Cuarteto Petersen
En sus últimos años, se dice que César Franck emprendió un intenso estudio de las últimas obras de Beethoven, absorbiendo la integración del maestro de intensa invención temática e innovación estructural. Estos elementos son evidentes en el Cuarteto de cuerdas en re mayor, que Franck compuso en 1889 (el año anterior a su muerte), y que exhibe una riqueza de complejidad temática y expresión melódica construida sobre un marco formal sofisticado. Franck agonizó en la composición del primer movimiento, que sufrió varias renovaciones sustanciales, antes de asentarse en su forma final. Comienza con una sección introductoria lenta, con un tema principal que desciende a saltos, luego asciende para descender nuevamente por pasos. Esta idea sufre varias reformulaciones a medida que se acerca silenciosamente a una cadencia y se transforma en un presagio de la siguiente sección contrastante. El inteligente paso temático de Franck, basado en una figura punteada que cae paso a paso, atenúa la brusquedad de la subsiguiente sección de Allegro. El mismo tipo de transición ocurre nuevamente cuando las figuras que caen en el acompañamiento presagian el regreso del material de apertura de Poco Lento, dado esta vez de manera fugaz y en menor; y nuevamente, el material lento conduce, esta vez de manera mucho menos sutil, a una versión más apasionada del material de Allegro. Esta iteración transmite un carácter más conflictivo, con contrastes repentinos de textura y dinámica y una serie de modulaciones tensas que giran en círculos cada vez más silenciosos hacia el epílogo de Poco Lento.
El segundo movimiento de Scherzo fue aparentemente menos agotador para la creatividad del compositor (aparecen pocas marcas de borrador en los bocetos), su carácter ágil explota intercambios de motivos lúdicos y momentos de claroscuro melodramáticos como al final, donde las notas repetidas agitadas del primer violín y las estocadas repentinas retroceden en silenciosos acordes cromáticos que finalmente son atravesados por silencios, luego reducidos a tenues pizzicati.
El tercer movimiento de Larghetto es todo melodía, de extremidades largas y sin disculpas; mientras que la angustia del primer movimiento surgió de su doble personalidad, aquí la tensión está completamente ligada a la línea que se despliega del violín, cuyos contornos ocasionalmente recuerdan temas familiares. El Finale revisita abiertamente los temas principales de los movimientos anteriores al estilo beethoveniano. Se presta especial atención a la reinterpretación del material melódico del primer movimiento, como si tratara de fusionar su estructura disjunta integrando sus materiales en una forma de sonata. Sin embargo, es con la línea similar a una canción del Larghetto que la obra llega a su fin.
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