El barroco en Leipzig

Por Francesco Milella Como en cada largo viaje, es necesario a veces parar y mirar hacia atrás para recorrer con la memoria (en nuestro caso […]

Por Francesco Milella Última Modificación abril 3, 2019

Por Francesco Milella

Como en cada largo viaje, es necesario a veces parar y mirar hacia atrás para recorrer con la memoria (en nuestro caso también con el oído) nuestras etapas: nos permitirá disfrutar con mayor conciencia de lo que nos espera.  Partiendo de Mantua, cuna de la ópera, nos movimos hacia Venecia, y completamos el viaje italiano en Roma y Nápoles. De ahí, atravesamos los A lpes y aterrizamos en Dresde y Praga, una larga distancia que la música redujo a un par de kilómetros: en ambas ciudades escuchamos experiencias profundamente italianas, aunque con sus distintas expresiones locales. En cierto sentido, nunca salimos del territorio italiano, de sus fronteras culturales y de sus estilos y costumbres musicales: sentimos el peso de su influencia y, al mismo tiempo, la capacidad de otras realidades de absorber su herencia de forma auténtica.

Hoy, por primera vez, vamos a recorrer una distancia realmente mínima en kilómetros -ciento diez para ser precisos-, pero enorme en términos musicales: de Dresde, majestuosa y extravagante, nos moveremos hacia el oeste rumbo a la cercana Leipzig, uno de los corazones del luteranismo alemán, centro mercantil y ferial de larga tradición. Desde principios del siglo XVII, con la consolidación de la fe y de la cultura protestante, Leipzig desarrolló una identidad cultural profundamente austera y rígida, en total oposición a las influencias del gusto italiano, que en la cercana Dresde estaba dejando huellas profundas: fe y música, elementos que Martín Lutero consideraba esenciales en la relación de cada ser humano con Dios, fueron el centro y el motor de la vida social de la ciudad alrededor de sus dos principales iglesias, la Thomaskirche (Iglesia de Santo Tomás) y la Nikolaikirche (Iglesia de San Nicolás).

De las dos, la primera fue ocupando una posición cada vez más relevante en la vida musical de Leipzig: su Kantor, maestro principal, representaba una figura de alto nivel y poder en la comunidad local, también como responsable de la educación musical en la prestigiosa Thomasschule, un colegio de educación secundaria con un interés particular en materias musicales. En los años del Barroco, cuando Italia y -como pronto veremos- Francia iniciaron a difundir sus modelos musicales, la Iglesia de Santo Tomás y su escuela se volvieron importantes protectores de la identidad alemana protestante, de su tradición y de sus formas. Eso obviamente no implicaba distancia y rechazo de las modas europeas: al contrario, sus músicos y compositores lograron unir los tres mundos (alemán, italiano y francés) con resultados extraordinarios.

Entre todos, fue Johann Kuhnau (1660-1772) el primero en alcanzar fama y perfil internacional: después de haber estudiado con el romano Vincenzo Albrici (1631-1687), obtuvo el nombramiento de organista en la Iglesia de Santo Tomás en 1684 y Kantor en 1701. Entre sus estudiantes más famosos recordamos a Johann David Heinichen, uno de los más notables representantes del barroco musical alemán con influencias italianas. Con su muerte, ocurrida en 1722, la posición de Kantor quedó vacante y el consejo municipal de Leipzig, órgano responsable de su elección, comenzó a recibir nuevas candidaturas. Seis fueron los nombres propuestos: a los más famosos de Georg Philipp Telemann (compositor reconocido en Leipzig donde había sido director de la ópera hasta 1705) y Johann Friedrich Fasch (luego fundador del Collegium Musicum de la misma ciudad) se sumaron los de Georg Lembke, Christian Friedrich Rolle, Georg Balthasar Schott y Johann Martin Steindorff. A los pocos meses, cuando el consejo volvió a reconsiderar las candidaturas, llegaron otros dos nombres: el de Johann Christoph Graupner, famoso clavecinista de la época, y el de un compositor poco conocido que en aquel entonces trabajaba en la corte de Köthen, Johann Sebastian Bach. Juegos políticos y eventos imprevistos llevaron, el 5 de mayo de 1723, al nombramiento oficial de Bach como XVI Kantor de la Iglesia de Santo Tomás y, al mismo tiempo, Director Musices de la Tomasschule.

En Leipzig, el trabajo de Bach alcanzó ritmos agotadores: una cantata a la semana para las dos iglesias de la ciudad, además de las Pasiones en los días de Pascua y las clases de música en la escuela. Muy pronto, a todas estas actividades, Bach añadiría también su colaboración con el Collegium Musicum para el cual compondría conciertos y música instrumental. Lejos de abrumarlo, tanta intensidad estimuló su genio: entregó a la ciudad de Leipzig y a la historia obras de indescifrable belleza. Pero más allá de la inmortalidad y del encanto sin tiempo de su música, es necesario colocar su música y su actividad en el contexto urbano de Leipzig en los años en que el Barroco comienza lentamente a dialogar con las nuevas voces de la Ilustración.

Bach vivió su actividad de compositor espiritualmente al servicio de Dios, y socialmente, al servicio de la ciudad, cultivando, por un lado, su identidad protestante y religiosa en la Iglesia de Santo Tomás con su amplio repertorio religioso, y, por el otro, componiendo conciertos y sonatas para los músicos del Collegium Musicum en el Café Zimmermann. Hasta el año de su muerte, en 1750, su genio siguió alimentando y consolidando la identidad musical de Leipzig: su extraordinaria herencia pasó a manos de las siguientes generaciones de compositores quienes, como él y gracias a él, encontraron en esta ciudad un terreno musical fértil y estimulante. Así será con Felix Mendelssohn-Bartholdy (1809-1847), quien elevará la prestigiosa orquesta local del Gewandhaus (fundada en 1743) a niveles nunca antes vistos; con el joven Richard Wagner (1813-1883), originario de Leipzig, ciudad en la que realizará sus primeros estudios; y con Johannes Brahms (1833-1897) quien, con la misma orquesta, estrenará en 1869 su sensacional Eines deutsches Requiem. Todos fueron representantes de una cultura musical auténticamente alemana y, al mismo tiempo, internacional y abierta hacia las otras realidades que Leipzig, sus iglesias y su escuela supieron construir con envidiable perseverancia y genialidad.  

Kunau: Magnificat (grabación en vivo en la Iglesia de Santo Tomás)

 

Bach: Misa en Si menor (grabación en vivo en la Iglesia de Santo Tomás)

Francesco Milella
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