por Francesco Milella
Era el 7 de febrero de 1792: el Burgtheater, el teatro de la corte imperial de Viena, se preparaba para el estreno de una nueva ópera italiana, la primera desde la muerte de Wolfgang Amadeus Mozart ocurrida tan solo dos meses antes en el silencio e indiferencia general. En ese mismo teatro se habían presentado algunas de sus óperas más exitosas como Die Entführung aus dem Serail (El rapto en el serrallo) en 1782, Le Nozze di Figaro (Las bodas de Fígaro) en 1786 y Cosí fan tutte (Así hacen todas) en 1790. Pero la historia seguía adelante y la sociedad vienesa reclamaba novedades y placer: la nueva ópera fue un triunfo, el más grande que la historia de la música recuerde. Al terminar la función, la representación se repitió desde el principio por voluntad del mismo emperador Leopoldo II: se trataba de Il matrimonio segreto (El matrimonio secreto) de Domenico Cimarosa (1749-1801).
Esta anécdota nos revela el sensacional debut de una ópera emblemática del último repertorio clásico italiano. Pero, Cimarosa se ubica entre dos épocas y la ópera italiana comienza a superar el gusto clásico para abrir nuevos caminos hacia el siglo XIX.
El evento ayuda a colocar históricamente la figura, a menudo olvidada, de su compositor, Domenico Cimarosa, junto a Giovanni Paisiello, un protagonista central del clasicismo operístico italiano: con él, nacido – casualidad de la historia- pocas semanas después del debut de Il matrimonio segreto en Viena.
Orazi e Curiazi (1796)
La vida de Domenico Cimarosa parece replicar, en muchos aspectos, la de su colega Paisiello: ambos nacieron en el sur de Italia (Cimarosa nace en Aversa, cerca de Nápoles, en 1749) y los dos tuvieron una exitosa carrera en los teatros de Milán, Turín, Florencia y Roma. Como Paisiello, Cimarosa también es invitado a trabajar como compositor de ópera italiana en la corte de Catalina de Rusia en San Petersburgo. En Nápoles, a pesar del éxito de sus óperas, Cimarosa vivió uno de los momentos más difíciles de su vida: En 1799, cuando comienza la Revolución Napolitana bajo la influencia de los ideales franceses de 1789, Cimarosa, quien había apoyado a la monarquía Borbón, fue arrestado y condenado a muerte. La rápida intervención de amigos y admiradores logró transformar la condena en un exilio. Cimarosa se escapa de Nápoles para establecerse en Venecia donde muere en 1801.
Requiem en Sol menor
Más allá de estas coincidencias biográficas, Cimarosa y Paisiello fueron rivales y, sobre todo, muy distintos por estilos musicales. Si el gusto de Paisiello nos sitúa todavía en un universo ilustrado, equilibrado, suave y delicado, medido en sus expresiones teatrales y musicales, Cimarosa parece absorber las energías culturales que surgen de la Europa revolucionaria: sin abandonar el gusto delicado de la galantería italiana (sus sonatas para piano son un ejemplo paradigmático) y sin romper las reglas y las costumbres teatrales de su época, su música, sobre todo la operística, comienza a buscar una nueva fuerza: en el escenario surgen poco a poco crescendos explosivos, acciones dinámicas y contrastantes con una estructura orquestal más matizada y elaborada en términos de número de instrumentos y de colores musicales. Fue de hecho Cimarosa quien construyó las bases del camino que pocas décadas después recorrería y revolucionaría el genio de Gioachino Rossini.
Il Maestro di Cappella
El catálogo de Cimarosa – noventa y nueve óperas, veinte misas, casi noventa sonatas para clave, seis cuartetos, cuatro sinfonías – nos entrega un compositor prolífico e ingenioso, educado en esa tradición de herencia barroca en donde el conocimiento práctico y el pragmatismo eran elementos fundamentales para adaptarse al gusto y a las exigencias de sus promotores.
La de Paisiello y Cimarosa fue la última generación de compositores italianos capaces de enfrentar distintas formas y géneros musicales antes de la generación de operistas del siglo XIX como Rossini, Bellini y Donizetti, cuyo catálogo se compuso (con pocas excepciones) de óperas.
Hoy, Domenico Cimarosa sigue tristemente ocupando una posición marginal tanto en las temporadas de ópera como en el gusto general del público occidental. Tampoco la investigación académica y sus interesantísimos resultados han logrado recuperar del olvido una figura musicalmente fascinante e históricamente tan relevante. Probablemente su destino será siempre el de una figura de transición entre dos épocas, entre dos genios como Mozart y Rossini. Pero, quizás, lejos de los rígidos esquemas históricos, sea justo colocarlo en estas zonas de transición y transformación en donde surgen los ejemplos más fascinantes de la música, en donde podemos tocar con mano la vitalidad de la cultura.Conciertos, sextetos y cuartetos:
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