiero, te quiero), Ra yopa ntsu´tsi (El doble beso), Ra’ batha ra’ bot ahi (El Valle del Mezquital), Doro Jongo (La tortolita), Domitsu (Paloma), Ra ma’ yo tsat yo (El perro pastor) y Di ne ga nthati (Me quiero casar).
Por lo general estos temas se acompañan con violín y guitarra huapanguera y violín, a los que se unen tambores, flautas de carrizo y chirimías (instrumento de viento-madera parecido al oboe, con doble lengüeta) cuando se interpretan las danzas tradicionales que abordan diversos aspectos de la cosmovisión de los lugareños, por ejemplo la Danza de los Acatlaxquis, que está vinculada al ciclo agrícola, la Danza de los coles, en la que los participantes (exclusivamente hombres, algunos vestidos como mujeres) usan ropas viejas y se cubren el rostro con máscaras de tela para que la muerte no los reconozca y se los lleve.
La Danza de Moctezumas, interpretada únicamente por hombres y una niña de entre 8 y 14 años que representa a la Malinche, la Danza de los Matlachines, la Danza femenil indígena Texoloc, interpretada solo por mujeres que acompañan su baile con cantos en náhuatl. Asimismo, la Danza del ixtle, donde el trabajo cotidiano de extracción de la fibra del maguey y la elaboración de tejidos adquiere una dimensión simbólica relacionada con el ciclo de la vida y los cuatro rumbos del universo.
La interesante Danza de los Huehues se baila como parte del ritual del Xantolo (festividad dedicada a los difuntos). En ella, los danzantes portan inquietantes máscaras de madera o yeso y encarnan a sus antepasados o, mejor dicho, les “prestan” sus cuerpos para que los fallecidos bailen y disfruten de los festejos preparados en su honor. También existe la Danza de los mineros, que rinde homenaje a la actividad económica característica de Pachuca.
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