Las etnias que, antes de la llegada de los españoles, habitaron el territorio de lo que actualmente es el estado, dejaron huella de su actividad con instrumentos como ocarinas, silbatos, sonajas y teponaztlis en lo que hoy conocemos como la música de Querétaro.
Sin embargo, con el inicio de la época colonial, los frailes encargados de evangelizar a los nativos introdujeron en la región el canto llano, la escritura musical, los instrumentos de fabricación europea y nuevos conceptos de religiosidad que, en conjunto, tuvieron como resultado el inevitable sincretismo cultural y religioso plasmado en los cantos y bailes rituales que hoy en día podemos encontrar, sobre todo, entre las comunidades asentadas en la Sierra Gorda (región que abarca los municipios de Arroyo Seco, Jalpan de Serra, Landa de Matamoros, Pinal de Amoles y San Joaquín).
Los concheros: danza ritual y sincrética
Una de las expresiones culturales más antiguas y representativas del estado de Querétaro es la tradicional danza de carácter ritual interpretada por los concheros, quienes deben su nombre a una especie de guitarra o mandolina cuya caja de resonancia está elaborada con un caparazón (o concha) de armadillo.
En esta danza se aprecia de forma interesante el sincretismo arriba mencionado, porque las vestimentas de los participantes (majestuoso penachos de plumas, vistosos pectorales, muñequeras y tobilleras elaboradas con ayoyotes, taparrabos para los hombres y huipiles para las mujeres), los instrumentos utilizados (conchas, caracoles, sonajas, flautas y teponaztlis) y la temática de los bailes (que gira en torno a los elementos de la naturaleza, el ciclo de la vida y la cosmovisión prehispánica) buscan plasmar de la manera más fidedigna posible la grandeza de nuestros antepasados, pero la danza se interpreta durante los festejos de la Santísima Cruz de los Milagros (en mayo), la Virgen del Sagrario (en septiembre) y la Virgen de Guadalupe (en diciembre), además de que el guía porta un estandarte con la imagen de Cristo crucificado y —de tanto en tanto— los danzantes se arrodillan y levantan los brazos hacia el cielo a la vez que exclaman a todo pulmón: “¡Él es Dios!”. La danza de los concheros suele interpretarse en el atrio del templo de la Santa Cruz, ubicado en el cerro de Sangremal.
Danzas dedicadas a la fertilidad y a las deidades
Otros de los bailes tradicionales de Querétaro son la Danza de la Shaja (o Xaha) —que se baila en el municipio de Tolimán y es una danza dedicada a la diosa otomí de la fertilidad: la tortuga. En ella, las mujeres portan una sonaja en la mano derecha y llevan colgando un morralito de tela; los hombres llevan camisa de manta, sombrero de palma y una faja de la que cuelga un cántaro.
También participan cuatro canasteros, que llevan cestos llenos de ofrendas, y un tortuguero, que porta la imagen de una tortuga—, la Danza de los Baltazares —interpretada sobre todo en Amealco y en la que los “baltazares” (o diablos) llevan pantalones cortos adornados con cascabeles de latón, camisa negra, roja, verde, rosa o de todos estos colores combinados, un paño rojo con el que se cubren la cabeza, un tridente con cinco puntas y una impresionante máscara de color rojo o negro con cejas y bigotes de pelo, una larga lengua de tela roja y sendos cuernos de chivo.
Durante el baile, determinado baltazar señala a algún espectador con su tridente para que los demás diablos vayan a “tentarlo”, pero al final todos deben seguir el mandato de la muerte, que es el jefe del baile, va vestido con ropajes de color negro sobre cuyos pecho y espalda lleva pintado un esqueleto y lleva una hacha de madera y un machete—, la Danza de las pastoras —que se baila en los festejos de la Candelaria, Semana Santa y Navidad de Santiago Mexquititlán y San Ildelfonso Tultepec y en la que solo participan mujeres, quienes van vestidas con blusas de manga larga adornadas con bordados de flores, enaguas largas de color blanco, un mandil rojo y rebozo.
En la mano derecha llevan un báculo de madera y una cinta con cascabeles, y en la cabeza portan un sombrero repleto de flores de papel metálico y adornado con largos listones de colores que cuelgan hasta las enaguas—, la Danza de los xitales —propia del municipio de Tolimán e interpretada por cuatro bailarines que, vestidos con camisa y calzón de manta, sombrero de palma, morral cruzado desde el hombro izquierdo, una sonaja en la mano derecha y sendas máscaras de papel maché y pelucas blancas que los caracterizan como “viejitos”, se colocan en una formación en forma de cuadrado para bailar al ritmo de un violín y una tambora— y la Danza de los arcos —interpretada exclusivamente por hombres vestidos con calzón y camisa de manta que llevan una banda roja cruzada desde el hombro izquierdo, un pañuelo también rojo en el cuello y, en la mano derecha, un arco cerrado forrado con flores de papel metálico sobre el que se abre un arco más pequeño. El baile es dirigido por uno o dos mayordomos que cargan la figura del santo patrono o la Virgen a quien se dedica la ejecución—.
El huapango serrano o arribeño y el queretano
Propia de localidades como San Joaquín, Jalpan de Serra, Río Blanco, San Miguel Palmas, Camargo y Arroyo Seco, otra de las manifestaciones de la música de Querétaro es el huapango, que se encuentra presente en dos formas: el huapango serrano o arribeño y el huapango queretano.
Más cercano a los huapangos hidalguense y potosino que al veracruzano, el huapango arribeño es un baile zapateado de ritmo rápido que se interpreta con acompañamiento de dos violines, guitarra huapanguera y jarana huasteca mientras un cantante (generalmente la persona que toca la guitarra huapanguera) da cuenta de breves e ingeniosas “poesías” (glosas de línea unidas a una estructura musical conocida como tonada) o “decimales” (cuartetas glosadas en décimas que implican una estructura musical llamada valona) que reciben el nombre de trovas, muchas de las cuales se improvisan en el momento de acuerdo al tema del festejo.
Las parejas que lo bailan no se tocan en ningún momento, y sus vestimentas características consisten en un colorido vestido con falda hasta debajo de la rodilla y blusa de manga larga con medio cuello alto, rebozo, dos trenzas tejidas con listones de colores, grandes arracadas doradas y zapatos negros para las mujeres, mientras que los hombres usan pantalón negro, camisa de colores brillantes, morral cruzado desde el hombro derecho, pañuelo anudado al cuello y sombrero serrano.
Por su parte, el huapango queretano también es un baile zapateado y cantado, pero interpretado por un trío huasteco tradicional, que está formado por un solo violín, guitarra huapanguera y jarana huasteca. Aquí la vestimenta de la mujer consiste en una blusa de manga corta cubierta por un quexquémitl (especie de blusa triangular con la punta hacia abajo) bordado, falda floreada, un delantal que llega hasta la rodilla, un tocado elaborado con estambres trenzados de colores que caen en semicírculos sobre la nuca y huaraches, mientras que los hombres van vestidos con calzón y camisa de manta, pañuelo rojo atado al cuello, huaraches y un sombrero de palma que llevan en la mano derecha y que colocan constantemente sobre su pecho mientras giran alrededor de su pareja.
Entre los huapangos representativos de Querétaro —muchos de los cuales también encontramos en otras regiones de la Huasteca, como el este de Hidalgo, el norte de Puebla, el sur de Tamaulipas y el sureste de San Luis Potosí— se encuentran El taconcito, El gusto, La azucena, Las seis huastecas, La soledad, El bejuquito y, por supuesto, El queretano, compuesto por Guillermo Bermejo y Ernesto Cortázar y cuya inspirada letra lo ha convertido en poco menos que el himno no oficial del estado.
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