Josquin Desprez, el triunfo del Renacimiento.

por Francesco Milella Hablar de la figura de Josquin Desprez es tan fascinante como escuchar su música: en él, en su trayectoria artística, asistimos al […]

Por Francesco Milella Última Modificación agosto 12, 2018

por Francesco Milella

Hablar de la figura de Josquin Desprez es tan fascinante como escuchar su música: en él, en su trayectoria artística, asistimos al sorprendente nacimiento del compositor moderno. Por primera vez el genio musical se define como tal, desprendiéndose de todo su entorno cultural para alcanzar cimas más altas y así generar pasiones, celos y éxitos terrenos hasta transformarse, aún en vida, en una referencia inevitable. Una anécdota nos puede ayudar a entender este proceso: a lo largo de su vida que, afortunadamente, coincidió con la difusión de las primeras imprentas, fueron muchos los que publicaron músicas de otros compositores con su nombre: Josquin Desprez garantizaba éxito y fortuna a todos aquellos que podían presumir su apellido. Cortes de toda Europa, desde Flandes hasta el Vaticano, lo buscan y lo cortejan porque empiezan a ver en él el máximo representante musical de su época.

En efecto, con Desprez, la relación, pacífica y equilibrada (solo a partir de Mozart comenzarán las tormentas) entre los códigos culturales de su época y su genio, con sus pulsiones y exigencias, encuentra una armonía extraordinariamente fértil: su sensibilidad musical, fina y elegante como solo la de un compositor flamenco podía ser, surge como indiscutible representante de la nueva sociedad que el Renacimiento estaba trazando a lo largo de todo el viejo continente: en sus armonías, en su amable contrapunto y en las suaves melodías que lentamente comienzan a dibujarse en sus inimitables Misas, vemos el reflejo de un nuevo mundo, ya plenamente consciente de su ingenio y sus capacidades ante Dios, pero sobre todo ante los otros seres humanos.

Esta conciencia plenamente humanista se evidencia, antes que nada, en su biografía: nacido en 1450 en Picardía, Josquin Desprez comienza desde muy joven a viajar por Europa. Entre 1477 y 1478 trabaja en Aix-en-Provence como cantor en la capilla de Roberto de Anjou. De ahí se traslada a la corte del cardenal Ascanio Sforza en Milán, base fundamental para emprender nuevos viajes a Roma, París y Ferrara, ciudad que, a partir de 1495, constituye su nueva base. En 1505 regresa a Francia sin dejar de viajar por el norte de Europa hasta 1521, año en que muere en el pueblo de Condé-sur-l’Escaut.

Sintetizar en pocas palabras el significado y el valor histórico de la música de Josquin Desprez obliga inevitablemente a hacer una comparación con la generación de compositores flamencos que lo anticiparon, es decir los tres Johannes: Ockeghem, Tinctoris y Regis. Josquin Desprez parte de su herencia, ya de por sí internacional, para transformar y renovar sus estilos explicitando sus técnicas compositivas. Lo que en la generación precedente aparecía todavía obscuro y voluntariamente críptico, con Desprez se clarifica: sus Misas y sus chansons simplifican la relación polifónica entre las diferentes voces. Por consiguiente, el lenguaje musical se vuelve más accesible y disfrutable. Como nos hace notar Mario Baroni, eminente musicólogo de la Universidad de Bolonia, en Josquin Desprez, como en un cuadro de Piero della Francesca, las simetrías y las proporciones alcanzan un extraordinario equilibrio. Sus misas lo dicen todo: sin abandonar la majestuosa arquitectura de la tradición medieval, éstas nos entregan un lenguaje refinadísimo y claro, transparente y racional. Y no es todo: la palabra, tanto en la música sacra como en la profana, adquiere con Desprez una nueva nitidez, dando aún más peso y valor a su significado. La complejidad de la polifonía del Ars Nova, de la escuela británica y de la primera generación de compositores flamencos era tal que la palabra se perdía quitando valor a su significado. Ahora, con Josquin Desprez, la palabra vuelve a relucir y, con ella, su significado. Un ejemplo de tan fascinante novedad nos es ofrecido por la frottola, composición vocal profana de Italia, El Grillo, donde las diferentes voces, mezclándose en un refinado y moderado enredo de juegos polifónicos, brilla par dibujarnos un nuevo y clarísimo retrato de este simpático animal.

En setenta y un años de vida, edad – sorprendente para la época – Josquin Desprez mezcla su identidad orgullosamente flamenca con la cultura humanística que las diferentes ciudades de Italia estaban alimentando, desde Milán, la más mitteleuropea de las ciudades italianas, hasta Roma, pilar de la Iglesia y de su tradicionalismo, pasando por Ferrara, cuna y paradigma de la corte renacentista. Josquin respira ese nuevo aire cultural que los señores de estas ciudades fomentaban con sensiblidad y poder, compartiendo con ellos su extraordinario patrimonio musical. Y precisamente desde Italia, con la muerte de Josquin Desprez, se abrirá una nueva fase musical: a partir de su inagotable herencia musical, el Renacimiento alcanzará niveles de refinamiento y experimentación nunca antes conocidos.

 

Missa Hercules Dux Ferrariae

 

El grillo

Francesco Milella
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