Al igual que ocurre con prácticamente todo el norte de México, las danzas y bailes típicos de Durango provienen en gran medida de la fuerte herencia de los inmigrantes alemanes, checos y bohemios que se asentaron en la zona durante la segunda mitad del siglo XIX.
Como música tradicional del estado encontramos un gran surtido de polcas (La palmita, La cacerola, El jaral, La mermelada) y chotis (El vaivén, Mis cositas, El revolcadero, El senderito, Los arbolitos, Las conchitas y Vamos a la aduana); además de la cuadrilla, un baile de salón de origen francés que se popularizó en el municipio de Tepehuanes durante la ocupación francesa de la década de 1860.
El corrido de Durango, un himno lleno de recuerdos
Sin embargo, el que prácticamente se considera como el segundo himno del estado es El corrido de Durango. Tema compuesto en 1943 por Miguel Ángel Gallardo (1901-1977). Se trata de una canción que, a partir de los recuerdos de un duranguense que añora su ciudad al estar lejos de ella, nombra todos los lugares distintivos de la capital del estado.Aademás, uno de sus fragmentos está dedicado a Pancho Villa, quien nació en el pueblo de La Coyotada, que pertenece al municipio de San Juan del Río.
Canto cardenche, tonada que se aferra a la herida
En Durango también encontramos la hoy poco menos que extinta canción cardenche, originaria de dos poblaciones que forman parte de la llamada Comarca Lagunera: La Flor de Jimulco, perteneciente al municipio de Torreón, y Sapioriz, perteneciente a Durango. Estos emotivos temas que se interpretan a capella por tres voces masculinas (primera o “marrana”, de arrastre y arrequinte) al calor de “la pastillita” (sendos tragos de sotol o mezcal) son una peculiar muestra de polifonía que debe su metafórico nombre al cardenche, una planta cactácea abundante en la región cuyas espinas —cuando penetran en la piel— provocan dolor, el cual se intensifica cuando intentamos sacarlas ya que sus filamentos se “aferran” a la herida.
Tepehuanes y huicholes mantienen la música indígena
Por su parte, en algunas zonas de Durango todavía se encuentran ejemplos de música tradicional indígena, sobre todo entre los asentamientos de tepehuanes y huicholes. Así, por ejemplo, encontramos la Danza de las palmas o Danza de las plumas, que se interpreta desde hace más de 400 años para pedir lluvias y buenas cosechas. Esta danza se caracteriza por un acompañamiento musical de violín, tambor y sonajas (que los danzantes deben agitar al ritmo de los pasos que ejecutan), el cual va cambiando imprevisiblemente de velocidad. Sin dejar de bailar, los danzantes deben adaptarse rápidamente al nuevo ritmo. La Danza de las palmas debe su nombre a la palma de carrizo o madera en forma de abanico (y adornada en su centro con plumas de ave o de papel) que los danzantes portan en su mano izquierda.
También en Durango encontramos la danza de los “matachines” o “matlachines”, que se interpreta en festividades religiosas como las dedicadas a la Virgen de Guadalupe, aunque aquí los personajes que intervienen son Hernán Cortés, la Malinche, el monarca y los danzantes con sus respectivos capitanes, acompañados con música de tambores elaborados con madera y cuero y, en cada vez menos localidades, violín.
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